Lesam. Los Robinsons

7. Un nuevo equipo

Esta última hora la pasaron en un departamento enorme de un edificio de la ciudad de la Luna. Dónde los Robinsons se recuperaron y se curaron de la explosión de antes.

– Ya está, la Tierra está curada – el Robinson que mejor estaba, había creado un portal allí mismo hacia el universo de ellos tres –. Será mejor que protejamos bien la gema… No debe de volver a pasar esto…

– ¿Qué ocurrió en la casa esa? – Soltó David al no poderse callar más tiempo la pregunta.

– Lo de siempre. Le rodeamos y le intentamos convencer una vez más – susurró uno –. Al fin y al cabo era nuestro hermano – pausó –. Aunque creo que ninguno se esperó lo que hizo… Bajamos demasiado la guardia.

– Pero… ¿Qué provocó la explosión? Estaba muy herido ya, ¿cierto? – Comentó David.

– Vosotros le debilitasteis al provocar ese choque – les miró –. Pero era más fuerte de lo que habíamos pensado y acumuló mucha energía en su interior…

– ¿Así que la explosión lo provocó su cuerpo, no? Liberó la energía, por así decirlo – añadió Tania.

– Más o menos, sí – admitió uno de los Robinsons.

– Por eso estaba tan débil – susurró David –. Por eso fue todo tan fácil…

– No deberías de haberlo matado – le advirtió –. Los Robinsons existimos para mantener el equilibrio de los universos importantes. ¿Qué pasará ahora qué no está? Al fin y al cabo, mantuvo la normalidad antes de que se convirtiese en malo… Pero… ¿Cuánto va a durar eso?

– Mantengamos la calma, no deberíamos de…

– ¿Qué no mantengamos la calma? – Masculló otro –. Ahora tenemos que hablar con los superiores acera de lo ocurrido… ¿Qué pasará si se enteran que un humano ha matado a nuestro hermano? – Le especuló –. O nos matan o les matan. Así que no sé tú, pero tendremos que inventarnos algo.

– ¿Nos van a matar? – Soltó Valeria con mucho miedo.

– ¿Por qué nos trajiste? – Le soltó otro Robinson.

– Venían en representación de su universo – intentó defenderse.

– Pues estamos en un buen lio – se llevó las manos a la cabeza –. Marchaos si no queréis problemas – les miró.

– Yo puedo quedarme – soltó David –. Puedo intentaros ayudar… O incluso puedo…

– Marchaos antes de que sea tarde, por favor – insistió un Robinson.

– Pero…

– Somos lo suficientemente listos para saber lo que hacer – le soltó otro.

– Muchas gracias por salvar a nuestro planeta – Tania le agarró y le sacó de ese universo a rastras, pisando por fin la Tierra.

– ¿Por qué has hecho eso? Yo quería…

– Vamos a estar a salvo, así que por favor, déjalo y no te creas el héroe – le regañó la profesora.

– Yo no… – David miró al portal y al instante se cerró de golpe.

– Señor, ¿qué hacemos? – Un soldado se acercó a él, haciendo que David volviese a la realidad.

– Nada – contestó él –. Irnos a casa.

– O más bien al ministerio – le corrigió Valeria.

– También, también… – Susurró –. Desmontar el dispositivo – le dijo al soldado –. Y mándame todos los informes a mi despacho.

– ¡Entendido! – El soldado se marchó de allí y a continuación ellos tres hicieron lo mismo.

 

Aunque cuando entraron en el ministerio y se dirigieron hacia la sala principal, todo había cambiado por completo. Ya no había el grupo de novatos que antes iban corriendo de un lado a otro, si no que había adultos responsables y serios.

– Oh, mierda… Ya han vuelto…

– ¡Vosotros tres! – Robinson se puso delante de ellos y les señaló –. ¿Se puede saber qué habéis liado por aquí? – Soltó algo enfadado –. No se os puede…

– Hemos tenido varios problemas con el multiverso – soltó David antes de que acabase la frase, haciendo que Robinson les mirase de una forma extraña –. Si, sabemos tú secreto – agregó.

– A mi despacho, ¡ya! – Soltó él.

 

– ¡Pero qué habéis liado! – Robinson parecía muy enfadado.

– ¿Nosotros? – Preguntó Tania –. Nada.

– Solo hacia mi trabajo – contestó David.

– Tú trabajo era mantener todo en calma, no irte a otro universo… Y más descubrir el gran secreto… – Pausó –. No, no y no. Me tengo que reunir con ellos, tengo que convencerla de que no hagan ninguna locura.

– Y no lo hemos hecho – uno de los Robinsons apareció de golpe allí –. ¿Qué te crees? ¿Qué no somos iguales de listos que tú?

– ¿Qué haces aquí? ¿No ves qué te pueden ver? – Masculló Robinson.

– Sigues siendo igual de testarudo, eh – masculló el gemelo –. Ahora os lo traigo de vuelto – agarró al director y ambos se teletransportaron de allí.

– Pues qué bien, ¿no?– Soltó David –. ¿Y ahora qué hacemos?

– ¿Marcharnos? – Tania se levantó de su sitio –. Será mejor que nos larguemos de aquí antes de que…




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