Lesam. Los Robinsons

3. Un hecho inesperado

– ¿Qué? ¿La leyenda Añil? – David y Valeria habían cruzado el portal y se dirigían ahora mismo a su despacho para aclarar eso.

– Eso es lo que llevo intentando decirle todo el rato – respondió ella.

– Pero… – Abrió la puerta ya accedió al despacho –. ¿Es solo una leyenda que se cuenta a los niños de pequeños, no? – La miró –. Perdona por mi ignorancia, pero yo no tuve una infancia muy mágica…

– Más o menos, sí. Se supone que es un mundo mágico donde existe cualquier criatura que el humano pueda imaginar – explicó Valeria de la manera más fácil.

– Genial, simplemente genial – masculló David –. Un mundo de fantasía que luego resulta ser peligroso cuando en verdad sí que existe… ¿Por qué no me sorprende ya?

– El número de ataques se ha reducido – Phil entró corriendo –. Aunque parece que no acaban de cesar… De hecho, se acaba con uno y aparece otro…

– ¿Va a ser infinito? – Refunfuñó David.

– Yo creo que no – soltó Valeria de golpe –. Lo que está ocurriendo, es que estamos descubriendo poco a poco todas las ubicaciones de los ataques…

– ¿Y de dónde han salido? Aunque… Phil, ¿qué han reportado los soldados respecto a los otros ataques? – Miró al chico con mucha intriga –. ¿Han dicho algo de monstruos o animales?

– De hecho, todos los ataques están relacionado con eso, señor – comentó –. Bestias gigantes con similitudes de animales que ataca a cualquier cosa que se mueva…

– Maravilloso… Creo que necesitamos ayuda… Esto se va de nuestras manos – admitió David –. Ninguno de nosotros está listo para un ataque como este… – Susurró –. Al menos dime que no hay malos en esa leyenda – miró a Valeria.

– Hay malos… Pero nada en comparación contra los que hemos luchado.

– Genial…

– Pero también hay buenos – agregó ella.

– ¿Y cómo alguien ha abierto un portal hacia allí? – Masculló –. Mierda, mierda, mierda…

– Ese es el problema – soltó Valeria –. Se dice que el portal solo se puede abrir y cerrar desde dentro, es decir, desde Añil.

– ¡Ah! Genial, se pone todo más interesante… – Pausó –. Tengo que pedir ayuda…

– ¿Pero a quién?

– Tengo que ir a Lesam – David abrió un portal ahí mismo –. Que alguien intenté comunicarse con Robinson cueste lo que cueste, por favor – Miró a Phil y al instante cruzó el portal sin decir nada.

David apareció en el camino de tierra que tantas veces había recorrido, así que se metió en el terreno de la escuela tras cruzar la valla y se quedó quieto y observando que todo seguía igual. Viniéndole a la cabeza todos los recuerdos que pasó ahí dentro, tanto buenos como malos.

Tras ese momento nostálgico, vio como Delamarte abandonada la escuela con un grupo de alumnos para hacer alguna actividad, lo que hizo que volviese a la realidad. Así que comenzó a andar en dirección de la escuela, ya que la prioridad ahora mismo era hablar con Adam. O eso pensó él, ya que como siempre, la escuela era toda una sorpresa.

– David – Fedora apareció volando y aterrizó delante de él.

– Que susto – reconoció él –. ¿Desde cuándo…

Fedora señaló al aire justo detrás de él, así que David se giró con bastante intriga, llevándose una sorpresa al ver a un grupo de alumnos sobrevolar por encima de su cabeza.

– ¿Por qué no nos enseñaste eso? – Admiró David a todos los alumnos.

– Te recuerdo que te fuiste antes… Y además, tenía miedo de lastimarlos, supongo – admitió la profesora.

– ¿Tenias miedo de hacer daño a los alumnos más poderosos de la escuela? – La miró bastante extrañada.

– Miedos que una pierde tras una batalla mundial… ¿se puede saber qué haces aquí?

– Venia a hablar con Adam, es una urgencia del ministerio.

– Lamento informarte de que Adam no estará disponible hoy, ya que se realizará la prueba del último trimestre a varias clases – respondió Fedora.

– Pues necesito hablar con él, es importante – masculló David.

– Si esperas a que acabe la clase, quizás pueda ayudarte…

– No puedo esperar más de…

– ¡Hala! Es David, es David – un alumno descendió del suelo para acercarse a él, siguiéndole el resto de la clase a continuación. Comenzando a atosigar a David a base de preguntas, lo que provocó que Fedora se riese un poco.

– Chicos, chicos. Dejadle en paz – la profesora puso un poco de orden –. ¿Quién os ha dicho que bajéis del aire?

– Pero es David, necesitamos saber cómo lo…

– De eso nada – se le adelantó Fedora –. Si le preguntáis algo, que sea sobre el ministerio – agregó ella.

– ¡Eso es trampa, no vale! – Mascullaron varios alumnos.

– ¿Es verdad qué el ministerio es un lugar interesante para trabajar? – Le preguntó una alumna –. He leído que a veces es mejor comenzar en algún sitio externo…

David miró de reojo a Fedora, viendo cómo ésta insistía a que respondiese, por lo que no tuvo más remedio que hacerlo.




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