Lesam. Las No Vacaciones en Hawai

Capitulo 6

Día 6. Sábado.

David y Emily se aproximaban a la casa de Fred en silencio. Era primera hora de la mañana y no querían llamar la intención de nadie, ya que se supone que estaban confinados. Pero los hechos de anoche lo cambiaron todo por completo, y antes de poder acusar al ayudante, tendrían que averiguar que había tras la puerta. Y para ello tendrían que buscar una entrada alternativa o averiguar las coordenadas exactas de aquella sala para teletransportarse. Así que la única persona que lo podía ayudar con eso, era Fred.

En cuanto llegaron al porche de su casa, llamaron dos veces a su puerta. Entonces, Fred se asomó tras una cortina de una ventana y nada más verlos, salió corriendo hacia allí.

– ¿Se puede saber qué hacéis aquí? – Les agarró y los metió en casa.

– Necesitamos tú ayuda, Fred – le dijo Emily –. ¿No tendrás unos planos de las cuevas, no? Creemos que el ayudante del sheriff esconde algo ahí…

– ¡¿Qué?! – Se quedó a cuadros –. Tiene algo que ver con lo de que se levantó ayer con esa alarma, ¿no?

– Más o menos, sí – admitió Emily.

– Las cuevas fueron minas, ¿no habrá algún plano de ellas por ahí? – Preguntó David.

– Es que queremos hacer una cosa… Ya sabes – añadió ella.

– Nunca pensaría que fuese él, ¡mierda! – Soltó Fred.

– Aún no está confirmado, Fred. Por favor, paciencia – le advirtió Emily.

– Creo que puede haber algo acerca de las minas. No os mováis, voy a por…

Alguien llamo a la puerta tres veces y al instante se escuchó a alguien gritar fuertemente.

– ¡Guardia nacional! Queremos hacer unas preguntas.

Los tres se miraron mutuamente, ya que no se los esperaban hasta mañana como muy pronto, lo que cambio todo otra vez.

– ¡Guardia nacional! – Volvieron a golpear la puerta.

– Ya voy, ya voy – Fred apartó a los chicos y abrió la dichosa puerta. Encontrándose con dos hombres fuertes y que ibas vestidos de uniforme.

– ¿Quiénes sois vosotros? ¿Qué hacéis aquí? – Soltó el guardia de la izquierda –. El sheriff nos ha dicho que la gente debería de estar solo en sus casas.

– Les he llamado yo, ¿vale? – Se inventó Fred –. Necesitaba su ayuda porque se me había roto el generador.

– ¿Y por qué no ha avisado al sheriff? – Insistió el guardia.

– No quería molestarle, además de que les estaría recibiendo, supongo – contestó Fred intentando aparecer natural.

– Tenemos una serie de preguntar qué hacerle, señor Fred. A solas si puede ser – miró a los dos –. ¿Tienen transporte para ir a su casa? ¿O quieren que le les llevemos nosotros? ¿O queréis no obedecer e ir a la cárcel?

– No seas tan duro con ellos – se mosqueó Fred.

– Los llevaré yo – se escuchó por detrás.

Los dos hombres se giraron y los tres movieron sus cabezas entre los guardias hasta ver de quien se trataba. Llevándose una sorpresa David y Emily al ver que era el hombre misterioso del que apenas sabían algo.

– ¿Qué hace usted en la calle? – Le preguntó el guardia.

– Tengo autorización del sheriff – explicó mostrando un papel.

– Draco, ¿qué haces por aquí? – Le preguntó Fred –. Puedo sacar mi antigua camioneta y llevarlos.

– No te preocupes… Además, yo estoy de paso, así que no me cuesta nada llevarlos – comentó el hombre misterioso.

– ¿Os vais ya o no? – Soltó el guardia mirando a los chicos.

David odiaba a ese tipo de gente que era tan borde y que se creían superiores a los demás, pero no dijo nada y salió a la calle pasando entre los dos guardias y seguido de Emily.

– ¡Gracias por la ayuda, chicos! – Gritó Fred –. Una pena que no pueda compensároslo.

– Ya nos veremos, Fred – añadió Emily.

– Adelante, montaros – Draco señaló su coche a la vez que les adelantaba y se dirigía hacia la puerta del conductor.

Era un Fiat verde, antiguo, con cinco puertas y bastante bajo, por lo que los baches no los debería de llevar muy bien.

– Sé que aparenta destartalado, pero es duro de roer – el hombre abrió la puerta –. Era el único disponible para alquilar.

David abrió de atrás y entró con mucho cuidado. Sentándose en los duros asientos de sky negros que tenía el vehículo, dándose cuenta de que en su lado no había cinturón de seguridad.

– Maravilloso… – Susurró él.

– ¿Decías? – Le preguntó Draco sentándose en el asiento del conductor a la vez que lo hacía Emily a su lado.

– Nada, que dentro de unos años será un clásico – mintió él.

– ¡No lo dudes! – Draco arrancó el coche y empezó a acelerar, dando un buen golpe la caja de cambias al meter primera –. ¡Hasta luego! – Saludó a Fred y a los guardias, que les estaban mirando fijamente. Aunque se quedó en silencio a continuación hasta que abandonaron el pueblo al acceder al camino de la mansión –. Ya podemos hablar con normalidad, no están vigilando esta zona – soltó quitando la sonrisa falsa que tenía –. ¿Qué pretendías? ¿Qué os mandaran a la cárcel? – Les preguntó –. Así no se resuelve un caso mágico.




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