Leche y Miel

1. La Leche

Milk

 

—Hola, bebé. ¿Estás listo para un baño?

Muero de ganas por brincar y saltar con el maravilloso infante que está a mi cuidado en este trabajo de niñera de ensueño.

¡No podría haberme tocado algo mejor!

Mi pregunta es en tono infantil, aniñado, poniendo mi voz fina y cantarina. Me entusiasma la oportunidad de ver a ese pequeño gran héroe que se roba mi corazón con sus sonrisas y su mirada, listo para chapotear en la tina mientras los patitos de hule flotan alrededor y cantan con nosotros una canción.

—¡A ver ese caramelo de chocolate! ¡Como pionono de vitrina!—grito mientras abro la puerta y…¡boom! La realidad me estalla como una bofetada.

Se me cae la mandíbula prácticamente.

Un litro de baba me chorrea desde las comisuras.

Y quedo completamente de piedra observando la escena que tengo delante de mí, mientras caigo en la cuenta de algo más:

Él también se ha quedado de piedra.

Todo en su persona es macizo como una roca, de hecho.

—M-Milk—su voz ronca dice mi nombre. Y no, no estoy hablando del bebé, ese aún apenas sabe balbucear.

Este, sospecho, que más que balbucear, puede hacerte gritar.

¡Ay, qué pensamientos absurdos y horribles me invaden! ¡Basta, vete idea tonta que solo quiere ensuciarme y llenarme de pecado!

—S-señor Kozak—digo apenas audible, pudiendo emitir una ligera reacción, pero mi cuerpo queda clavado al suelo mientras observo el enorme pilar que está erigido en medio de la habitación—. Yo…creí que…

—No está aquí—sentencia, con lo evidente.

—Cielos.

—¿Por qué mejor no entras y cierras la puerta? Necesito que me eches una mano con esto—asevera, pidiéndome ayuda.

Debo cumplir, ser una buena chica y corresponder a lo que me pide porque es el marido de mi jefa, por ende, indirectamente es mi jefe también.

No obstante, también se trata de la tentación hecha carne. Y vaya pedazo de carne. Sí; sé de inmediato, que si accedo a hacerlo, ya nada volverá a ser lo mismo.

Qué va, nunca fue lo mismo desde el momento en que conocí al padre del bebé que me tocaba venir a cuidar.

Acepté ser la niñera de la recién parida de mi jefa durante su luna de miel ya que además de ser madre añeja, es una recién casada con un flamante cuarentón de metro noventa, ex jugador de las grandes ligas de polo, que está para zampárselo de un bocado. Cuando acepté venir con ella, jamás me imaginé que su marido sería ese jugoso fruto prohibido que cualquier mujer estaría dispuesta a corromper sin lugar a dudas para pecar.

Pero aquí estoy.

Con una toalla mojada sobre la alfombra y la mano aferrada a la manija de una puerta mientras mis rodillas son un tembleque desproporcionado.

O en otras palabras: estoy entre la espada y la pared.

Y vaya pedazo de espada que tiene este guerrero.

Dios mío, líbrame del mal, porque los pecados capitales quedan pequeños al lado de todo lo que estoy dispuesta a hacer.


 

Pero vamos desde el comienzo.

Su nombre es Pietro. Pietro Kozak.

Acaba de ser padre y de casarse con Aura, mi jefa. Una familia hermosa que solo un alma despiada podría estar dispuesta a destruir.

Pero él es así.

Como la miel.

Pegajoso y empalagoso, pero aún así todo el mundo se lo quiere comer.

 



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En el texto hay: millonario, lujuria, luis avila

Editado: 26.10.2022

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