Milk
Tía Felicha me recibe en cuanto llega a nuestra humilde casa donde vivo bajo su resguardo. Ella renta tres habitaciones que están al fondo de una casa al estilo conventillo la cual consta de una habitación, una cocina comedor con un sofá donde yo duermo y un baño que por suerte es amplio ya que se trata de mi único espacio con privacidad.
Aún así, pese a la humildad y a lo pequeño, es muy generoso de su parte el poder cederme lugar aquí. Con mi primer sueldo, la ayudé en el pago de las cuentas, de la comida y me compré ropa bonita para ir a trabajar, mientras que con el segundo hicimos lo mismo y la llevé a cenar un par de veces fuera, algo que ella con su acotado sueldo en negro limpiando algunas casas de familia, no puede permitirse considerando el pago de la renta, las cuentas y demás. Suerte que es soltera, porque con un hijo todo el asunto de complejizaría.
Cuando me dieron la libertad bajo la condición de mis tareas laborales, ella fue la opción A, considerando que mi madre no quería tener nada que ver conmigo y que Felicha me haya aceptado, esto implicó que ambas hermanas corten nexo.
Mi madre me odia desde el minuto cero que me vio llegar a su vida, nunca se quiso ni a sí misma y fui producto de una relación extraña. No tiene en claro quién es mi padre, pero toda la vida me aseguró que lo mejor sería que nunca le conozca porque probablemente es un criminal o me llevaría por mala senda.
La parte más fea es que yo misma terminé en malos pasos y luego todo lo que vino solo fue una tortura de culpa y cumplir condena. Me convertí en la pesadilla que ella intentó evitar a condición de mantenerme alejada de mi padre y llevo ya tiempo sin verla. En los últimos dos años y medio solo la vi en escasas visitas que me hizo a la correccional de menores, mientras que tía Felicha se acercó por pedido de la monja a cargo del trabajo social de la institución quien nos unió más que nunca. Ella con todo su cariño, más las hermanas y el agua bendita que el sacerdote vertió dentro y fuera de mí en estos años, se convirtieron en mis modelos a seguir para ser hoy una mujer de bien. Al principio lo intentaba, hoy en día me identifico cien por ciento con esas palabras. “Mujer de bien”. No obstante, en algunos momento la horrorosa mujer de mal aparece en mi cabeza para recordarme que algo oscuro acecha y lo mejor es mantenerlo a raya. Como decía el sumo padre cuando iba a confesarle mis pecados: “los pecados del pensamiento, son también de la exteriorización de las palabras, Milk. Ahora abre la boca que cumplirás con tu castigo.”
Por todos los dioses, perdóname, señor. He sido una chica mala, pero hoy soy una buena persona, prometo que sí.
—¿Qué tal te fue hoy, cariño?—me pregunta ella mientras hace la comida. Siempre llega apenas unos minutos antes que yo, pero toma la ventaja en mantenerme un plato de comida caliente.
Yo la miro con entusiasmo y no sé cómo encontrar las palabras para decirle, parece que todas ellas se atoran en mi boca mientras lo intento.
Ella me observa, expectante.
—Santo cielo, ¿qué pasó? Veo una chispa en tus ojos.
—¡S…sí!
—¿Algo bueno?
—¡Así…es!
—¡Ya habla, que me tienes tensa!
—¡Iré a una isla de luna de miel!
Ella parece tener una primera impresión que querer dar un salto de felicidad solo por notar la alegría que hay en mí, pero luego se le ensombrece el semblante de pura preocupación tras escuchar mis palabras.
—Un momento, ¿cómo dijiste?
—¡Que me voy a una isla!
—Eso de la luna de miel, Milk.
—¡Oh, perdón!—me disculpo de inmediato al caer en la cuenta de lo que ello pudo haber significado a sus oídos—. Disculpe, tía. Es que de la emoción no he podido decirle todo completo.
—Nada de casarse hasta que no te afirmes, cariño. Cuando llegue el amor a tu vida, que sea para hacerte feliz, pero no con compromisos.
—¡Nada de amor! No es tiempo, aún.
—¿Entonces?
—Mi jefa se irá de luna de miel. Acaba de casarse y tiene un bebé maravilloso, recién nacido. Iré con ella y con su bombón de crucero, de islas, de playa.
—¿Bombón es el bebé?
“No. El marido.”
Assshhh, qué cosas están pasando por mi mente.
—¡Con ella y con su marido y sí, el bebé es un bombón, es hermoso, no te haces una idea, ese chiquillo se ha robado el corazón! ¡Y me pagarán una fortuna por hacerlo ya que son viáticos de la empresa internacionales!
—¡Madre mía, linda! ¡Qué noticia más hermosa!
Ella me envuelve en un abrazo entusiasta e intento saltar de la alegría, no obstante se aparta un instante de mí:
—Cielo, ¿segura que quieres hacerlo?
—Sí, tía. ¿Por qué no?
—¿No te explotan en ese lugar bajo el argumento de que cumples una condena de libertad bajo condición?
—No, en absoluto. Me tratan muy bien. Y la idea me llena de alegría.
—Vaya, cariño. Me alegra mucho que así sea. Y de seguro el viaje te inspirará para que puedas ser tan creativa como siempre.
—Si hay confianza, le voy a preguntar a mi jefa si conoce al respecto…
—Su marido creo que es idóneo, ¿o no?
—Yo creo…
—Bien, cariño. Adelante. Tienes que decirlo de una vez. ¡La verdad te hará libre! ¡Tienes que ser honesta contigo misma y con tu corazón y decirles la verdad!
—Así es tía, muchas gracias—me lagrimean los ojos—. Creo que esa cebolla está fuerte. —A ella también le lagrimean.
—No estoy cocinando con cebolla, pero, caray, nena. Te voy a extrañar, ya me estoy acostumbrando a estar en compañía.
—Tía Felicha de mi corazón—murmuro y me dejo estrujar por su abrazo que dura lo que un suspiro ya que prontamente necesito apartarme porque me imposibilita respirar.
En cuanto siento que vuelvo a tener oportunidad de sobrevivir a su apretujón, ella me pregunta para luego seguir con sus cosas de la cocina.