Legítimo heredero

Sonrisas².

Chantal sonrió con satisfacción.

—Vaya, sí que lo has pensado rápido, créeme, has tomado una buena decisión, sigue —le señaló al interior—. Siéntate, tenemos mucho de que hablar.

Nerviosa Isabella ingresó, con recelos se sentó, comprobó la hora, su billete integrado vencería pronto.

—Yo… señorita, yo acepto su propuesta, pero tengo algunas condiciones.

Chantal se echó a reír.

—No creo que estés en la posición para exigir, las condiciones las pongo yo, firmaremos un acuerdo, esto para evitar malos entendidos, conozco los de tu clase.

—Lo siento señorita, pero no me conoce, si estoy aceptando es porqué de verdad necesito el dinero, no soy ese tipo de persona.

—Eso dicen todos, pero tus motivos o lo que seas me importa muy poco, ¿Cuántos años tienes?

—23 años, señorita.

Chantal fingió una sonrisa, era tres años menor que ella, pensó que podría manipularla a su antojo y lograr su objetivo.

—Bien, tenemos mucho de que hablar, pero lo haremos mañana, te pondré al tanto de todo, te espero aquí a primera hora, no llegues tarde y por favor evita atuendos tan poco atractivos a la vista.

Isabella se examinó, su vestuario no era de diseñadores famosos, glamuroso o costoso, pero ella se sentía cómoda y le parecía bonito.

—Yo, yo no tengo vestuario elegante, este era mi mejor atuendo.

—¡No puede ser! Si ese era el mejor, no quiero imaginar el resto, saldrás costosa, espero que des la talla, que valga la pena, voy a instruirte, cambiar tu imagen, voy a convertirte en una versión barata de mí.

Isabella suspiró resignada, observando a la mujer sentada frente a ella, pechos operados, rostro impecable, uñas y maquillaje, perfectos, cabello castaño largo y ondulado, ojos claros, esbelta.

Pensaba que era perfecta, que tenía la figura de ensueño, una modelo le quedaba corta, y aunque le causaba admiración, sentía desagradable su forma de ser.

—Me gustaría saber un poco más del señor, yo… yo no soy como usted, ¿cree que pueda funcionar?

Chantal se puso de pies, caminó hasta la ventana de su ordenada oficina.

—Sí, sé que no lo eres, jamás podría descuidarme al grado en que estás, no comprendo como pueden existir mujeres como tú, pero no importa, te he dicho que te convertiré en una versión barata de mí, en cuanto a Max, conozco sus gustos, lo conozco tanto, que estoy segura de que funcionará.

Isabella se puso de pies y se acercó.

—¿No tendré que dormir con él, verdad?

Chantal soltó una carcajada, la reparó.

—No, me encargaré de que todo pase antes de que tengan que llegar a esos extremos, se nota que estás muy enamorada del chofer; sin embargo, te haré una advertencia, evita enamorarte, por tu bienestar y el de todos los involucrados.

—Yo… yo amo a Brett, haré esto por el dinero, y si usted dice que él es un mal hombre, no creo que esté mal que hagamos esto, ¿a qué se refiere cuando dice que a todos los involucrados?

—Lo sabrás mañana, antes de que te cuente los planes a detalle, debemos firmar un acuerdo de confidencialidad, un pacto, discutiremos los puntos, te pagaré y procederemos con el plan, si alguien pregunta, eres mi nueva asistente personal, soy socia en esta compañía, Maximiliano es el gerente, su medio hermano, Brad, es el segundo al mando.

—Es una empresa grande, supongo que la familia también, ¿el hermano también es malo?

—Somos el mejor concesionario de la ciudad, del país, no, Brad es una víctima más de la ambición y maldad de Maximiliano —miró su reloj y recordó la junta—. Ya puedes irte, te espero a primera hora, consulta con tu almohada, no habrá marcha atrás, llévate el cheque para que tengas en cuenta que vale la pena, correré con todos los gastos sin descontarte de lo prometido.

—Ya he tomado la decisión, supongo que si usted dice que saldrá bien, así será.

—Ok, vete ya, si alguien pregunta, fue una entrevista laboral, serás mi nueva asistente personal.

Isabella sintió vergüenza al darse cuenta de que su billete integrado se había vencido, y podía comprar uno, pero no tendría para regresar al día siguiente.

 —¿Qué esperas? ¿Por qué sigues ahí parada?

—Yo- yo lo siento, me preguntaba si me puede prestar algo de dinero, no tengo para regresar mañana.

Isabella agachó su rostro avergonzada.

Chantal elevó su mirada, pidió paciencia.

—¿50 euros son suficientes?

—Sí, le devolveré el resto, necesito muy poco, ¿puedo preguntar algo?

—¿Ahora qué quieres?

—¿Va a despedir a Brett?

—Aún no lo sé, pero ya que es mi empleado, que te traiga mañana a primera hora.

—Ok gracias, siendo así, le devuelvo su dinero.

Chantal la miró con aires de superioridad, negó con la cabeza.

—Quédatelo, te sirve más a ti, es una muestra de lo generosa que puedo ser, ahora vete, y por favor, evita llegar tarde, es más, espera…

Se acercó a su escritorio, sacó su cartera, sacó suficiente efectivo.

—Ve alguna boutique, compra algo digno, haz con tu descuido estético lo que más puedas, mañana tendrás un día ocupado, no habrá tiempo de pasar por el salón. Trata de lucir presentable.

—Señorita, pero esto es mucho dinero.

Chantal se echó a reír, para sus extravagantes gastos, aquello era una propina de las que solía dejar en los lujosos y costosos lugares que visitaba.

—Ya vete, tengo asuntos que resolver, no me decepciones —agitó su mano, para indicarle salir de su presencia.

Isabella salió de la oficina, miró a todos lados y se metió el dinero al sostén.

Se acomodó y caminó pensando en lo que estaba haciendo, sonriendo a quienes se encontraba en su camino, se preguntaba si había hecho lo correcto, si aquella locura, era real.

Había entrado al ascensor, al dejarlo caminó a la salida aun sin salir de su asombro.

Sacudió su cabeza y se repetía que debía estar soñando. Se volteó para observar el lugar, de espaldas a la salida, seguía caminando.




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