Lesam. Los Robinsons

4. Recuerdos

– Vamos a crear una especie de escudo mágico alrededor del portal. Así bloquearemos a la gente que salga o entre – comentó un chico.

– Es buena idea. Al menos como solución temporal, ¿no? – Respondió David mirando a Tania.

– Opino lo mismo, aunque lo mejor sería cerrarlo definitivamente – admitió la profesora.

– Vayamos por pasos, ¿Vale? – Davis miró al chico –. Tenéis luz verde.

El soldado se fue de allí corriendo, dejando a los tres solos en el despacho.

– Ahora hay que encargarse del siguiente paso… ¿Y bien? ¿Ideas?

– El ministerio tiene una pequeña biblioteca en la que abarca principalmente libros de ministros. Quizás haya algo allí… – Comentó Valeria.

– No lo sabía… – Agregó él.

– Yo tampoco – admitió la profesora.

– Vayamos a comprobar esos libros…

 

Y como era de esperar, nada iba a ser tan fácil. Ya que tras mirar absolutamente todos los libros, tan solo encontraron información política acerca de él. Nada sobre su vida personal, ni si quiera ni un nombre ni nada parecido.

– Es raro, todos los ministros tienen su bibliografía… Todos menos él… – Susurró Valeria.

– ¿Por qué no me sorprende? – Soltó David –. Es Robinson, siempre está a cinco pasos por delante de todos. Y si no es quien dice ser… Más esfuerzo hará por ocultar su nombre…

– ¿De verdad es malo? – Dudó Valeria –. Después de todo lo que ha hecho por el mundo  mágico…

– Yo siempre tuve la sensación de que ocultaba algo – admitió David –. Pero nunca pensé que de verdad fuese así…

– Es cierto que su personalidad siempre ha sido…

– ¿Extraña? ¿Misteriosa? – Se adelantó David a Tania –. Siempre hacia cosas ilógicas…

– A lo mejor no eran cosas ilógicas y él sabía algo que vosotros no… – Soltó Valeria.

– Mucha fe tienes en él, Valeria… – Susurró David –. Y de momento, la primera ronda ha sido un fracaso…

– Tendremos que irnos al archivo nacional…

– Si es que sirve de algo, porque me da la sensación de que ha cubierto todos los escenarios posibles – agregó David.

 

Por fortuna, cuando llegaron al archivo, se encontraron con un novedosos sistema digital que permitía realizar una búsqueda rápida, lo que les permitía no perder mucho tiempo averiguando que libros buscar. Por lo que agregaron las siguientes búsquedas: Robinson; Robinson ministerio; Robinson bibliografía; Robinson descendencia.

– Hay muchos libros – reconoció David –. Y no sabemos en cierta medida si es nuestro Robinson o no…

– Ya lo sé, pero no nos queda otra si queremos averiguar algo, ¿no?

– Agrega otra búsqueda – habló Tania –. Pon… Robinson Lesam. Creo que ahí podremos filtrar algo de información.

– Bien pensado, vayamos a por ese libro primero…

 

Tras ver más de 20 libros y no encontrar nada relevante acerca de él, los tres se rindieron y cayeron sin ganas en la mesa que estaban usando de base.

– Ni un maldito nombre – masculló David cerrando de golpe el último libro que miró –. Ni una referencia, nada… ¿Cómo llegó a ser director? ¿Cómo logró entrar en el mundo mágico? ¿Estudio como nosotros? – Formuló –. Es que no hay absolutamente nada. Su nombre aparece por sorpresa.

– Es un fantasma – soltó Tania.

– Pero alguien tendrá que saber algo, ¿no? – Comentó Valeria –. Alguien tiene que saber quién es en realidad, ya que tuvieron que meterle en el sistema mágico de alguna manera, No puede aparecer su nombre así como así.

– ¿Hay un sistema mágico? – Soltó David mirándola.

– Es una base de datos con  todos los nombres – respondió ella –. De alguna manera hay que tener todo documentado.

– ¿Por casualidad en ese sistema no vendrá quien mete ese nombre, no?

– Buen punto de vista – reconoció Valeria –. Quizás para la gente normal no se pueda ver… Pero a lo mejor los informáticos poseen más información al respecto… ¿Por qué no se me había ocurrido antes?

– Será mejor que volvamos al ministerio a comprobarlo. Ojalá obtengamos algo…

 

Los tres accedieron a la sala tecnológica, donde se encontraban la gran mayoría de informáticos mágicos. Aunque no llegaron a dar dos pasos en dicha sección, cuando alguien les interrumpió exaltadamente.

– Señor, señor – el chico de antes fue corriendo a ellos –. Ha sido imposible localizar a Robinson – cogió aire –. EL lugar en el que se encuentra está cerrado mágicamente. Es como un cubo… Hasta que no se acabe el evento, no se abrirá.

– Así que estamos solos, genial… – Refunfuñó David.

– Era previsible – reconoció Tania –. Un evento como necesita que no se interrumpa nunca…

– Vete a la sala central. Infórmate de los ataques – le ordenó David.




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