Leche y Miel

6. El sexy cuarentón

6. El sexy cuarentón

 

Milk

 

Ya estoy con mi maleta vieja en la puerta, aguardando, cuando veo aparcar un coche fuera que toca el claxon.

Mi tía se ha ido a trabajar temprano, por lo que al salir cierro con llave y coloco esta debajo de una maceta donde ella sabe que queda para cuando regrese.

Doy un suspiro de alivio y entusiasmo al mismo tiempo para arrastrar mi equipaje en dirección al chofer que me ha venido a buscar en ese lujoso auto negro de cinco puertas y llantas inmensas, listo para guardar lo mío en el maletero.

—Buen día, señorita.

—Buen día, señorito. Ji, ji, ji.

Él me mira con cara extraña al estilo “¿y esta boba se siente bien?”, por lo que me encojo de hombros con algo de penita y me meto en la parte de atrás del coche aguantándome la risa. ¡Voy a viajar a una isla! ¡Es maravilloso!

Solo que hay un detalle: nunca he cambiado un pañal en persona. Anoche tía Felicha me dio sus instrucciones para poder hacer las cosas bien en lo que implica medir la temperatura de un biberón, cambiar al bebé, usar distintos elementos para que no se le pueda irritar la sensible piel de la colita y estar alerta a los distintos estados de ánimo. Parece ser que la tarea es sencilla, además, por lo que vi en las oficinas esas criaturita del Señor parece ser bien portada y tiene un sentido del humor maravilloso.

—¿Salimos?—me pregunta el chofer.

—Sí—contesto, sorprendida de que mi palabra tenga peso de orden para él.

Pone el motor en marcha y nos echamos a andar.

De camino, me la paso imaginándome cómo será pasar tantos días en un paraíso de arenas blancas y sedosas como el talco y aguas cristalinas mientras mi tarea es mecer a un bebé o darle el biberón.

Probaré con comprarme un libro.

Me sorprendo al caer en la cuenta de que tengo un montón de planes y que he sido bendecida ante tamaña oportunidad.

 

Narrado por Aura

 

En cuanto termino la reunión (breve por suerte, solo doce minutos) sé de inmediato que ha sido una buena decisión el dejar a mis chicas a cargo.

Tengo al mejor equipo trabajando para la empresa y no cabe duda alguna de que podrán hacer todo bien, del mismo modo que tengo al mejor equipo trabajando a mi alrededor en lo que implica dar orden a mi vida personal.

En cuanto dejo los auriculares sobre la mesa, dejo reposar mi espalda completa contra el respaldar del sillón que tengo en el despacho de casa para esta clase de meets y videoconferencias que a veces durante dos horas, pero la tensión les hace parece de tres. En cambio, otros, apenas duran unos minutos, pero son tan tensos que quedo como si hubiesen tardado días enteros.

—Relax, nena. Todo estará bien.

Unas fuertes y grandes manos se aferran a mis hombros, explorando por debajo de la fina tela de mi camisa blanca de lino fino mientras mis músculos se acomodan prontamente a la presión suave que ejerce en la curvatura que une mis hombros con mi cuello.

—Oh, sí—suelto el aire que tenía contenido—. Qué rico se siente eso.

—No hagas esos sonidos que me harás reaccionar de una manera poco leal a lo que siento y necesitas.

—¿Estás dispuesto a tensarme aún más?

—Solo para que luego te relajes.

Suelto una risita mientras busco su mano y le beso el dorso. Él baja aún más sus brazos hasta abrazarme y reposa un tierno beso en mi mejilla.

—¿Es hora de irnos?

—Sí, cariño—convengo.

—No puedo creer que haya llegado este día. El tiempo pasa muy deprisa, cuando quiera recordar, ya habremos llegado al primer aniversario.

—Disfrutemos del momento, que apenas llevamos menos de una semana.

—Está bien.

Reposo un beso en sus labios, cuando alguien golpea la puerta al otro lado del despacho.

—Debe de ser ella—digo sobre sus labios.

—Que se espere.

—Calma, dragón. Ya llegaremos a la isla para prender fuego todo alrededor—le prometo. Ambos soltamos una carcajada—. Lo sé, soné ridícula.

—Un poco. Pero prometedora, tal vez.

Se dirige hasta la puerta y abre. Es una de nuestras empleadas:

—Señor. Señora. Ha llegado la niñera para el viaje.

—¡Oh, claro!—me pongo de pie de inmediato—. ¡Ahora vamos! Pregúntale si quiere algo de beber o si necesita que la ayuden con algo para el viaje por mientras. Que aguarde en la sala, por favor—le indico, acercándome.

—Por supuesto—conviene y se marcha.

—Bueno, creo que ya solucionamos el inconveniente, ahora podremos prender fuego la isla tranquilos—advierte Pietro.

—Tu hijo no es un inconveniente, cariño.

—Lo sé, pero me pone feliz que haya llegado ella. Ojalá podamos confiar.

—Descuida, verás que es una chica muy dulce. Y por la edad, podría ser nuestra hija.

—¿Es mayor de edad?

—Claro que sí.

—¿Segura que alguien que tuvo problemas con la ley y una vida complicada es capaz de acompañarnos y cumplir con la tarea?

—¿Crees en las segundas oportunidades?

—Depende.

—Bueno, hoy es un sí porque en ella estará nuestra fe de trabajo con nuestro pequeño Luz. Ahora vamos a recibirla.

—¡Ja! Nuestra hija.

—Ya eres cuarentón. Un sexy cuarentón que podría tener una hija de esa edad.

—Pero soy padre primerizo de un lindo recién nacido, casado con una sexy cuarentona primeriza.

—Qué fuerte suena eso.

—Lo sé.

Ambos soltamos una risita mientras nos perdemos por el pasillo en dirección a las escaleras que conducen a la planta baja.

 



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En el texto hay: millonario, lujuria, luis avila

Editado: 26.10.2022

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