Lesam. Los Robinsons

1. Una batalla a tres bandos

David saltó la valla negra usando sus poderes y dio seguidamente un pequeño sprint hasta esconderse detrás de un contenedor rojo. Dónde se asomó para ver la entrada de aquel almacén que tenía pinta de estar abandonado, ya que no había movimiento alguno y el estado de la estructura no es que estuviera muy allá. Aunque sabía por experiencia, que todo eso no significaba nada. Por lo que esperó ahí durante un par de minutos hasta que su pista se hizo realidad. Una pista que lo obtuvo de una manera peculiar y que no tenía nada que ver con el caso que estaba llevando. Pero si aquello que le habían dicho era verdad, le llevaría a un enemigo muy buscado.

– Mierda, va a ser verdad… – Susurró David mirando como una furgoneta gris aparcaba frente a la puerta y a continuación, dos hombres salieron de ella. Uo se fue a abrir la puerta y el otro se fue hacia la parte trasera del vehículo para sacar algo del interior.

Unas cajas de cartón, eso es lo que sacaron y estuvieron metiendo en el almacén durante los próximos cinco minutos. Solo hasta que uno de ellos cerró la puerta desde dentro, así que David echó un vistazo para localizar algún punto por el que entrar. Viendo una ventana rota en lo alto de la pared y por el que  podía entrar sin problemas. Por lo que miró a ambos lados para asegurarse de que estaba solo y al instante corrió hacia allí, usando su poder para dar un salto de cuatro metros y así colarse en el interior.

Aterrizó de pie y sin hacer apenas ruido, aunque se escondió rápidamente tras un aparato electrónico gigante que había allí, llegando a la conclusión de que aquel almacén era una antigua instalación de correos.

– Vamos, será mejor que lo saquemos todo o el jefe nos matará – escuchó decir de uno de los dos hombres. Así que David se asomó y se fue moviendo sigilosamente entre aquellas maquinas para acercarse a esas voces.

– ¿Está el jefe aquí? – Pronunció el otro.

– Pues claro que sí, ¿en dónde iba a estar? – Le insinuó su compañero.

David se detuvo al escuchar eso y en lo primero en lo que pensó, fue en avisar al ministerio. Pero como ya estaba ahí dentro, decidió seguir con el plan improvisado.

– ¿Puedo hablar con él?

– Hablarás con él cuando esté todo colocado en su sitio – le advirtió –. Vamos, vamos. Espabila. No queremos que nos despida.

David llegó por fin a las voces y se asomó meticulosamente desde el último escondite posible que había. Viendo a los dos hombres colocar diferentes cosas en unas estanterías que había junto a una especie de laboratorio. Lugar que parecía ser el origen de la droga mágica que tantos problemas estaba dando últimamente.

– Te voy a pillar con las manos en la masa, Federick… – Susurró David al ver todo aquello, aunque decidió no atacarles aun por su proximidad al laboratorio. Ya que lo último que quería era quedarse sin pruebas, por lo que esperó pacientemente hasta que acabaron de colocar todo.

– Creo que esto es lo último – soltó el hombre colocando un bote de productos químicos –. Vayamos a ver al jefe antes de que venga Ricardo a por su pedido.

David escuchó aquel nombre y le salió una sonrisa tonta en la cara, ya que después de sus múltiples detecciones, por fin iban a tener las pruebas para delatarle como camello.

– Este tío es un pesado, no sé porque quiere tanta…

– Recuerda que no es nuestro asunto – le interrumpió el otro y ambos se dirigieron hacia el final de aquella zona, dónde parecía haber unas oficinas –. Aunque tengo que reconocer que me da miedo. Le han detenido tantas veces que… Cualquier día se presenta con el ministerio.

David les siguió de cerca escondiéndose entre las antiguas maquinas mientras observaba el momento idóneo para atacarles. Aunque cuando vio la oportunidad de hacerlo, y se dispuso a hacerlo, se tropezó con una tubería que había tirada en el suelo, provocando un pequeño ruido en todo ese silencio.

– Mierda… – Susurró él volviéndose invisible por si acaso.

– ¿Qué ha sido eso? – Soltó uno de ellos.

– Habrá sigo alguna rata, te recuerdo que este sitio está lleno de esas cosas… – Siguieron su camino.

– Malditos roedores…

David avanzó de nuevo para intentar interceptarlos, pero estuvo lento y cuando pudo tener otra oportunidad, los dos hombres se metieron por un pasillo. Así que como iba en invisible, se acercó hasta allí y observó desde fuera como los dos se metieron en una oficina a la izquierda.

Fue ahí cuando se le ocurrió la idea de atacar a los tres a la vez y por sorpresa. Pero para asegurarse de que no había nadie más allí, dejó de ser invisible para usar la visión de rayos X. Dando un buen bote del susto que se llevó al ver que el sitio estaba lleno de gente y monstruos variados. Así que rechazó aquel plan inmediatamente y se quedó ahí quieto para esperar de nuevo a esos dos hombres. Ya que primero se encargaría de ellos y luego se haría cargo de Federick. ¿Cómo lo iba a hacer? No tenía ni idea, así que una vez más, improvisaría sobre la marcha.

Solo tuvo que esperar un par de minutos hasta que escuchó cerrar una puerta, así que se puso en alerta y esperó a lo que tuviese que pasar.

– Hemos tardado tan poco que ni siquiera me ha dado tiempo a preguntarle si…




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.