Leonidas

La tierra desconocida

El impacto contra el suelo fue brutal. Leónidas, aunque inmortal, no estaba preparado para el choque de aterrizar en un mundo completamente ajeno, un lugar que no conocía y que jamás había imaginado. Su caída fue tan profunda que la tierra tembló a su alrededor, y por un momento pensó que el suelo entero se partiría en dos. La atmósfera era densa, diferente a la que estaba acostumbrado en los cielos, y su visión se nubló por la tormenta de arena que lo rodeaba. La espada que siempre llevaba consigo, símbolo de su poder divino, no pudo resistir la violencia del impacto.

Al levantarse del polvo, lo primero que notó fue que algo faltaba. Su espada, el único objeto que le daba su poder completo, ya no estaba con él. La sensación de vulnerabilidad era extraña, casi insoportable. Sin su arma, su fuerza, resistencia y habilidad en combate se veían reducidas a la mitad. El vasto desierto que se extendía frente a él no ayudaba en nada a su desconcierto. No sabía dónde estaba ni cómo había llegado allí, solo sabía que había sido exiliado de los cielos por Lucifer, y ahora se encontraba atrapado en un mundo donde su poder se sentía limitado, mermado.

Con la mirada perdida en el horizonte, vio las primeras señales de vida: un pequeño pueblo en la distancia. Pero no podía permitirse ir a pie. Aunque su velocidad era increíblemente rápida, el calor abrasador del desierto y la falta de recursos eran una amenaza inmediata. Necesitaba llegar al pueblo con rapidez, pero no podía caminar. Necesitaba algo más. Necesitaba un vehículo, algo que lo transportara rápidamente a su destino.

La solución le llegó cuando avistó un automóvil estacionado junto a un estrecho camino de tierra. En ese momento, el instinto de supervivencia se apoderó de él. Aunque no era necesario robar, la urgencia de encontrar respuestas lo empujaba a actuar sin pensar. Caminó hacia el vehículo con una decisión fría y calculada, y antes de que el conductor pudiera reaccionar, había tomado el control. En un abrir y cerrar de ojos, el coche arrancó y se adentró en el desierto, levantando una nube de polvo detrás de él.

A medida que avanzaba, la realidad de su situación comenzaba a asentarse. No solo había sido exiliado, sino que había perdido su espada, su único vínculo con su antiguo poder, y se encontraba solo en un mundo desconocido. A pesar de su naturaleza divina, se encontraba vulnerable, sin saber cómo restablecer su fuerza, ni mucho menos cómo encontrar su camino de regreso al cielo.

El automóvil, que avanzaba a gran velocidad, lo llevó finalmente hasta la pequeña ciudad. Allí, encontró un refugio rudimentario en una posada, donde se desplomó en una cama improvisada, agotado tanto física como mentalmente. A pesar de su condición, una parte de él seguía alerta, en espera de cualquier amenaza. No podía confiar en nadie, no en este mundo tan distinto al que conocía.

De madrugada, al despertar, sus pensamientos se dirigieron nuevamente a su espada. Sabía que, sin ella, su propósito de detener el apocalipsis y la amenaza de Lucifer se había complicado enormemente. Necesitaba encontrarla, y para eso, debía rastrear sus propios recuerdos, intentar averiguar cómo había perdido su arma en el impacto.

Mientras tanto, en las calles de la ciudad, el murmullo de los habitantes se hacía cada vez más fuerte, pero él permanecía encerrado en su habitación, sin poder relajarse. No sabía cuánto tiempo llevaría encontrar su espada, pero estaba decidido a hacerlo. Nada podría detenerlo, no importa cuán vulnerable se sintiera sin ella.

El sol comenzaba a ponerse en el horizonte, y Leónidas miraba por la ventana de su refugio. La sensación de estar atrapado en una dimensión desconocida, con su destino incierto, lo atormentaba, pero lo que más le pesaba era el vacío sin su espada. Sabía que, para recuperar su poder y enfrentarse a la amenaza de Lucifer, debía encontrarla.

Y así, con una determinación renovada, comenzó su búsqueda en un mundo que no entendía, mientras su destino se tejía en una red de secretos y fuerzas más allá de su control.



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Editado: 06.03.2025

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