—Quiero a Isabella.
Su voz permanece en mis oídos como una dulce melodía que alguien compuso para mí.
Aunque ya pasaron algunas horas desde entonces, me es imposible asimilar que Noah me haya elegido de entre cincuenta estudiantes para formar parte de su equipo.
A mí.
En otras circunstancias habría sido cualquier cosa. Lo sé porque los deportes no me parecen interesantes. Siempre me aburro de hacer lo mismo todo el tiempo. Trotar alrededor de la cancha, encestar el balón hasta alcanzar el mayor puntaje, hacer estiramientos, rutinas de ejercicio y sentarme en las gradas junto con Nicole y Fiona para observar a los chicos jugar fútbol. Monotonía total.
Pero es el simple hecho de que Noah me haya tomado en cuenta lo que convierte todo esto en algo especial.
Siento que, de pronto, las cosas comienzan a cambiar. Es como si este nuevo año aguardara un montón de sorpresas que todavía no tengo permitido descubrir, pero de todas formas estoy ansiosa por que sucedan.
No supe qué reacción tuve ante sus palabras, pero intenté mantenerme lo más serena posible para no levantar sospechas. Siendo sincera, por dentro me estaba muriendo de felicidad. Escuchar mi nombre provenir de sus labios provocó en mi estómago una sarta de cosquilleos de los que aún no he podido reponerme, pues la escena se sigue reproduciendo en mi cabeza mientras estoy aquí en la biblioteca del Estado, intentando leer sin poder concentrarme.
Ni siquiera me miró, de hecho, pero lo agradezco completamente porque, de lo contrario, las cosas habrían sido muy distintas.
Lo único que espero es haber tenido una reacción neutral porque, de otra manera, estaría obligada a explicarle al mundo que he sido parte del ahora club de admiradoras de Noah Yoon desde hace un par de años, y definitivamente no pienso hacerlo.
Debería llevarme un premio por haber permanecido tanto tiempo. Un lugar especial, como la líder por ejemplo.
Una sonrisa se dibuja en mis labios al acordarme de lo más relevante que sucedió hoy.
El partido entre el equipo de August y el mío estuvo bastante reñido, por lo que cuando el entrenador anunció que ellos habían ganado se formó un gran alboroto en las canchas. Supongo que por tratarse de August, la mitad de los estudiantes estaban de su lado, pero aún así nos llevamos una gran sorpresa al notar que la otra mitad se había decepcionado tanto como nosotros cuando el balón tocó el suelo de nuestro lado.
Noah simplemente se quedó parado con las manos cubriendo sus orejas, sorprendido de haber fallado el golpe que probablemente nos hubiera llevado a la victoria. En ese momento tuve una epifanía: esos a quienes nadie les daba la oportunidad, y por quienes Noah apostó esta ocasión, resultaron ser bastante buenos en el juego. Incluso Nicole, la más temerosa de esta clase de deportes, tuvo la osadía de golpear el balón un par de veces al llamado de atención de los demás compañeros. Siempre ha trabajado mejor bajo presión.
Al final nos fuimos caminando hacia las gradas, con nuestro bien merecido segundo lugar, para recoger nuestras cosas e irnos a casa. Pero justo cuando estaba a punto de cruzar el enorme portón de la entrada, sentí una mano reposar ligeramente sobre mi hombro, como si tratara de llamar mi atención pretendiendo no molestar al mismo tiempo. Así que giré mi cabeza un poco y me encontré con la mirada de Noah a escasos centímetros detrás de mí. Mi corazón dio un vuelco y por un momento me quedé sin palabras, helada por completo, con un montón de pensamientos llenos de incógnitas sin sentido que se arremolinaron sin compasión en mi cerebro.
—Fue un gran partido, jugaste increíble —espetó, sonriente, y le dio un leve apretón a mi hombro como despedida antes de marcharse.
Suelto un suspiro largo en señal de frustración. ¿Por qué no pude responderle? Lo único que hice fue observar cómo se iba junto con Kai en dirección a un auto azul que parecía bastante lujoso, intentando no ser absorbida por mis emociones. Y ahora no puedo parar de darle vueltas a esa escena en mi cerebro. Por un instante me hace sonreír, pero de pronto quisiera golpear mi cabeza contra esta mesa que tengo delante de mí.
Quizá en otro universo podrías entablar una conversación con él, me digo a mí misma porque es absurdo indagar en las razones que me llevaron a quedarme en completo silencio.
De todas formas, supongo que fue mejor así. Había mucha gente a nuestro alrededor y podíamos dar lugar a malinterpretaciones.
Dejo de mecerme en la hamaca del jardín de la biblioteca al percatarme de que el sol está a punto de ocultarse. No sé cuánto tiempo llevo aquí, pero no he podido progresar con mi lectura. Me detuve en la página número cien desde hace un rato porque mis pensamientos desvían mi atención y he tenido que regresar varias veces a leer lo que me he perdido.
Debo marcharme.
Estoy por bajarme de la hamaca cuando veo a August acercándose desde la lejanía. Viene de sus clases de alemán, lo sé porque mencionó algo al respecto el semestre pasado. Tiene planeado irse a Alemania en un par de años para continuar estudiando la universidad, quizá de intercambio, y quiere aprovechar sus tiempos libres para lograr un buen nivel en el idioma mientras todavía cursa la preparatoria.