El otoño llegó oficialmente y, con él, la escuela transformó su ambiente. En los pasillos y en la explanada del colegio hay música, aromas y sabores de todos los países representados en Hopeville.
Todos los años, durante estas fechas, el pueblo se convierte en una pequeña embajada de culturas. La sede siempre es el Jardín Solstice y ahí se encuentra de todo: estantes con platillos, objetos, juguetes, exhibiciones, vestuarios, talleres, presentaciones de bailes folklóricos y decoraciones relativas al festejo.
El espíritu del festival viste a la preparatoria con adornos de colores cálidos, y el aire desprende un olor a jengibre, canela y galletas recién horneadas. Afuera, las hojas secas que desprenden los árboles se arremolinan, alfombrando el suelo.
No se compara en nada a la gran festividad del pueblo, pero aun así es una pequeña muestra de todo lo que nos espera la siguiente semana fuera de este lugar.
Me dirijo con pasos calmados al teatro. Fiona y Nicole vienen conmigo. Me encontré con ellas en una exposición de pintura de un estudiante de primer año en los salones de arriba. Al principio, cuando las vi juntas sin saber previamente de su plan, un sentimiento extraño se alojó en mi pecho, pues no entendí por qué me dejaron fuera. La incógnita se clava en mi cerebro, pero lo dejo ir cuanto antes porque es ridículo.
Por fin llegamos al teatro: un espacio pequeño que permite a los estudiantes mostrar sus dotes artísticas, sobre todo si se trata de música.
Veo un enorme letrero en la parte trasera del escenario con el título “Show de talentos” escrito a mano en una cartulina. El lettering es maravilloso y, de seguro, las encargadas de elaborarlo fueron las chicas del club de arte.
Un cartel mediano pegado en la puerta revela una lista con el nombre de todos los números programados para los próximos dos ciclos. Durante la mañana parece que se presentarán cerca de 15 números, y luego del receso solo serán 8.
La verdad es que no pienso quedarme todo el show, quiero ir a explorar el resto de la feria allá afuera.
El teatro se encuentra casi vacío. Las personas ya comenzaron a sentarse en los lugares de su preferencia, pero aun así no hay suficiente aforo.
De todas formas no me quejo, pues tengo oportunidad suficiente para escoger en dónde sentarme junto con mis amigas.
—Yo opino que sea en medio —Fiona propone cuando llegamos al área.
El teatro no es un lugar tan grande. Solo tiene una planta y cien butacas reclinables al estilo de un cine. Todos de color rojo, acolchonados, de tela suave. Mi mamá, una confeccionista profesional, sabría más acerca de esto. A mí no se me logra adherir algo de sus conocimientos.
—¿Y si mejor vamos atrás? —Nicole señala con un gesto de súplica.
No quiero decidir. No quiero optar por ningún bando para no tener problemas con ninguna de las dos, reclamos o un “creí que éramos amigas.” Aun así, parece que yo tengo la última palabra en esta votación. Sin embargo, me encojo de hombros y espero a que Fiona ceda para sentarnos en la parte trasera.
—Oigan, tengan compasión —Fiona protesta cruzándose de brazos—. Soy débil visual.
Y todavía no entiendo por qué se niega a ir al oftalmólogo para que le prescriban sus gafas.
—Solo quieres ver mejor a Haden en el escenario —Nicole dice con ese tono que no espera respuesta.
—¡Claro que no! —Fiona finge desinterés. Pero algo en su expresión no es convincente, quizá se debe al rubor que empieza a asomarse en sus mejillas.
Haden le gusta desde hace un buen rato y creo que ni ella misma se ha dado cuenta. Sin embargo, para quienes la conocemos, es más que evidente. Y, quiero decir, creo que no la culpo. Es un tipo lindo, inteligente y muy brillante. Músico de conservatorio que casi no viene a clases porque está centrándose en su futuro, o eso es lo que dicen por ahí. Es guitarrista clásico y obtuvo la oportunidad de presentarse aquí como parte de su pequeña gira nacional. Está en el estelar, de hecho.
—Sigo pensando que es mejor idea sentarnos en la parte trasera.
—¿No te cansas de querer pasar desapercibida todo el tiempo? Así nunca conseguirás un novio —Fiona arremete, molesta. No lo está del todo, pero parece que esta conversación ya comienza a hartarla.
—¿Quién quiere un novio cuando existen los libros y el dinero?
Fiona la voltea a ver de golpe, evidentemente ofendida. Yo ahogo una risa.
Ninguna de nosotras tiene las posibilidades económicas de Nicole. No nos acercamos ni un poquito, tal vez por eso el comentario la disgusta.
Nicole viene de una familia bastante acomodada. Es una chica introvertida, sí, pero su casa está ambientada para que no tenga siquiera que desear salir de allí. Si no hace homeschool, es solo porque sus padres le pidieron que, al menos, tratara de socializar con personas reales.
Lo tiene todo, literalmente.
Nicole se da cuenta de que metió la pata, así que intenta disculparse con Fiona.
—Lo… lo lamento mucho —Se intenta acercar a ella; pero al tomarla de las manos, Fiona la aparta con brusquedad. Me quedo perpleja—. Perdóname por favor, lo que dije fue una estupidez.