Maximiliano no pudo disimular que no le había agradado la nueva apariencia de Isabella, aunque no se veía mal, parecía un cambio a su esencia, pensó que tal vez estaba exagerando.
—Hola, ¿así que te llamas Isabella, mujer de los accidentes?
Dibujó una sonrisa en su rostro y asintió para afirmar.
—Te ves diferente, Isabella, ¿qué necesitas?
Ella dio la impresión de que no había escuchado la pregunta.
—¡Isabella! ¿Qué te trae a mi oficina?
—Oh, claro, lo siento, venía a dejar estos documentos, Chantal me lo pidió, ¿está bien que te tuteé verdad?
—Si, por supuesto, puedes tutearme, déjame echar una ojeada a los documentos, ¿te mencionó Chantal que debía hacer con ellos? —extendió su mano y al cogerlos rozó la de ella.
Aquel contacto, sin importancia, puso nerviosa a Isabella, el hombre no dejaba de mirarla, parecía analizarla y su carácter era débil para sostener una mirada tan penetrante y a la vez tan inexpresiva.
—¿Qué sucede? Isabella, te ves nerviosa.
—Nada, yo solo te miraba.
—¿Alguna razón?
—Tus ojos, tienen un color hermoso, aunque parecen inexpresivos.
—Ok, buena percepción, no comprendo por qué estos documentos, no tienen nada que ver conmigo, llévatelos, no tengo tiempo que perder, dile a tu jefa que debería estar ocupándose en algo en lugar de estar adorándose las uñas.
Le extendió los documentos y ella los recibió sin decir nada, no tuvo excusa para permanecer. Mostrando completo desinterés, le ordenó salir de su oficina forzando su cortesía.
Isabella se quedó a observarlo unos minutos y mientras lo hacía, pensaba en lo difícil que tendría su objetivo.
—¿Necesitas algo más Isabella?
Negó con la cabeza.
—Ok, no perdamos el tiempo, déjame solo, por favor, tengo trabajo que hacer.
—¿Quieres que te traiga un café?
Levantó el rostro para encontrarse con la sonrisa tierna de la necia mujer.
—No, Isabella, no quiero un café, si quisiera uno lo pediría al área encargada, vuelve a tu lugar.
—¿Estás seguro?
Se levantó un poco impaciente, rodeó su escritorio hasta quedar frente a ella.
—¿Qué crees que haces? —se movió dos pasos adelante buscando ponerla nerviosa—. Te pedí dejarme solo, pero insistes en hacernos perder el tiempo.
Había logrado su objetivo, la puso nerviosa, Isabella tambaleo al tratar de retroceder pasos para alejarse.
—Eres un poco torpe Isabella o te hace falta equilibrio, vives de accidentes en accidentes —la sujetó por la cintura acercándola a él—. Espero que no se te convierta en costumbre que te atrape para evitarte caídas, o seguirme chocando.
Ella permaneció en silencio, perdida en esa mirada inexpresiva, en esos ojos azules.
—Tienes unos hermosos ojos marrones, Isabella —no pudo evitar decir y procedió a acercarla más a él, logrando un roce de sus labios.
—Tengo que irme —se apartó recogiendo los documentos y salió corriendo del lugar.
«Cálmate, Isa, cálmate, no puedes actuar como si no estuvieras con el amor de tu vida, si Brett me hubiera visto seguro que se hubieran ido a los golpes»
Chantal abrió antes de que Isabella pudiera llamar a la puerta, la vio tan nerviosa y ruborizada que supuso que había funcionado.
—¿Y bien? ¿Qué ha pasado?
—Lo siento, señorita, pero no creo que vaya a funcionar, puedo hacer otro trabajo para usted. Es un hombre extraño, no le ha gustado mi atuendo, ha dicho que me veo diferente y…
—Shhh, cállate, significa que prefiere la versión ordinaria de ti, ok, eso nos ahorra mucho tiempo.
Se sentó y procedió a contarle quién solía ser Maximiliano, lo que ella había conocido como sus puntos débiles.
Confundida por tanta información y con una idea mal fundada del hombre, Isabella aseguró tener claro el objetivo y dijo estar lista para actuar.
—Muy bien, desde hoy vas a buscar cualquier excusa para estar cerca a él, recuerda que el objetivo es enamorarlo, lograr que te prometa, debemos hacerlo en tiempo récord, usa cualquier medio, pero consíguelo.
—¿Cualquier medio? Tengo una relación, no iré más allá de besos con el señor, y eso sí son necesarios, señorita.
—Por supuesto, no me interesa ni espero que pase más, pero deberías considerarlo una posibilidad, recuerda que tenemos un acuerdo y aunque no se haya estipulado un tiempo, debe ser cuanto antes, ¿Qué te pasa, por qué me miras así?
—¿De verdad fue tan malo con usted? Es decir, todo esto parece una locura, el que pague tanto y que quiera verlo casado, no lo sé, no se me hace una buena forma de desquitarse, además, no parece ser tan malo, solo tiene carácter.
—Es venganza, créeme, y no, no es un buen hombre, ya se los expliqué, él merece pagar, no hagas más preguntas y ve a cumplir con tu trabajo, suficiente te estoy pagando, ve ahora con estos documentos y consigue algún avance, sé coqueta, demuestra tu interés.
—Señorita, pero me dijo que sabía que le gustaba, me ha dado mucha información, pero en ese campo estoy nula.
—Solo ve ahí y sé tú, sé coqueta, hazte la víctima, lo que sea, pero consigue avanzar rápido, tienes un mes para conseguir que se interese en ti.
—¡Un mes! —exclamó poniéndose de pies.
—Así es, no pierdas tiempo, estos son documentos que si debe revisar y firmar, llévalos y di que te equivocaste y vuelve aquí con un avance.
Disimuló el hondo suspiro, recogió los documentos y salió dejándola en una llamada.
Isabella caminó a la oficina del Ruso, sin idea de como conseguir dicho avance.
Se paró frente a la oficina, levantó su mano con la intención de llamar a la puerta, pero se detuvo al no sentirse preparada, se acercó y apoyó su frente contra la puerta, misma que Maximiliano abrió logrando que esta se le fuese encima.
—¡Tú! —exclamó con ella sobre él.
—Hola —una sonrisa genuina se dibujó en su rostro, al ver el ceño fruncido del hombre.
Él sonrió del mismo modo, dejó caer su cabeza, pidió paciencia y volvió a mirarla.