—Muy bien, terminemos aquí y nos iremos a almorzar, Isabella…
Ella sonrió, él le explicó de manera resumida como ordenar los documentos, le pidió sentarse y se hizo a su lado, nerviosa, Isabella empezó a ordenar los documentos.
Maximiliano no conseguía quitarle la mirada de encima, haciendo que esta se sintiera más nerviosa.
—No me cuadra este documento, es diferente a todos y no sé en qué pila ponerlo.
—Es muy fácil —se acercó para agobiarse muy cerca a ella—. Te fijas en su referencia, si pones atención aquí… ¿Lo ves? Es igual a la de estos.
Isabella levantó el rostro para mirarlo, sostuvieron sus miradas por unos minutos.
—Tienes un rostro muy expresivo, Isabella.
—¿De verdad lo crees, Maximiliano?
—¿Estás en una relación o saliendo con alguien? —preguntó antes de asentir, para evitarse malos entendidos.
—Yo… yo no estoy saliendo con nadie.
—Eso podría cambiar, si me dices que la razón de tu nerviosismo es porque de algún modo te llamo la atención.
Isabella tragó grueso ante lo directo del hombre, se preguntó si aquello, además de un mal hombre, lo hacía un don juan.
—¿Quieres salir conmigo? —cuestionó ella sosteniéndole la mirada.
Él asintió poniendo ambas manos en sus bolsillos.
—Pero… pero si no me conoces.
Empezó a reírse mientras la miraba negando con la cabeza.
—La mejor forma de conocerse es compartiendo, si vas a estar en mi empresa, me gustaría por lo menos saber si eres alguien de confianza, no lo veas como una cita si es que no te gusta la idea.
—¡Me encanta! —respondió espontánea.
La miró risueño, ella agachó su rostro nerviosa, se dispuso a seguir ordenando los documentos, fingiendo no se percataba de su presencia.
Maximiliano seguía de pies en la esquina, con ambas manos en sus bolsillos, viendo como la mujer evitaba mirarlo, ella seguía fingiendo que no se percataba del modo observador en que estaba siendo mirada.
—He terminado, gracias por la ayuda, Maximiliano, no tenías porqué siendo el jefe de mi jefa, mi jefe superior.
—Ok, ¿vamos a almorzar? ¿Algún lugar al que te gustaría ir?
Ella se encogió de hombros.
—Bien, conozco un lugar, adelántate, recogeré algunas cosas en mi oficina.
Isabella sonrió sin moverse, él preguntó si estaba bien, ella asintió y dijo que se retocaría el maquillaje, él procedió a salir de la oficina.
Isabella llamó a Chantal, quería saber si tenía alguna recomendación, obtuvo como respuesta ser coqueta, no olvidar su objetivo, la llamada fue dejada sin que pudiera decir nada. Un poco confundida, Isabella salió de la oficina.
Chantal había salido del lugar en que había pedido a Brett detenerse y subió al auto.
—¿Qué tan ambicioso eres?
—Por la plata baila el perro señorita, nomas dígame que necesita.
—Estaría dispuesta a pagarte muy bien por tu ayuda, vigilar y controlar a tu novia.
—¿Controlar? Sea directa señorita.
—Ya lo irás comprendiendo, se ve que eres más sensato y ambicioso que ella, si todo sale bien les pagaré mucho más, tú puedes contribuir a que todo sea más rápido, evitando celos sin sentido, convéncela de que todo saldrá bien, conoces a Maximiliano y sé que sabes que no es tan malo como se lo quiero hacer creer, lo que quiero es que te asegures de que ella crea que Max se merece lo que estamos haciendo y tal vez puedas tener más que dinero, he visto como me miras, tal vez podríamos pasarla bien tú y yo —dijo con la intención de asegurarse de tenerlo de su lado.
—¿Usted y yo? —tragó saliva cuando la mujer asintió.
—Por supuesto, podemos ser más que cómplices, me gusta divertirme y estoy segura de que te hace falta una verdadera mujer, ¿te gusta mi propuesta?
—Por supuesto que me gusta y cuente conmigo, Isabella me ama, tengo el control sobre ella, hará lo que yo pida y cuando lo pida.
—Ok, es lo que necesitamos, que la puedas controlar, que haga lo que necesito, tendrás tu recompensa y si te comportas bien, puede mejorar.
Brett sonrió y permaneció en silencio cuando Chantal recibió la llamada de Brad, diciendo la estaba esperando.
—Te ves nerviosa Isabella, ¿está todo bien?
Ella asintió con la cabeza sin mirarlo al rostro.
—No temas, estamos en mi auto, por ahora a solas, no te haré nada, no soy un mal hombre, lo que se dice de nosotros los rusos, no es del todo cierto.
—¿No eres malo?
—No diría que lo soy, suelo dar lo que recibo, tengo un temperamento, no siempre fue así, la vida nos pone situaciones que nos hacen endurecer nuestro carácter, tú no me pareces una mala mujer, puedo percibirlo, me gusta tu esencia Isabella, a pocas personas suelo decirlo.
Ella fingió una sonrisa, asumió que estaba fingiendo como se lo había dicho Chantal.
Permanecieron en silencio hasta que llegaron, él se bajó para abrirle la puerta del auto, actos que solo eran una actuación para Isabella, quien había optado por creer en la versión que Chantal le había vendido.
Habían entrado al restaurante, sus órdenes fueron tomadas, él le dejó saber que era su platillo favorito, a ella no parecía importarle muchos esos detalles, solo fingía sonrisas y respondía cuando era necesario.
—Mientras esperamos las órdenes, podrías hablarme de ti, Isabella, contarme un poco de tu vida.
Bebió un poco de agua.
—Mi vida no es interesante, no hay mucho que decir, vivo con un primo y su novia —mintió y volvió a beber al no estar acostumbrada—. No tengo estudios superiores, mi familia es pequeña, no tengo muchos amigos, eso es todo.
—Ok, ¿qué tal tu vida amorosa? No respondas si te incomoda, es curiosidad.
—¿Por qué me invitaste aquí, Maximiliano?
—Amabilidad —respondió con simpleza.
Ella se quedó mirándolo dudosa, su respuesta no pareció convencerla, ella esperaba algo más.
—Ok, seré honesto, te invité con la intención de saber si Chantal te está usando para vigilar mis movimientos, lo que me lleva a pedirte ser honesta. ¿Tienen algún complot en mí contra Chantal y tú?