Leave Me Lonely

CAPÍTULO 26

17 de febrero, 2017

 

Al llegar a la preparatoria hizo una breve parada en la biblioteca para sacar un libro que ocupaba para la clase de matemáticas. Caminó sin muchas ganas hacia los edificios.

Entró al aula y se encontró con sus no tan agradables compañeros que lo barrieron con la mirada. Ya estaba acostumbrado, y él los odiaba también, así que era mutuo. Al fondo estaban sus amigas, platicando sobre algo que las tenía muy concentradas. Quien lo vio primero fue Nancy, que le dio un codazo a Vanessa. La cadena siguió con Aidée, Giselle y terminó con Lucero.

Cuando la distancia fue mínima y estaba por dejar sus cosas junto al asiento de Lucero, sus cinco amigas dijeron al unísono:

— ¡Feliz cumpleaños!

Después de abrazarlo, procedieron a darle sus regalos: días atrás, Aidée le había pedido una lista de lo que quería de regalo. Decidirse fue complicado, porque ni él lo sabía, pero se la puso fácil y complicado al mismo tiempo: un libro, el que ella quisiera regalarle. Aidée estuvo muy al pendiente de sus gustos y lecturas porque le regaló la secuela de “La Selección”, de Kiera Cass. Había terminado el primero un mes atrás y no había tenido la oportunidad de comprar el segundo. La volvió a abrazar y sostuvo el libro con fuerza entre sus manos.

El segundo regalo iba de parte de Nancy, Vanessa y Giselle: eran dos posters del que en ese entonces era su anime favorito, Junjou Romantica, recomendado por Aidée. Era yaoi (romance entre chicos), con temas y escenas un poco intensas, pero era su único medio de vivir e imaginarse cómo se sentiría tener una relación, ya que conforme avanzaban los días se iba convenciendo poco a poco de que estaba destinado a estar soltero.

Lucero le tendió un paquete pequeño de chocolates Ferrero Roché que seguramente se comería a escondidas o su hermana Cintia se los quitaría.

— Muchas gracias, pero mi cumpleaños es mañana — dijo, mientras abrazaba sus regalos.

— ¿Y? Mañana es sábado, no vamos a estar para felicitarte ni festejarte, así que ¿por qué no un día antes? — comentó Giselle, con toda la razón del mundo. — Espero que te gusten los regalos. No sabíamos qué darte y Aidée fue la que nos dio la idea — añadió.

— En realidad, te quería dar el libro y los posters, pero sentí que sería mucho, así que les dije que te los compraran ellas y así no se quemaban la cabeza pensando — agregó Aidée, muy orgullosa.

— Todos los regalos son maravillosos. Muchísimas gracias — todos se juntaron para un abrazo grupal que duró poco, pero significó mucho.

— ¿Por qué tanto amor? — la voz de Octavio llegó desde atrás. Se giraron y su rostro mostraba mucha curiosidad. Detrás de él apareció Ángel, que intentó darle un beso en la mejilla, pero falló en el intento.

— Mañana es cumpleaños de Gibran — informó Aidée.

— ¿En serio? ¡Ven a mis brazos! — Octavio se acercó y envolvió a Gibran. Después de que lo soltó, Ángel lo imitó, pero se puso un poco nervioso. Que Ángel se acercara significaba que tenía la intención de intentar otra cosa para molestar, como lo hacía con todos los hombres de su grupo de amigos.

— Feliz cumpleaños, guapo — rodeó a Ángel con sus brazos, no tan fuerte para poder soltarse fácilmente en caso de ser necesario.

Cuando le estaba dando las gracias, Ángel se giró y casi lamió su cara, pero como Gibran lo veía venir tuvo el tiempo justo para moverse. La risa le ganó, pero por si las dudas se aumentó la distancia entre los dos.

Las clases siguieron con normalidad y aburridas como siempre. Estaba tan aburrido que el sueño estaba por ganar la batalla, pero tenía que aguantar un par de horas más para irse a casa y poder dormir sin culpas.

Alejandro había estado con Mairim todo el día. Desde que habían formalizado su relación pasaban más tiempo solos que con Oyuky y los demás. Los veía paseándose entre los pasillos, sentados en las jardineras o en el aula, pero no se separaban en ningún momento mas que para ir al baño. ¿Le seguía doliendo verlos juntos? Evidentemente. No iba a superarlo de la noche a la mañana, y para alguien tan emocional como Gibran le iba a costar un poco de tiempo.

Al terminar el día Alejandro no se acercó en ningún momento a él. Ni si quiera lo vio salir del aula. Mairim tampoco estaba, y los comentarios no pudieron faltar.

— Seguramente se fueron al motel de aquí enfrente. No son muy caros — no toleraba para nada a Mauricio, y menos cuando hacía ese tipo de insinuaciones.

— ¿Y tú cómo sabes? — Preguntó Oyuky, demasiado interesada en la conversación.

— Lo sabe porque ya perdió la cuenta de las veces que fue con Laila, ¿no te ha contado? — comentó Ángel, quien procedió a reírse. Los demás se contagiaron, menos Mauricio. Gibran no sintió pena por él y decidió irse antes de seguir escuchando nada más.

 

***

 

18 de febrero, 2017

 

El volumen de la música lo despertó, y al abrir los ojos se encontró con un día que pintaba para ser igual que todos, hasta que su madre entró al cuarto, con una amplia sonrisa, seguida de su padre, Mimi y sus sobrinas. Prestó atención a la música de fondo. Ya era costumbre que siempre lo despertaran con las mañanitas en ese día.




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