Día 1. Lunes.
– ¿Crees qué deberíamos de haber hecho eso? – Preguntó David tras cruzar el portal y mirando directamente a Emily sin hacer cado a lo que le rodeaba.
– ¿Quieres mirar a tu alrededor? – Emily le agarró por los hombros y giró a su chico en 180 grados.
Entonces, David abrió los ojos como platos al ver la playa paradisiaca que había enfrente. Tenía forma de C, estaba desértica, todo estaba rodeado de arboles muy frondosos y el agua era muy transparente. De hecho, casi se podía ver el fondo del mar. Aunque hubo otra cosa que le chocó más, la buena temperatura que hacía y que estaba acompañado de una ligera brisa. Fue en ese momento, cuando notó como tenia calor, y es que claro, iba con cazadora porque hasta hace nada estaban en la Antártida, por lo que se empezó a quitar capas como si fuese una cebolla.
– ¿Quieres meterte en el agua? – Le preguntó Emily quitándose todas las prendas, quedándose en ropa interior.
– ¡Emily! – David se avergonzó al verla así, ya que era la primera vez que la veía con tan poca ropa –. ¿En dónde estamos? ¿No debería de haber más gente? – Cambió de tema echando un vistazo de nuevo a la tranquilidad de la playa.
– Estamos en una mini isla alejada de Honolulu – Emily metió sus manos entre la camiseta y la espalda de David para agarrar la prenda y tirarla hacia arriba para quitársela de golpe –. ¿Te vas a meter en el agua o no? – Se puso delante de él –. Hace un tiempo esplendido –. Llevó sus manos hacia el cinturón para desabrocharlo y quitarle así los pantalones –. ¡Vamos! – Ella salió corriendo hacia el agua mientras que David se quedó estupefacto pensando en lo que acababa de ocurrir, ya que Emily nunca había sido tan atrevida –. ¿No quieres darte un baño? – Gritó ella adentrándose unos metros en el mar hasta cubrirle la cintura.
– Mierda… ¿Esto está pasando de verdad? – Susurró él al creer que era un sueño –. ¡Ya voy! – Levantó las piernas para no tropezarse con la ropa y salió disparado hacia el mar notando la calidez de la arena, aunque no notó transición alguna con el agua debido a que ésta tenía más o menos la misma temperatura –. ¡Te vas a enterar! – Metió las manos en el agua y empezó a salpicar a su chica, comenzando así una batalla acuática que duraría un buen rato.
Un rato más tarde…
Los dos se encontraban sentados en la cálida playa, estaban semi abrazados, con arena pegada por todo el cuerpo y mirando tranquilamente al vasto océano. Notando a la perfección como el aire había aumentado su fuerza, dejando de ser ya una brisa.
– ¿Tienes hambre? – Le preguntó Emily.
– Pues la verdad… Es que sí – admitió él.
– Vayamos a casa, seguro que Shaw nos prepara algo rico – Emily le dio un último beso en la mejilla antes de levantarse para ir a por su ropa.
– ¿Shaw? ¿Quién es? – David siguió a su chica e hizo el mismo proceso, aunque optó por hacerlo todo un ovillo.
– Es nuestro mayordomo – comentó ella –. Lleva viviendo en esa casa toda su vida… – Empezó a andar hacia los arboles.
– ¿Mayordomo? – Se sorprendió David siguiendo de cerca a Emily –. ¿Vivís con todas las comodidades? – Observó como la arena de las piernas de su chica se iba desprendiendo a cada paso que daba.
– A mí tampoco me gustaba… Pero cuando lo veas, comprenderás el por qué está – se metió por un caminito que era casi imperceptible entre tanta maleza –. El camino está fatal…
– ¿Hay más gente en la isla, no? ¿O estamos solos? – Preguntó David siguiéndola meticulosamente.
– ¿Y qué si estamos solos? – Emily se paró para mirarle de reojo.
– Nada, solo era una pregunta… – Respondió parándose tras ella.
– No estamos solos – Emily reanudó la marcha –. Hay población, sí. Cuidado con esa hiedra, es venenosa – advirtió ella pasando a medio metro de una rama verde con pinchos –. Lo que ocurre, es que están en la parte fresca de la isla, el norte. Y la casa está al sur, así que de momento no veremos a nadie – explicó ella saliendo de entre los árboles y accediendo a una carretera de tierra –. Por aquí llegaremos más rápido – agregó.
– ¿Y la gente sabe de magia? ¿No se preguntarán cómo habéis llegado hasta aquí? – Curioseó David poniéndose al lado de ella.
– Siempre les decimos lo mismo, atracamos en el muelle sur. Un muelle que nunca utilizan ellos, por lo que nunca sabrán si lo que decimos es verdad o no – sonrió ella con la mirada puesta en los arboles –. Es asombroso como han crecido durante estos años…
– ¿Cuándo fue la última vez que vinisteis? – David se dio cuenta de que había en la maleza todo tipo de pájaros.
– Cuatros años… De hecho, fue aquí dónde escribí mi último disco antes de Lesam… – Susurró ella sin muchas ganas, ya que le recordó a sus padres.
– ¿Y la isla es muy grande? Porque… Esto son caminos para coches, ¿no? – Cambio de tema rápidamente.
– Bueno… Yo creo que es pequeña… Lo único que ocurre es que todo está muy separado entre sí.
– Así que sí es grande, sí – admitió él.
– Más o menos… Ya llegamos – Emily señaló hacia delante y a continuación, una mansión de dos pisos, en forma de u, que estaba cercado con una valla muy alta y que en su interior había una fuente muy llamativa, se hizo paso entre la frondosa maleza. Haciendo que David soltase toda su ropa al suelo al quedarse sorprendido.
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Editado: 21.09.2022