Letras de un Adolescente

Mi cumpleaños 17 llego

Mi cumpleaños número 17 llegó. Era jueves.
Con mi hermana lo habíamos planeado todo para ese día.
Los chicos estaban invitados a casa. Llegaron tipo 16:00 p.m., cada uno con sus felicitaciones para compartir la tarde a mi lado.

El primero en llegar fue Luciano.
Golpeó la puerta.
Salí a atenderlo y él me abrazó.

—Luciano: ¡Feliz cumpleaños, amor! Ahora… cierra los ojitos.

Lo miré sorprendida.

—Luciano: Ahora abrí los ojitos despacito… pero sin hacer trampa.

Sonreí y cumplí con su pedido.
Sacó de detrás de su espalda unos hermosos pimpollos blancos y amarillos.

—Luciano: Y algo más…
¿Sabes que le conté un secreto a un amigo mío?
Y él está ansioso por conocerte.
Pero eso sí: no sabe guardar secretos…

Sonreí.
Y entonces lo vi.
Sacó un pequeño conejo blanco con un cartel que decía: “TE QUIERO”.

—Luciano: ¿Lo ves? ¡Te dije que no sabía guardar secretos!

Volví a sonreír.
Era tan feliz… pero tan feliz, que simplemente lo abracé, lo tomé entre mis brazos.
Mi voz desapareció.
Mi mundo no dejó de girar ni un segundo.

Él era la persona más especial y hermosa del mundo.
Cada momento, cada segundo que pasaba, sentía que lo quería más y más.

—Brisa: Gracias, corazón.
De verdad me sorprendiste mucho.
Gracias por hacerme tan feliz. Vamos, entremos.

—Luciano: Como no, mi reina. A donde sea… te seguiré.

Sonreí.
A los pocos minutos llegaron el resto de los chicos del barrio para pasar la tarde conmigo,
compartiendo unos buenos mates
y una deliciosa torta que habían hecho mi mamá y mi hermana para mi cumpleaños.

Ese día la pasamos hermoso.
Reímos con cada foto que mi hermana les tomaba a todos.
Realmente era un día soñado.

Empezamos a planear el fin de semana para ir al boliche.
Quedamos en que saldríamos desde la casa de Elizabeth.
Incluso pensaban hablar con sus padres para ver si dejarían ir a su hermana con nosotros a festejar.

La idea me entusiasmó muchísimo.
Me encantaría salir con ella por primera vez.

La tarde comenzó a caer,
y todos y cada uno se fueron yendo.
Y con ellos, también se fue la semana.

El fin de semana, por fin, llegó.

Esa tarde partimos hacia la casa de Elizabeth.
Al llegar, ella le estaba pidiendo por favor a su madre que dejara salir a Antonella, solo por esta vez.
La madre no cedía. No quería que Andrea, con tan solo 14 años, fuera al boliche.

Pero, al cabo de unas horas, dio el tan anhelado "sí".
Todas nos abrazamos y saltamos de alegría.
Sería la primera y única vez que Antonella saldría con nosotras.

Entonces, manos a la obra: sonreímos y nos dedicamos, pura y exclusivamente, a buscar qué ropa vestir para esta tan esperada noche.

El reloj marcó las 21:00.
Nos reunimos con la familia de Elizabeth para cenar y alzar las copas por mi cumpleaños.
Al terminar, comenzamos a bañarnos y luego a cambiarnos para la tan deseada noche.

Sonreía de emoción mientras me miraba en el hermoso y amplio espejo.
Elegí una pollera celeste cielo junto a una remera del mismo color, decorada con destellos turquesa.
Descubría mi espalda y realzaba mi pecho, combinando perfectamente con el maquillaje que caía sutil sobre mi rostro.
Hermosos bucles cubrían gran parte de mis hombros.
Pinté mis uñas con esmero, y al colocarme aquel calzado precioso que embellecía mis pies, sentí que la combinación era perfecta.
Ya estaba lista.

Mientras tanto, Elizabeth y las demás iban y venían, midiéndose una cosa y otra.

Elizabeth se puso una remera roja, combinada con una pollera negra que resaltaba la femineidad de sus piernas.
Antonella le colocaron una hermosa remera celeste claro que combinaba con una pollera negra, destacando su piel morena.

De pronto, mi hermana apareció: sandalias negras, pollera roja y una pequeña remera que marcaba sus abdominales y su figura, impecable.
Estaba pintada, perfecta, casi imposible de no mirar.
Ella era, por suerte, mi ejemplo a seguir en cuanto a belleza y moda.

Estábamos las tres más que perfectas, hermosas, esperando la tan deseada noche.
Quizás… la noche perfecta.
Y eso me producía una alegría difícil de explicar.

El golpear de la puerta me devolvió al planeta Tierra.

Luciano llegó con pantalón de vestir negro y camisa rosa.
Perfecto.
Hermoso.
Denotando toda su masculinidad.

Soñaba al verlo.

Lo amaba cada vez más.

Me acerqué y lo saludé con un beso tierno.
Sonrió con tanta dulzura que era imposible no notar lo que sentía por mí.
Lo volví a besar, con infinito amor.
Él me completó otra vez con una sonrisa.

Al ingresar, un comentario de la madre de Antonella nos tomó por sorpresa:

—Menos mal que ibas a esperar a Antonella hasta que cumpliera los 15…

Luciano sonrió, un tanto incómodo, por ese comentario innecesario.
A mí me molestó un poco, pero traté de no darle importancia.
Antonella, sin quedarse atrás, añadió en tono irónico:

—Sí, es verdad. Eso dijiste. ¿Y qué pasó?

Luciano sonrió y no dijo nada.
Respeté su silencio, aunque por dentro me molestaban esos comentarios sin razón.
Simplemente, sonreí y seguimos con lo nuestro.

—Luciano: Te ves hermosa, negri. Mi negri.
—Brisa: Gracias. Vos también estás muy bello.
—Luciano: Señorita, vengo a invitarla a dar una vuelta. ¿Me complacerías en acompañarme?
—Brisa: Sí, cómo no.

Saludé a todos y me retiré disparada con mi hermoso caballero.
El amor de mi vida.

Bajamos las escaleras abrazados.

La noche no podía estar mejor.
Era tan feliz, pero tan feliz…
Que al sentirlo tomado de mi cintura, mi corazón no dejaba de latir con fuerza.
Lo amaba en cada segundo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.