Letras de un Adolescente

Capítulo III Renacimiento

Los días fueron pasando.
Abril trajo mi cumpleaños número 18
Todos, como siempre, se reunieron en casa,
incluido Ángel, a quien hacía tiempo que no veía ni sabía nada de él.

Junio llegó con el cumpleaños número 21 de mi hermana
y con la sorpresa de que Luciano ya estaba trabajando.
Todo parecía transcurrir con normalidad.

Pero, al llegar el invierno,
mi relación con Luciano comenzó a tomar un rumbo algo extraño.
Algo no estaba bien.

Lo sabía.
Lo notaba.

Junto a eso, comenzaron a circular millones de comentarios
sobre una compañera de trabajo con la que él se llevaba más que bien.

Pero…
¿Cómo creer lo que dicen?
Él jamás me haría daño.
Él me ama.

“Debe ser solo una amiga”,
me convencía a mí misma…
quizás equivocadamente, o no.

Simplemente, decidí olvidar aquel tema,
creyendo total y completamente en él.

Luciano venía día por medio.

Jamás faltaba a su cita conmigo.
Siempre puntual,
siempre listo para mí,
sabiendo que el golpeteo en la puerta
me traía su presencia…

A esa persona que amaba con todo mi ser,
cuerpo y alma.

Los días pasaban como trote de muerte.
Algo en Luciano estaba cambiando.
Lo veía, lo notaba.
Como un secreto a voces, o algo similar.

Algo no estaba bien.

Iba al colegio por la tarde,
y por la mañana trabajaba.
Sus ojos ya no miraban como antes.

Una noche, como siempre, llegó triste.
Yo simplemente lo entendía,
aunque no dijera nada.

Luciano: Hermosa, tengo que contarte algo.
Sé que he estado un poco distante… lo lamento.
Brisa: Lo sé. Lo he notado. ¿Qué sucede?

Luciano: Apareció mi viejo —dijo en tono melancólico,
con voz tenue,
y un brillo casi infinito de dolor en los ojos.

Brisa: ¡Eso es maravilloso! —le respondí, contenta.
Luciano: Lo sé… solo que… ¿Por qué ahora?
Nunca estuvo. ¿Qué lo hizo volver?

Toda la vida estuve solo.
No sé qué hacer con todo esto.
Nunca lo conocí.

¿Qué se supone que le diga?

Se suponía que debía ponerlo feliz,
pero simplemente sufría
porque su padre había vuelto.

Me hundí en mis pensamientos:
<>
Para mí, era lo más simple del mundo:
hablar con su padre y conocerlo.
Había aparecido.
Era simple… para mí.

Brisa: Corazón…
¿Y por qué no le das una oportunidad y lo conoces?
Va, no sé… digo.

Luciano: Para vos es simple.
Siempre tuviste a tu familia bien armada,
siendo una princesita. Todo lo que yo pasé sin él, lo que lo extrañé… Lo que sufrí. ¿Cómo puede un padre abandonar a su hijo? ¿Y simplemente desaparecer? Sin siquiera preguntar cómo está. Sin un gesto, sin una palabra Ese amor de padre me ha hecho tanta falta.—Hablaba en tono decepcionado—¿En serio lo haces tan simple?

Me sentí culpable por no haberle dado la importancia que su dolor merecía.
Siempre he sido muy comprensiva…

Brisa: Tienes razón, amor. Lo siento.
Pero trata de hablar con él.
Hazle todas esas preguntas que te has hecho.
Busca la forma de hablar con él.
De conocerlo.

Me observó, con calma.

Luciano: Tenéis razón.
Voy a hablar con él —Gracias, hermosa.

Me besó
y se retiró del lugar.

Narración desde Luciano

Me fui directo a mi casa,
pensando en todo.

¿Qué hago con mi dolor?
¿Qué debo hacer?

Me tumbé en una banca, en una plaza,
esperando la madrugada para volver a casa…
y reencontrarme, una vez más,
con la soledad de estar solo,
con la idea de que nadie me quiere.

¿Qué hacer?
¿A dónde ir?

Mis pasos me llevaron directo a la casa de Melany:
mi compañera, mi amiga, la que me acompaña en el trabajo,
la que me da cariño, la que me entrega tanto con su presencia,
como si realmente me amara.

Ella salió.
Me abrazó. Sin más, simplemente nos besamos.
Hicimos el amor. Tan simple… como eso, hacer el amor—Desperté por la mañana
con el desayuno listo los “buenos días”
En forma de un beso apasionado en los labios —Sin darme cuenta, sin quererlo…
Lo había hecho:
Había engañado a Brisa. Pero necesitaba contención.
Y Brisa, simplemente, no me la dio. No lo hizo.
Es más… Me recordó a Nataly, tan fría, tan distante,
que llegué a pensar si realmente me amaba —Observé a Melany…
Entregándome tanto amor, tanto cariño, no lo pensé más—Ese día nos fuimos juntos al trabajo, ella venía cada tanto a abrazarme. Y no lo pensé mucho… Le hablé de mi viejo, de todo lo que había pasado.

Melany: Te acompaño a verlo.
Lo enfrentas, hablas con él, ¿te parece? Yo estoy para lo que necesites,
no lo dudes jamás.

Me abrazó por los hombros,
apoyando su cabeza en mi cuello.
No dudé. Me sentí tan bien,
tan querido, que no necesitaba pedirle nada.
Ella simplemente me lo daba.
Y ahí estaba, para mí.

Melany: Tienes que hablar con tu novia.
¿Qué vas a hacer con ella?

Luciano: No lo sé, Brisa es muy dulce, siempre me ha comprendido…
Solo que a veces es tan fría. Nunca me dice “te amo”, al menos que yo se lo diga,
o se lo pregunté. Eso me hace dudar de su amor.
Y yo necesito mucho amor… Soy como una plantita que hay que regar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.