Leave Me Lonely

CAPÍTULO 24

Algo en su interior se rompió. Lo sintió como si hubiera caído al vacío, un lugar cuya negrura absorbió toda su luz.

Sintió la necesidad de llorar, pero por alguna extraña razón no lo hizo. No quería evidenciar lo mucho que le estaba dañando la escena. Estaba seguro de que ni Alejandro ni Mairim habían notado su presencia, y de que sus amigas estarían detrás de él, esperando a que reaccionara para acudir a su auxilio en caso de ser necesario.

Dejó su mochila en su respectivo lugar, junto a la mochila de Lucero y evitó con todas sus fuerzas mirar hacia el fondo de esa misma fila. Les dio la espalda y salió para integrarse a su grupo. Era evidente que no sabían qué hacer con Gibran, y antes de que intentaran algo les dejó algo en claro:

— No digan nada — no estaba seguro del tono que habían tenido sus palabras, si tenían una pizca de dolor o si se vio muy despechado. Todas se limitaron a asentir con la cabeza e inmediatamente cambiaron de tema, pero su mente seguía enfocada en lo que acababa de atestiguar.

En parte entendía porqué lo había tomado por sorpresa, cualquier persona que ve a la persona que le gusta con otra no pega brincos de felicidad, sin embargo, era algo que se veía venir.

Recordó la cantidad de veces que había atrapado a Alejandro viendo a Mairim como si fuera la única persona presente en el aula. En cómo sus ojos se iluminaron el día que se presentó en la primer clase de Lengua Española, de lo ensimismado que estaba que no se percató de que había dejado los labios ligeramente abiertos, lo suficiente para que un ligero hilillo de saliva se asomara y fuera casi invisible para quien se encontrara lejos de él, pero no lo suficiente como para que Gibran no lo viera.

Desde aquel día, Alejandro había quedado encantado con Mairím, y ella era una chica linda, aunque tenía ese sensación de que escondía una doble personalidad que aún no había logrado descubrir. Su comunicación con ella era mínima, de vez en cuando se saludaban y apenas e intercambiaban una ocasional mirada.

Pero tarde o temprano terminaría sabiendo la verdad, y no supo si fue maldad para hacerlo sufrir más o una ventaja que le daba la vida.

Pues ese mismo día, el profesor de Lógica, antes de ingresar al aula, los hizo formarse fuera en dos filas: una de chicos y otra de chicas para asignar los asientos del nuevo trimestre.

Llegó el turno de Gibran y se sentó en la primera banca de la segunda fila.

Y cuando vio a Mairim sentarse a su lado contuvo las ganas de negarse a compartir mesa con ella.

— ¡Hola, Gibran! — Suena tan falsa, pensó, mientras Mairim le daba un “abrazo” para saludarlo, como si no se hubieran saludado en todo el día.

— Hola, Mairím —. Ella dejó de prestarle atención a él para enfocarse en cómo quedaban el resto de parejas.

Para la mala suerte de Mairím, Alejandro no sería su compañero.

Para la buena suerte de Gibran, Alejandro no sería compañero de Mairim.

El lugar que se le asignó fue el de la última mesa de la misma fila. Cuando pasó junto a Mairim le tendió la mano y ella se la sostuvo un par de segundos para después soltarlo y dejar su mano extendida en su dirección en una escena exageradamente dramática. Gibran contuvo las náuseas.

El profesor de lógica invirtió diez minutos de la clase, y cuando terminó explicó la nueva dinámica:

— Las participaciones ahora serán en parejas, así que deberán hacer un esfuerzo mutuo para no cargarle la mano al otro. Si alguno comete una falta, la sanción será para ambos. Si alguno no está conforme con su pareja — Gibran prestó atención a esa parte que podría ser de su completo interés — se tendrá que aguantar porque no cambiaré lugares hasta el próximo trimestre. Así que, más les vale que se lleven bien entre ustedes.

Después de su pequeño discurso, comenzó con la clase de silogismos.

Ese primer día, Mairim y Gibran lograron reunir dos participaciones, una cada quién. A pesar de que eran un buen equipo porque se complementaban las ideas, no olvidó con quién estaba tratando.

Era la novia del chico que le gustaba, ¿era correcto considerarla como enemiga? No estaba seguro.

Cuando terminaron la clase, se juntó con sus amigas en el patio central. Vio a Alejandro descender las escaleras y caminar hacia su dirección. Se mentalizó para una posible conversación con él, incluso alzó la mano para saludarlo.

Pero pasó de él, como si no lo hubiera visto. Al girarse vio que Mairim se encontraba a diez pasos por detrás de él y comprendió que no estaba caminando para encontrarse con él, si no con su novia.

Sintió que una mano le sobaba la espalda para reconfortarlo. La lástima de Nancy no le sentó nada bien, ni tampoco su consuelo. Se despidió de sus amigas y se fue sin mirar atrás.

Cuando llegó a casa dejó la mochila en el lugar de siempre: al pie de su cajonera. Sus sobrinas aún estaban despiertas, al igual que sus dos hermanas. No le agradaba compartir su habitación con ellas porque su privacidad era nula. Pero al menos se dormía en la cama de arriba de una litera, así que desde abajo no tenían una buena vista hacia él.

Cuando cayó la noche, y con la luz apagada, se quedó viendo al techo, pensando en cómo sería su vida en el bachillerato a partir de ese momento.




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