Leonidas

El general Zac

Zac, el implacable general ruso, observaba desde su oficina la pantalla que proyectaba la imagen de sus cazadores fallando estrepitosamente en su misión. Los informes eran claros: Vraxus, Kael y Mira, todos ellos habían sido derrotados por dos individuos que, aunque poderosos, no eran ni la mitad de lo que Zac había anticipado. Esa sensación de control absoluto que siempre había tenido sobre el mundo estaba empezando a desmoronarse.

El rostro de Zac se tornó grave al escuchar el informe final. La información de la localización de los fugitivos era cada vez más vaga, pero el general no estaba dispuesto a dejar escapar la oportunidad. Sabía que si dejaba que Leónidas y Rhaizen se quedaran libres, sería el comienzo de su caída. No solo por la espada, sino porque algo más profundo les unía a ambos. Algo que Zac aún no entendía, pero que necesitaba descubrir a toda costa.

Decidido a resolver la situación de una vez por todas, Zac llamó a sus subordinados y dio las órdenes:

—Preparen todo el ejército. Vamos a capturarlos, y esta vez, no habrá escape. Me aseguraré de que no haya otra oportunidad para que se interrumpa nuestros planes. Llevaré a toda la fuerza de Rusia, todos los buques de guerra y todo lo que tengamos a nuestra disposición. Este es un asunto personal.

Mientras Zac planeaba su ofensiva, Leónidas y Rhaizen seguían buscando respuestas sobre lo que se les venía. Después de su victoria sobre los cazadores, los dos sabían que algo mucho peor estaba por llegar, y que no podían permitirse bajar la guardia. La amenaza de Zac y el poder que ya había demostrado con su ejército no era algo que pudieran ignorar.

Lo que no sabían era que el general ruso, armado con un ejército completo, ya estaba en camino.

El rugir de los motores de los buques de guerra de Zac llenaba el aire. Decenas de aeronaves sobrevolaban el horizonte, una flota imponente y organizada que se desplazaba rápidamente hacia Coahuila. En el suelo, los tanques y vehículos blindados comenzaban a formar una línea de asedio mientras las fuerzas terrestres avanzaban, preparándose para capturar a los fugitivos.

Zac no iba a permitir otro fracaso. Sabía que necesitaba darles una lección a Leónidas y Rhaizen, y que esta vez, los dejaría sin oportunidad de escapar.

—No se tratará de una pelea, sino de una ejecución —dijo Zac, observando el despliegue desde la pantalla de su oficina mientras su rostro permanecía impasible.

En el desierto de Coahuila, Leónidas y Rhaizen fueron alertados de inmediato. La vibración de la tierra bajo sus pies, el sonido ensordecedor de los aviones y los vehículos militares a lo lejos les indicó que la amenaza ya estaba sobre ellos. Miraron al horizonte, donde una nube de polvo y fuego se alzaba por el avance imparable de las fuerzas de Zac.

Rhaizen apretó los dientes, preparándose para lo que sabía sería la batalla más difícil hasta el momento. Leónidas, aunque más confiado por la recuperación de su espada, también comprendía que se enfrentaban a un enemigo que no solo era formidable, sino que había llegado con toda la maquinaria bélica de Rusia.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Rhaizen, mirando a Leónidas.

Leónidas lo observó brevemente antes de responder.

—Luchamos. Pero si no podemos ganar, nos aseguramos de que ellos no salgan de aquí con vida. No voy a dejar que Zac nos use como piezas en su ajedrez. Ya hemos llegado demasiado lejos.

Rhaizen asintió, la tensión palpable en sus hombros. Sabía que esto no iba a ser fácil. Pero estaba listo para luchar.

El ejército de Zac llegó a su ubicación y comenzó a rodear el área. Rápidamente se desplegaron tropas terrestres mientras los buques de guerra se posicionaban en el aire. Las primeras líneas de soldados avanzaron rápidamente hacia los dos hombres, armados con rifles, lanzagranadas y equipos de asalto de última tecnología.

Leónidas y Rhaizen, aunque inicialmente tomaron una postura defensiva, pronto se dieron cuenta de que no se trataría solo de soldados comunes. Estaban siendo atacados por una fuerza militar enorme, un ejército entero.

—¡Mantened la formación! —gritó Zac a través de su comunicador, observando desde su propio buque de guerra flotante, que estaba elevado en el aire, supervisando la ofensiva.

Los disparos comenzaron a lloviznar sobre Leónidas y Rhaizen, pero los dos combatientes respondieron con una violencia inusitada. Leónidas, usando su espada, desvió los disparos con facilidad, mientras Rhaizen se movía con agilidad, evitando ser alcanzado y atacando con su espada a los soldados que intentaban rodearlos.

Vraxus, que había regresado junto con los refuerzos de Zac, observaba la escena desde una de las aeronaves. Sabía que esta era la última oportunidad para atrapar a los dos fugitivos y, aunque había experimentado su derrota anteriormente, confiaba en la potencia de las fuerzas que ahora le respaldaban. La batalla estaba lejos de terminar.

Rhaizen y Leónidas lucharon juntos, cada golpe de la espada y cada movimiento calculado. Sin embargo, por mucho que se defendieran, los soldados de Zac no dejaban de llegar. Los hombres y mujeres entrenados que Zac había desplegado eran expertos en el combate, y pronto, la situación comenzó a volverse insostenible.

Cuando la última de las fuerzas terrestres avanzó, Zac se sintió más confiado. Entonces, se dio la orden: atrapenlos vivos.

Zac, al estar preparado con toda su maquinaria bélica, no dejó lugar para que Leónidas y Rhaizen pudieran reaccionar. Utilizando tecnología avanzada, ordenó que se lanzaran bombas de aturdimiento, aquellas que emitían una gran cantidad de energía capaz de neutralizar a los combatientes más poderosos.

Rhaizen y Leónidas, agotados por la lucha, intentaron evadirlas, pero la fuerza de los proyectiles fue demasiado para ellos. El aire se llenó de una fuerte vibración que los hizo caer al suelo, aturdidos, incapaces de reaccionar.

Antes de que pudieran levantarse, las tropas de Zac avanzaron rápidamente y los rodearon, asegurándose de que no pudieran escapar. Los dos héroes fueron rápidamente sometidos, sus cuerpos atados y controlados por fuerzas eléctricas y de contención.



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Editado: 06.03.2025

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