Lesam. Los Robinsons

5. Los Robinsons

Cuando llegaron al portal, se encontraron con un fuerte dispositivo policial formado por varios soldados que vigilaban el pueblo entero. Por lo que tras dar la orden David, el chico quitó el bloqueo que había alrededor del portal.

– ¿Estáis listos? – Preguntó David mirando a sus compañeras.

–Tendríamos que haber avisado a Adam… – Susurró Tania.

– Ya sabes cómo nos gusta ir a lo loco…

– No estoy segura de ir… – Comentó Valeria.

– Ya te lo hemos dicho – David se giró hacia ella –. No hace falta que vengas, y más si no quieres. No te estamos obligando.

– Pero siento como si tuviese el deber de hacerlo…

– ¿Entonces vienes o no? – Preguntó él con una sonrisa.

– Sí – asintió ella finalmente.

– Ya sabes lo que tienes que hacer, apunta todo en el registro – miró al soldado.

– Entendido – soltó el chico enérgicamente.

David se giró hacia el portal, y como era costumbre en él, lo cruzó sin pensárselo dos veces. Siendo perseguido de sus compañeras, que tenían claro que no se iban a separar de él.

El lugar era precioso, estaban en una especie de valle en la que predominaba el color verde a excepción del aquel curioso camino de baldosas amarillas. Camino que no duraría mucho en explorar, ya que bajó inmediatamente hasta allí. Observando que el camino estaba rodeado de árboles posicionados simétricamente.

– ¿Hacia dónde vamos? – Preguntó Tania.

David echó un vistazo a ambos lados, viendo que el camino serpenteaba de igual forma hacia a los dos sitios.

– Seguidme – un chico joven, con una cicatriz grande en la cara y que vestía con una especie de traje japonés, apareció de la anda tras unos árboles–. Os estaba esperando.

– ¿Quién eres? – David se puso en alerta, observando el pelo medio rojo y negro que llevaba el chico–. ¿Cómo sabías qué íbamos a venir? – miró la capa a cuadros de color verde y negro que portaba.

– Los Robinsons me han avisado – sonrió el chico mientras los miraba detenidamente.

– Si es así, ¿por qué no están aquí? – Echó un vistazo de nuevo, dándose cuenta de que el chico portaba una especie de espada al localizar el mango –. Estad en aler… – David se giró hacia Valeria, quedándose a medias al ver como a ella le brillaban los ojos –. ¿Qué te pasa?

– Ese chico es… Ese chico es… – Valeria parecía embobada.

– Valeria, reacciona – David chasqueó los dedos frente a ella, pero no hubo manera de que volviera en sí.

– ¿Me seguís o no? – Les dijo el chico –. Los Robinson os están esperando, por no olvidarnos de que es peligroso andar de noche por aquí.

– ¿peligroso? Si estamos en mitad de un campo – comentó Tania.

– Los demonios – soltó Valeria de repente.

– Exacto – el chico sonrió a Valeria, provocando que ella se derritiese más aún.

– ¿Demonios? – Se extrañó David –. ¿Tú como sabes eso? – Preguntó a Valeria, pero era como hablar con una pared.

– Los Robinsons os están esperando en un pueblo cercano a aquí – comentó el chico –. Me han mandado a por vosotros porque ellos estaban planeando algo importante. Así que pongámonos en marcha, el sol tardará poco en ponerse – se giró y comenzó a andar por el camino.

– ¿Le seguimos? – Preguntó Tania, aunque no sirvió de nada, ya que Valeria corrió tras él.

– ¿Pero qué la pasa? – Refunfuñó David.

Anduvieron por aquel solitario camino durante un buen rato, de hecho, llegaron a un pueblo japonés cuando el sol se había ocultado, lo que provocó que el chico acelerase la marcha y estuviese muy atento a lo que les rodeaba.

A parte de eso, lo demás era lo más normal del mundo, estaban en un pueblo tradicional japonés que tenia enamorado a los tres, ya que las sensaciones que estaban recibiendo eran de calma y acogedor.

–Valeria… ¿Qué es este mundo? – Rompió David su silencio mientras avanzaban por una calle peatonal –. Parece que sabes de qué va todo esto – agregó –. Y ahora pareces que estas de vuelta en la realidad…

– Perdón por lo de antes – Valeria se avergonzó mucho y llevo sus manos a la cabeza –. Estaba en shock, no me lo podía creer.

– ¿El qué? – Quiso saber Tania.

– Que estamos en…

– ¡Cuidado! – El chico se giró hacia ellos y empezó a correr a sus posiciones mientras desenvainaba la espada. Aunque todo se puso más raro aún cuando un halo azul empezó a rodear la espada.

– Es agua – despejó Valeria la duda de todos.

El chico saltó por encima de ellos, y lo hizo girando sobre sí mismo, ganando más fuerza en el ataque. Por lo que cuando aterrizó en el suelo, hizo el movimiento más limpio y potente que había, cortando la cabeza a una especie de persona con forma de serpiente.

– ¿De dónde ha salido eso? – Se sorprendió David.

– Del suelo – comentó Valeria.




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