Left and Right

Capítulo 1

Ojos rasgados, nariz recta de punta redonda, y el cabello lacio peinado hacia la izquierda. Lleva lentes de armazón negro que enmarcan su mirada con una quietud particular. Su atuendo está impecable, sin una sola arruga. Las manos, delgadas y precisas, sujetan con suavidad las correas de su mochila negra. Un aura de tranquilidad lo rodea, se nota con solo verlo caminar.

Noah Yoon dirige sus pasos al interior del colegio junto con Kai, su mejor amigo, y todas las miradas están puestas sobre él.

Mi mirada está puesta sobre él.

Desprende una elegancia que me deja sin aliento cuando pasa justo frente a mí. Ni siquiera sé si es consciente de la impresión que provoca, pero se asemeja a un modelo profesional en una pasarela. Aunque estoy segura de que Noah no tiene idea de esa industria.

Me encuentro en las jardineras del patio del colegio Antoine Revelles, Nicole está al lado mío y tampoco puede evitar seguir el recorrido de Noah, tan hipnotizada como creo que estoy yo. Pero él continúa con los ojos puestos al frente, enfocado en llegar al aula sin percatarse de todos los comentarios que las chicas hacen a sus espaldas.

—¿Quién es? —pregunta alguien con tono meloso, yo tengo que voltear boca abajo el libro de arte que estoy hojeando para girar y saber de quién se trata. Es Lola Ibáñez, una compañera del club de arte.

—No lo sé, tal vez sea nuevo —Su acompañante le responde enredando sus dedos en un mechón de su cabello anaranjado.

Y yo no puedo creer que no sepan que es Noah.

Sí, se ve diferente. Pero no considero que el verano haya cambiado tanto a alguien como para dejarlo irreconocible.

De todas maneras entiendo la emoción que provoca a su alrededor. Entiendo que el corazón se me detenga y que mi estómago albergue un ejército de mariposas moviéndose con desesperación. Porque, a pesar de que Noah Yoon me ha gustado desde el primer año, debo admitir que su nuevo look me gusta. Que se ve incluso más guapo que antes y que su porte me impide respirar. Por eso la pregunta de las chicas no me parece tan descabellada, aunque en cierto modo me ofende porque, para mí, él siempre fue un chico muy atractivo.

Noah se pierde entre los demás estudiantes al llegar a la parte trasera de la escuela, y deja un alboroto que no soy capaz de asimilar. Hay muchas preguntas cruzándose entre líneas, comentarios yendo y viniendo a través del aire. Pero yo no puedo hablar. No puedo sacarme su imagen de la cabeza. Estoy boquiabierta observando hacia el punto donde se desvaneció y lo único que me devuelve al mundo real es el movimiento que Nicole ejerce sobre mi hombro para llamar mi atención. Ella me sonríe, pícara, y levanta sus delgadas cejas rubias una y otra vez con afán de molestar. Sé que lo merezco, me encuentro tan embobada que podría reírme de mí misma si me viera en este estado.

—¿Quieres un bote para tu saliva? —Se limpia la barbilla con los dedos y no puedo evitar sonreír. Por inercia le aviento una servilleta que encuentro por ahí para disimular los nervios—. ¡Ay, solo bromeaba!

—No sé a qué te refieres —Devuelvo mi libro a la posición de antes en un movimiento ágil—. Y no estoy pidiendo una respuesta.

Lo aclaro porque Nicole quiere explicarse. Soy consciente de lo que va a decir, pero hay muchas personas a mi alrededor y no me apetece participar de la revolución que la presencia de Noah ha causado en media plantilla estudiantil femenina. Le digo a mis pensamientos que no tengo por qué sorprenderme, las personas no deben pensar que su nueva imagen ha cambiado mi opinión sobre él porque sencillamente no es verdad.

Se trata de él, de su personalidad y de sus buenos modales. Se trata de su esencia, no de algo tan superficial como su físico.

—Por favor, Isabella, no puedes decirme que no te gusta cómo se ve —Nicole susurra cerca de mi oído—. Hasta a mí me gusta cómo se ve.

Me limito a levantar las cejas en forma sarcástica y a asentir con la cabeza varias veces.

—Sí, se ve increíble —digo sin alzar tanto la voz—. Pero este es el momento menos indicado para hablar de Noah.

Nicole mira a su alrededor y se sorprende. No puedo creer que no se haya percatado del entorno y de las personas que la rodean. El escándalo que hay y las chicas que vienen llegando al colegio hace todo demasiado evidente.

—¿Soy yo o parece que nadie lo reconoce?

—Bueno, es entendible —Le respondo apoyando mi barbilla sobre mi mano derecha—. Antes del verano nadie habría reparado en él.

—¡No lo creo! —exclama una chica que, deduzco, pertenece a un grado menor—. ¡Parece un modelo asiático!

—Es todo lo bueno en esta vida —Le responde una de sus amigas y el grupo comienza a reír alto.

Yo frunzo el entrecejo porque su escándalo me aturde un poco el oído. Pero siento mi corazón encogerse cuando escucho los adjetivos con que lo describen, y con que lo siguen describiendo, las próximas veinte muchachas que se dirigen al interior del colegio para atender a su primera clase del día.

¿Así se sienten los celos?

Suspiro profundamente y devuelvo mi vista a las ilustraciones del libro de arte barroco que acabo de pedir de la biblioteca esta mañana. Durante la semana pasada, en mi momento más ocioso, estuve mirando videos sobre curiosidades de las pinturas clásicas y quedé tan enganchada que le pregunté a la señorita Francine, la encargada de gestionar la entrada y salida de los libros, si tenía algo que se le pareciera y me recomendó “Detrás de la pintura”. El autor hace algo parecido al chico de los videos, es muy interesante.




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