Letras de un Adolescente

Planes para la primavera – Viernes

Como todos los viernes —algo que ya empezaba a ser infaltable por el simple motivo del despertar de las flores, ya que la primavera estaba por comenzar— decidimos juntarnos en mi casa para planear el Día del Estudiante, ese 21 de septiembre tan esperado por todos los adolescentes como nosotros.

Ellos llegaron alrededor de la 01:00 a.m., cada cual con sus mochilas cargadas con el tintinear de las botellas que sonaban a cada paso. Uno a uno fueron entrando, acomodándose en la amplia cocina alrededor de una hermosa mesa de madera colocada justo en el centro.

Luciano llegó con su sonrisa dulce, besándome con la más hermosa de las pasiones.
Y el resto llegó con una noticia que no esperábamos.

Edgardo Mujeres, Ángel nos invitó mañana a una fiesta en el camping

Nos miramos, algo sorprendidas. Habían pasado meses desde la última fiesta, cuando ya casi ni nos veíamos.

Edgardo ¿Qué dicen? ¿Vamos?
Milena: Y de paso, les preguntamos si quieren hacer algo para la primavera.
Edgardo ¿Nosotros qué vamos a hacer? —preguntó, dándonos pie para inventar algo especial para ese día.
Milena: Miren… pensé que estaría bueno que nos vayamos de viaje. Sería algo distinto.

Todos, entusiasmados: ¡Buenísimo! ¡Sí, estaría genial!
Todos: ¿A dónde iríamos?

Milena: Miren, desde el colegio sale un colectivo a Merlo. Es más barato. Pensé que, les parece, podríamos ir con ellos.
Edgardo ¿Y dónde pararíamos?
Brisa: Mira, nosotras tenemos un primo allá. Quizás le podemos preguntar si nos da lugar, aunque sea para carpas.
Todos: ¡Buenísimo! ¡Mortal! ¿Tiene lugar?
Milena: Sí, tiene una casa grande. Cuanto mucho, como dice mi hermanita, vamos en carpa y nos salvamos de pagar un camping.

Todos: ¡Estaría buenísimo!
—Edgardo: ¿Cuándo podrían averiguar?
Milena: Mañana le preguntamos a mi mamá para que ella consulte.
Edgardo, Mortal, negri… bueno, ¿qué hacemos? ¿Quieren que hagamos una lista de cosas para llevar?

Todos: Dale.

Mi hermana se levantó, buscó papel y una birome, y se las alcanzó.
Él comenzó a anotar mientras le dictábamos lo que necesitaríamos para el viaje.

Las horas empezaron a pasar entre comentarios de “sí” y “no”.
El día llegó.
El reloj marcó las 08:00 a.m.
Ellos se fueron.

Esa noche, hablaríamos en el camping, por si alguna otra quería sumarse a nuestro viaje.

Al llegar el mediodía, hablamos con mamá:

Brisa: ¡Mami, mami!
Madre: ¿Qué necesitas?
Brisa: Tenemos que hablar con vos.
Madre: Bueno, díganme.
Milena: Anoche planeamos con los chicos viajar a Merlo por la primavera, pero tenemos un problema.
Madre: ¿Qué problema?
Brisa: Pensábamos si vos podías preguntarle a nuestro primo si podemos quedarnos en su casa.
Madre: Bueno, lo llamo hoy a la tarde y después les digo.
Ambas: ¡Gracias, gracias!

Sonreíamos las dos, muy contentas y entusiasmadas.
No veíamos la hora de contarle a los chicos que mamá iba a hablar con él,
pero más ansiosas estábamos por saber la respuesta de nuestro primo segundo.

Las horas pasaron.
La tarde llegó.

Madre: Hijas, me voy a la cabina telefónica a hablar con su primo, ¿vienen?
Brisa: Sí, mami, yo voy.

Salimos las dos hacia el locutorio que quedaba a tres cuadras de casa.

Madre: Cabina, por favor.
Recepcionista: Cabina 1.
Madre: Gracias.

Entramos las dos.
Mi mamá habló con él, y mi entusiasmo era desesperante.

Madre (al teléfono): Sí, sí, no hay drama, yo les comento.
Brisa: ¿Qué dijo?
Madre: Que sí, que no hay problema.
Lo único que pide es que, cuando salgan o vuelvan, no hagan bulla. Nada más.
Brisa: ¡Mortal! ¡Buenísimo!

Al llegar a casa, mi hermana nos esperaba ansiosa:

Milena: ¿Qué dijo? ¿Qué pasó?
Brisa: Dijo que no hay drama. Que él nos pasa a buscar con la camioneta por la plaza de Merlo, y que no hagamos bulla al entrar o salir, nada más.
Milena: ¡Buenísimo, mortal! Hoy a la noche les decimos a los chicos para empezar a armar todo, y de paso vemos si alguien más se quiere prender.

Las horas pasaron.
La noche llegó.
Nos vestimos cómodas con mi hermana e incluimos a Romina, una nueva amiga suya: de estatura media, cabello teñido de rubio, contextura robusta y labios gruesos.

Partimos las tres en remis hacia el camping, con nuestras mochilas que tintineaban al golpecito de las cervezas.
La emoción de las tres era hermosa.
En el camino, mi hermana le comentó a Romina lo del viaje.
Ella simplemente dio un “¡sí!”, eufórico.

Al llegar al camping, como siempre, todo estaba en perfecto estado: acomodando los últimos detalles para una noche ya empezada.
Al bajar del remis, el primero en recibirnos fue Ángel:

Ángel: Hola, mujeres. Pasen.
Brisa: Hola, Angelito.
Ángel: Hola, hermosa.

Al escucharlo, me sorprendí.
Algo en su mirada me preocupó.
Más aún sabiendo que hacía unos cinco meses que no me dirigía la palabra.
Su mirada era distinta… una mezcla de amor y de odio, no lo sé.
Simplemente… me preocupé.

Lo saludé.
Él me tomó por la cintura.
Y otra vez, sentí el latir de mi corazón.
Pero esta vez… no moría.




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