Con la intención de convencerlo se había entregado a él, como lo había hecho en otras ocasiones, aun cuando no sentía la más mínima atracción por él, solía conseguir lo que deseaba después de estar en sus brazos, lograba manipularlo.
Las horas pasaban, Isabella se había quedado dormida esperando a Brett y la sorpresa que le había dicho le daría.
Maximiliano se encontraba aburrido en el lugar al que su amigo lo había llevado, rechazando a los diferentes tipos de mujeres que se ponían a su disposición.
Decidió beber, para no irse y quedarle mal a su amigo, quien parecía estar pasándola bien.
—¿No estás casada o sí? —preguntó a la joven por la que finalmente se decidió a llevársela para quitarse la mirada de su amigo de encima.
Pudiendo conducir se la llevó a un hotel cercano.
La mujer quiso seducirlo y le pidió detenerse.
—¿Qué le sucede? ¿Es usted homosexual? —tensa por no saber cómo actuar, preguntó.
Con una sonrisa y mientras se servía un trago, respondió que no, agregando una pregunta, qué dado a su Italiano básico, la mujer no comprendió, no hablaba otro idioma.
Le ofreció un trago y preguntó por el motivo de su trabajo, la mujer seguía sin comprender, sonriendo falsamente, aparentando que lo hacía.
Maximiliano escribió en su móvil que podía quedarse a descansar en el hotel, que él lo pagaría, al saber su oficio, le pagó un poco más de lo que costaban sus servicios, se despidió y salió del hotel, con dirección a su casa.
Al llegar bebió un poco, se sentó en su oscura sala, mientras bebía pensaba, encontrando en sus recuerdos la sonrisa de Isabella al escuchar su acento.
«Un poco torpe, pero hermosa, no sé tu nombre, mujer de los accidentes»
Esbozó una sonrisa, bebió el último sorbo y decidió ducharse.
El recuerdo de Isabella le fue arrebatado por una ola de malos recuerdos, por haber descubierto a Chantal en su cama con otro hombre una semana antes de la boda.
Salió de la ducha, mientras secaba su cabello, recordaba su promesa, ninguna mujer volvería a conocer su lado débil, ninguna sería digna de su amor.
Finalmente, se fue a la cama, en dónde intentó dormir, no podía lograrlo, sus pensamientos lo llevaban una y otra vez a la sonrisa de Isabella, lo inquietaba, se obligó a dormir.
Brett, no solo había olvidado la sorpresa que había mencionado a Isabella, había gastado todo el dinero, había llegado ebrio a casa, al llegar y verla, empezó a tocarla, con la intención de intimar.
—No me toques Brett, no quiero estar contigo, me quedé esperando como una estúpida, mira la hora en que llegas.
—Ya no te molestes, estaba bebiendo, necesito aceptar que te veré con otro, pero sé que lo harás por nosotros, Isa, tienes que entender, me siento frustrado al no poder darte lo que mereces, sabes que te amo.
Ella le restó importancia y se fingió dormida, esa excusa ya la había escuchado un sinfín de veces.
Brett insistió, sin lograr que la mujer cediera ante sus deseos de tenerla.
Chantal se había levantado temprano, dejando en su cama y casa a Brad, aún dormido.
No dudó en llamar a Brett, consiguiendo que respondiera Isabella, quien se encontraba preparando el desayuno, le recordó que la esperaba, mencionó ella estar dirigiéndose al concesionario.
Al terminar la llamada, Isabella despertó a Brett, para después ir a la ducha, donde este la alcanzó, logrando su cometido, saliendo de la ducha justo cuando aquella empezaba a disfrutar el momento.
Isabella tuvo que apagar por sí sola, como de costumbre, la llama que Brett solía encender y no apagar, sin conocer el placer de un orgasmo provocado por su pareja, no más que con la intimidad a medias, que conocía, por parte del único que la había tenido, Isabella se conformaba con lo que recibía, era algo normal para ella.
Con una falda a juego con los tacones no muy altos que había decidido usar, Isabella frente al espejo intentaba decidir qué blusa.
—No lo pienses tanto, solo escoge cualquiera, no te comportes como si de verdad te interesase llamar la atención del tipo ese.
—No lo hago por él, tu jefa me exigió estar bien presentada, sabes perfectamente que no tienes motivos para sentirte celoso, debería estar molesta, llegaste ebrio, sin sorpresa, sin dinero, ahora debo justificar ante tu jefa haber gastado tanto.
—Tengo mis motivos Isa —afirmó mientras desayunaba—. No es fácil imaginar verte coquetearle a otro, te devolveré el dinero, supongo que deberás decir que soy tu primo o algo relacionado, Isa mírame.
—Me estoy maquillando Brett, solo dilo, te estoy escuchando.
—Ok, solo quiero advertirte que sabes que me perteneces, que eres mía, ese hombre tiene dinero, no te atrevas a dejarme por él, porque sabes de lo que soy capaz por ti, acepto esto por el dinero, porqué lo necesitamos.
—No me amenaces Brett y te he dicho que no eres mi dueño, tengo claro lo que voy a hacer, aunque no me haya explicado bien la mujer, lávate los dientes, debemos irnos, tienes suerte de que no te corra tu jefa, debiste haber ido por el auto, de recogerla y pasar por mí.
—Supongo que ahora soy importante y necesario para ella, tengo unos euros, podemos ir en taxi, así llegas temprano.
Isabella terminó de maquillarse, y salió dejando sorprendido a Brett, quien le hizo un par de cumplidos, haciéndola tener fe de que podía recuperar ese hombre del que se había enamorado.
Se puso un poco del perfume que había adquirido y recogió lo necesario, Brett solicitó el servicio.
De no muy buenos ánimos, Maximiliano, después de una exigente rutina de ejercicios, se duchó para dejar la casa.
Mientras conducía, se ponía al día con asuntos laborales.
Al llegar estacionó y salió aún en su llamada, mientras se dirigía al interior del concesionario.
Del mismo modo en que lo hacía Isabella, quien sentía iba unos minutos tarde, intentando correr con los zapatos altos, esta no se percató y se chocó de nuevo al intentar ingresar al mismo tiempo que Maximiliano.