Legítimo heredero

Influencias³.

Maximiliano había ingresado a la sala de juntas, donde se dispuso a esperar que ingresara el personal. La primera en hacerlo fue Chantal, quien se sentó en el lugar que solía ocupar el medio hermano de Maximiliano, con el cual no tenían la mejor relación.

Había llegado el personal restante, Maximiliano comenzó la exigente junta, mientras el hombre dejaba notar su carácter demandante, Isabella se encontraba en el salón, había salido nerviosa y con remordimiento del concesionario, pero después de haber comprado algunas prendas, aquel sentimiento desapareció.

Maximiliano no dudó en poner como mal ejemplo, la decisión de Chantal, dejando claro era el tipo de comportamiento que no estaba dispuesto a permitir en la empresa.

—Si todos han comprendido lo que he explicado y que mi autoridad está por encima de todos en esta empresa, pueden volver a sus lugares.

Todos se retiraron, menos Chantal, quien lo miraba disimulando su molestia.

—Aún estoy a tiempo de despedirla Maximiliano, si tanto te molesta.

—Retírate Chantal, para la próxima comenta conmigo antes de decidir, no después de hacerlo, déjame solo.

—Es una buena chica, quise darle la oportunidad.

—Esperemos que siga siéndolo a tu lado, ahora déjame solo —dijo con su atención puesta en unos documentos.

—Maximiliano, no quiero ser tu enemiga, sé que cometí un error, pero…

—Déjame solo y cierra al salir.

Ella quiso insistir.

—¿Qué parte de dejarme solo, no estás entendiendo Chantal?

Levantó su rostro y le clavó una mirada fulminante.

—Ok, lo siento, Maximiliano.

Airada salió del lugar.

«Te van a salir muy caras tus humillaciones, juro que me las vas a pagar, que te vas a arrepentir Maximiliano»

Decidió llamar a Brad para avisarle lo esperaría en casa.

Cansada de caminar con sus compras y cambio estético, Isabella abordó un taxi a su casa, el metro se tardaría y quería llegar para hablar con Brett.

Al llegar lo escuchó en la ducha y dejó todo.

—Brett, hola, ya estoy aquí, tenemos que hablar.

—¿Aceptaste la propuesta de mi jefa? —sacó su rostro cubierto de espuma.

—Lo hice, pero estoy dudándolo aún, no sé si hice lo correcto, no hablamos de que tengo novio, como voy a casarme, ¿no te molesta eso?

—Por supuesto que sí, y no soy tu novio, soy tu marido, de amor no se vive y lo has comprobado, si ella está tan loca para pagarte por algo así, yo puedo tolerar verte con otro —ven, acércate, le sujetó el mentón—. Lo hago por el dinero, ya sabes que eres mía y solo mía, ten claro tu papel en este asunto, cuéntame bien.

Él le soltó el mentón y ella procedió a explicarle lo poco que había comprendido, reclamó su mentira y este se justificó diciendo estaba cansado.

—Es cierto, ese tipo no tiene pinta de ser bueno, es una buena opción que aceptes, es mucho dinero, nos servirá, sé que no vas a fijarte en ese tipo, tiene ínfulas de Dios, he visto como trata a los empleados, es un hombre frío y sin escrúpulos, cree que vale más por su dinero, no le des importancia a si lo merece, solo piensa en lo que ganaremos, nos iremos de vacaciones, compraremos muchas cosas.

Isabella no tuvo la misma percepción del hombre, le pareció extraño, como lo describían, pero no quiso mencionar nada, para evitar una discusión con Brett.

—Tráeme el teléfono, están llamando —le pidió sacando el rostro de nuevo.

Ella lo hizo, triste porqué Brett no había notado los retoques que se había hecho a su cabello, los procedimientos faciales y arreglo de uñas.

Isabella sabía que no era sano lo que tenían, pero sentía amarlo, tenía la esperanza de que el hombre del que se había enamorado, que la había ilusionado y mostrado un mundo mágico, regresara en algún momento.

—Ahora resulta que seré tu chofer, no me han despedido, veo que compraste cosas, ¿te quedó dinero?

—Sí, eso lo mencionó tu jefa, ¿es una mujer muy superficial, no crees? Es hermosa, pero carece de empatía.

—La vida de esos ricos me vale un cacahuate, dame del dinero que te sobró, saldré.

—¿Vas a salir? ¿A dónde vas?

—Solo dame el dinero Isa, volveré más tarde, te daré una sorpresa, lo prometo —se portó cariñoso para convencerla.

—Oye Brett espera, no, no puedes llevarte todo ese dinero, no es mío, iba a devolverlo.

La ignoró, le dio un beso y salió seguido por ella reclamándole.

Isabella regresó y se tiró a la cama, empezó a pensar de nuevo en lo que había aceptado.

Suspiró y no pudo evitar pensar en Maximiliano.

«Basta, es un mal hombre, no puedes sentir pena por él, por lo que vas a hacer» pensó y se levantó para evitar seguir al darse cuenta de que tenía una relación con uno no muy sano.

Mientras revisaba documentos, Maximiliano no pudo evitar recordarla, le había parecido una mujer diferente y no solo por su vestuario y físico, vio en ella algo que le agradó, sonrió al recordarla huyendo.

—Maximiliano Smirnov sonriendo, ¿qué te tiene de tan buenos ánimos?

Negó con la cabeza y se levantó para estrechar la mano de su amigo.

—¿Qué haces aquí, Leonid?

—¿Es el modo de recibir a tu amigo y mano derecha?

—No avisaste que venías, y sueles hacerlo, ¿algo importante?

—Nada —apartó la silla y se sentó cruzándose de piernas—. Estás de ánimos, quizás quieras ir a pasar el rato, tengo unas amigas.

—Conoces mi respuesta, no me interesa perder mi tiempo de esa manera, Leonid.

—No es perder el tiempo, mi amigo, es divertirse, no puedes dedicarte al trabajo, estás joven, no puedes permitir que lo que te hizo Chantal límite tu vida, por lo menos no tus relaciones.

—No exageres, Chantal es pasado, aunque se empeñe en seguir cerca, hablando de ella, contrató una asistente personal, ¿puedes creerlo?

—Lo que no puedo creer es que lo hayas permitido, Maximiliano.

—La chica parece una buena mujer, puede que necesite el empleo, no tenía sentido pedirle que la despidiera.




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