Leche y Miel

14. La Ducha

Pietro

 

Luego de la reunión online pasado el mediodía, decido tomar mi rutina de ejercicios físicos como es de costumbre.

Tengo mucho por hacer y la situación me agota un poco, sin embargo, mi circuito de entrenamiento es super conveniente para descargar las tensiones, además del método tradicional del cual me reconozco fanático desde los clamores de la carne.

La perspectiva con la que cuento en este espacio es hacia toda la playa. Aura está saliendo del agua, fiel a su perspectiva naturista, mientras que Milk yace a orillas leyendo un libro, con Luz en su carrito a un lado de ella.

Lo de anoche sí que estuvo al borde del peligro, estuve muy cerca de enseñarle cada una de mis técnicas, luego de enseñarle cómo debe hacer dormir a mi bebé. Aura llegó y ella escuchó todo en la conversación con mi esposa.

Cuando Aura se acerca a ella y se envuelve en una bata, Milk entra a la casa, y me veo en la tentación de cruzarla

Así que abandono la barra con peso, me quito el sudor de la frente con el dorso de una mano y abandono la camiseta deportiva para ir solo con mis pantalones de jogging pendiendo de mi cintura hasta la cocina, donde temía que podría estar la empleada.

Abro la puerta de la nevera y ella se asusta al volverse a mí. Al parecer, ha venido a hacer algunos emparedados.

Se asusta cuando me siente detrás y arroja el cuchillo al suelo.

—¡Señor! Perdone, me asusté.

—¿Estabas haciendo algo malo?

—No, para nada. Solo vine por algo de comida para una mediatarde como Aura me indicó, digo, como la señora Kozak me dijo.

—¿Y por qué me estás dando explicaciones a mí?

Bebo de una botella y el agua se correa hasta mi torso y los pectorales hinchados. Con el calor que llevo en el cuerpo, a ella no le cuesta en absoluto notarlo.

—Me preguntó usted—contesta.

—Es cierto. Pero hablas un poco demás.

—¿Por qué me ataca, señor?

Me confronta y esta vez sí que se me hace más divertido. Veo que sí se ha puesto un tanto contestataria.

—¿Yo atacarte? Tengo cosas más importantes que hacer con mi vida—argumento lo evidente—. Solo me ocupo de que tengas en claro que no me has convencido como puede que sí lo hayas hecho con Aura.

—¿Qué necesita?

—Sé creativa. Tienes que demostrarme que eres digna de mi confianza.

—La señora…

—Ella es tu jefa dentro de una empresa que fundó con su propio intelecto. Yo, en cambio, tengo otras reglas.

—¿Cuáles?

—Creo que hay otras maneras de que puedas ganarte una pizca de mi cariño. —Abandono el agua y saco un cartón con leche del cual bebo y me lo llevo para salir finalmente de la cocina, dejando en claro a Milk que ella puede hacer muchas cosas, menos el tratar de mentirme.

Primero, sé que no es ninguna santa, aunque haya cumplido una condena dentro de una institución ortodoxa.

En segunda instancia, es bellísima y la gente que se sabe a sí misma de ese modo, siempre anda en busca de alguna ventaja poniendo en acto sus encantos con tal de obtener beneficios en su persona.

Lo sé de primera mano.

También uso mis encantos, del modo tal que ahora debo convencerla, de que ella debe ganarse sí o sí mi confianza.


 

—Iré a darle un paseo a Luz por la isla, ¿vienes?

Aura me pregunta esto mientras permanecemos con el atardecer tras mi espalda, sentados en la mesa del patio interno de la casa y con Milk apartada para sus estrictos momentos de oración que se producen en este margen horario.

—¿A esta hora?—le pregunto.

—Sí, quiero que vea salir las luciérnagas del otro lado de la isla.

—Es un bebé recién nacido—retruco.

—Con mayor razón aún, necesita de sus propias experiencias espirituales. Es hora de salir—. Ella se pone de pie.

—Tengo que terminar con esto—le señalo el documento en mi computadora—. Tú ve, si tengo algo de tiempo entre tareas, les alcanzo. Sino, nos vemos en la cena.

—Bien, cariño. Recuerda que esta noche tenemos que estrenar lo que compré en la tienda de Shine.

—¿Ese chico sigue teniendo su juguetería para adultos?

—Y le va muy bien.

—Espero que a nosotros también nos vaya bien. Ya sabes, clientes felices…

—Así será, amor. Bueno, nos vamos.

—Les amo—confirmo y les beso en la frente a ambos antes de que terminen por salir de la casa finalmente.

Una vez a solas, percibo algunos pasos en los pasillos de las habitaciones.

Milk tendría que haber salido con Aura, pero también yo necesito que me cuiden, ¿verdad? Mi propio cuerpo empuja con fuerza, sentenciando la necesidad de complacer los placeres que la carne impone.

Esto será divertido.

Me voy a la habitación y me encierro aquí. Me doy un baño rápido porque luego del gimnasio no he cumplido con esa parte…

Al salir, le escribo a Milk que Aura ha dejado a Luz en la habitación para que lo busque así le da un baño.

Tengo la esponja preparada para tal moción.

“De inmediato, señor” me contesta.

Es cuestión de segundos hasta que golpea varias veces al otro lado de la puerta, la empuja al no obtener respuesta y escucho su voz aniñada decir:

—Hola, bebé. ¿Estás listo para un baño?

Empuja apenas un poco más y esboza con voz cantarina esta vez:

—¡A ver ese caramelo de chocolate! ¡Como pionono de vitrina!

Su voz se apaga de repente al verme de frente.

Sus ojos se abren grandes y con rudeza.

—Milk…

 



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En el texto hay: millonario, lujuria, luis avila

Editado: 26.10.2022

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