Letras de un Adolescente

Capitulo II Un nuevo comienzo

El verano ya estaba a punto de terminar. Marzo le hacía paso al otoño, y las clases comenzaban como todos los años.

El sol todavía coronaba nuestros días de calor—ya casi por extinguirse—más aún sabiendo que el verdadero otoño llegaría después de abril. Entonces, el sol comenzaría a ser más cálido que caluroso, y las frescas brisas otoñales se harían sentir por las noches, cuando las estrellas irradiaban todo su esplendor…
sumiéndolo todo en lo más hermoso e inalcanzable de la belleza misma.

Mi primer día en mi nueva escuela llegó

Me sentía nerviosa, quizás a punto de estallar de emoción mezclada con miedo al colocar mis pies en aquellas escaleras.

De pronto, alguien se acercó hacia mí y me tomó de la cintura.

—¡Mira dónde te vengo a encontrar! ¡Qué loco, ¿no?!

Me giré lentamente. Para mi sorpresa, era Daniel.
Sí, él. Realmente había olvidado que concurría a este establecimiento.
Lo observé, algo atemorizada, ya que la última vez que nos encontramos no había sido de las mejores.

—Daniel: No tengas miedo. Te debo una disculpa. Realmente… perdóname. En esos momentos no estaba en mis cabales. En serio, discúlpame.
—Brisa: No te hagas drama —respondí con toda tranquilidad —No me interesaba tener ningún tipo de trato con él, realmente.

—Daniel: En serio, no te voy a molestar más. Sé que me desubiqué… lo siento, en verdad.
—Brisa: Está bien, listo. Ahora tengo que llegar a mi curso.

—Daniel: ¿Qué curso te tocó?
—Brisa: Octavo “C”.
—Daniel: Yo te llevo hasta el curso.
—Brisa: Está bien… no debe ser tan complicado ubicarse.
—Daniel: Tómalo como una tregua, ¿sí?
—Brisa: Ok —nada más dije ante su comentario.

Él me llevó hacia unas amplias puertas coronadas con hermosos vidrios, en los cuales se enmarcaban cada uno de sus alumnos en perfectas posiciones de a dos, cada cual con sus carpetas.

Tomé aire, respiré profundo… y simplemente entré.

Caminé hacia un banco que se encontraba solo, coloqué mis útiles sobre la mesa y tomé asiento.
Todos me miraban con curiosidad, ya que en su mayoría se conocían, en cuanto a mí era nueva, totalmente nueva, la incomodidad era mi primera sensación y solo pude divisar a una chica de cabellos largos y oscuros, de tez morena, que me sonrió y saludó muy amablemente. En ese momento sentí que mi respiración se calmaba, ya que a ella la había visto un par de veces con Antonella. Me sentí un poco más tranquila, más aliviada como un poquito de aire para así respirar.

De pronto, un chico se acercó a mí.

—Hola, soy Emiliano. ¿Te gustaría que nos sentemos juntos?

Sonreí, calmándome aún más. Por lo menos uno se había acercado a mí, la nueva.

—Brisa: Sí, hola. No hay drama. Por cierto, me llamo Brisa.
—Emiliano: De nada. Sé que no es fácil ser la nueva. En el recreo te presento al resto del curso. Son muy buena gente, les vas a caer bien.
—Brisa: Eso espero. No soy de las mejores para socializar.
—Emiliano: No te preocupes. Ellos te van a integrar sin drama.

Al pasar unos minutos, entró por la puerta una chica de estatura baja, tez blanca, cabellos largos y enrulados. Tenía una chispa muy especial.
Al ver la forma en que la observaban, me di cuenta de que ella también debía ser nueva.
A pasos lentos, se acercó a nosotros, saludó a Emiliano y se presentó:

—Hola, soy Quiara.
—Brisa: Un gusto, soy Brisa. Siéntate con nosotros.

—Quiara: Gracias, no conozco a nadie —dijo sonriendo, muy simpáticamente.
—Emiliano: ¿Y yo?
—Quiara: Bueno… excepto a este que lo veo todos los días —rio.

Nos sentamos los tres juntos.
Al pasar el primer módulo, la campana sonó.
En ese momento esperaba que Antonella se acercara, pero nada. Y bueno, ella tiene a sus amigas de su edad.
Sonreí, mientras pensaba: ¿Qué hago? ¿Me quedo en el curso o ando sola como una idiota?

Emiliano se acercó de nuevo:

—Emiliano: Vamos afuera.
—Brisa: Ok.

El alivio volvió a incorporarse en mí.

Al salir al patio, se encontraban todos ellos reunidos. Emiliano me presentó, y ellos, muy amablemente, me fueron saludando uno por uno hasta completar el grupo. Realmente se me llenó el alma. Eran muy amables y me sorprendió... no pensé que me recibirían tan bien. No lo creí. Simplemente, pasó.

El reloj dio las 12:45—hora de irse.
Salimos las tres charlando como si nos conociéramos de toda la vida.

—Quiara: ¿Hacia dónde van?
—Hacia el lado del centro —respondimos las dos a la vez.
—Quiara: Bueno, vamos juntas. Yo vivo en el Miramar III.
—Resalí: Listo, vamos con vos hasta la Buenos Aires, y de ahí seguimos nosotras dos juntas.
—Brisa: ¿Vos en dónde vivís? —le pregunté.
—Resalí: En el barrio 90 Viviendas.
—Brisa: ¡Ah! Cerquita de mi casa.

Continuamos el camino. Realmente parecía que nos conocíamos de toda la vida.

Luego de cinco o siete cuadras, Quiara se despidió:

—Quiara: Chau, hasta mañana.
—Resalí: Chau, nos vemos.
—Brisa: Adiós.

Nos saludamos con un beso en la mejilla y continuamos el trayecto hacia nuestras casas.

Al llegar a la mía, nos despedimos:

—Resalí: ¡Ay, vivís re cerquita de mi casa! Si quieres, te paso a buscar y nos vamos juntas a la escuela.
—Brisa: Dale, mañana te espero.
—Resalí: Dale, tipo 7:30 estoy por acá. Nos vemos.

Nos saludamos como las mejores amigas.

No pensé que me iría tan bien el primer día de clases.
Realmente, para mí fue un verdadero honor haber conocido a mis compañeros.
Por primera vez en mi vida, quería volver a la escuela al otro día.

Al entrar a mi casa, me senté a almorzar totalmente sonriente por todo lo sucedido esa mañana.
Y fue la primera vez que sentí ganas de que el otro día llegara pronto para poder ir a la escuela.
Lo que nunca.
Fue la primera vez que pude sentir ganas de estudiar y volver cada día.




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