Luciano llegó a mi casa, tipo 16 de la tarde.
Golpeó Al abrirle, simplemente me abrazó
con un dolor muy grande, una queja muda, por algo que no entendía, logrando que mi corazón latiera a mil por hora sin entender lo que estaba sucediendo
—Luciano: No te preocupes por mí. Estaré bien.
Y recuerda que te amo.
Lo miré, ensordecida. No sabía ni entendía lo que sucedía. Al intentar modular una palabra,
él simplemente calló mis labios.
—Luciano: No preguntes nada.
Solo entiéndeme.
—¿Cómo podría yo entenderlo si nada me explicaba? ¿Cómo?—Simplemente lo observé.
Él tomó mi rostro y me entregó una carta.—Luciano: Ahora me tengo que ir.
—Brisa: ¿A dónde vas?
No entiendo… por favor, ¿puedes decirme algo?
No sé lo que está sucediendo…
Mi mundo comenzó a desmoronarse.
—Brisa: ¿Qué sucede? No me hagas esto… por favor…
—Luciano: No te preocupes por mí.
Se retiró sin decir más nada, quise detenerlo, simplemente me dijo —No te preocupes, estoy bien
—Luciano ¿qué sucede?
—Solo entiéndeme por favor, solo eso te pido —retirándose sin decir más nada, destruyendo mi alma por completo.
Entré, temblaba por los nervios, no entendía nada, mi corazón ensordeció mi cabeza
, mi alma se retorció de dolor sin siquiera tener noción de nada y comencé a leer
la carta.
Mi amor:
Primero y principal, te cuento que en este momento siento que nadie puede entenderme.
Quiero que sepas que te amo, y que ahora necesito mucho de tu cariño y de tu amor.
Y si es posible… que no tenga que pedírtelo.
Perdóname por escribirte así, con este tono, pero en estos días te he notado más lejos que nunca.
Tal vez sea yo, lo que pasa es que necesito que reacciones, necesito saber lo que sentís por mí.
Quisiera que me lo digas— por lo menos un “te quiero” hoy…
Con eso me conformo, y te lo agradecería.
¿Todo esto por qué? Paso a explicarte.
Tuve problemas con mi abuela, con mi vieja…
Nadie se da cuenta de cuánto los necesito.
Yo no sé qué hacer para abrirles los ojos.
Te necesito.
Valoro todo lo que haces por mí.
Y entiendo que no soy nadie para...
¡No! Nada...
Te cuento que dejé de fumar,
porque vos me lo pediste.
De alguna manera u otra tengo que hacerlo por mí,
y tampoco quiero perderte por mi locura.
Bueno… Lejos de todo eso, te digo que hasta estoy pensando cualquier cosa.
Me conociste así: cobarde,
el que se escapa de los problemas. Y ahora… lo voy a hacer de nuevo.
Pero tal vez esta es una forma de hacer que mi familia reaccione.
Quiero que vos no te preocupes por nada.
Recuerda que voy a estar bien, muy bien, en un lugar seguro.
Y nada más.
De verdad, no creas que no me duele pensar que puedo hacerte daño, o que te lastimé.
Eso me hace sentir muy mal, porque pienso en vos.
Nada más que en vos.
Pero, por favor, entiéndeme.
Yo sé que me vas a entender.
Te extraño.
Te amo, por siempre.
Luciano.
Mis manos temblaban de terror.
Mi corazón no me dejaba respirar.
Sentía que me asfixiaba,
mientras mi pecho se oprimía
por el dolor y la duda de no saber qué haría,
a dónde iría.
Realmente… mi alma se desplomó en llanto.
Totalmente destruida,
llorando de tal modo
que el aire parecía cortarse antes de llegar a mis pulmones.
Lo amaba.
Jamás pensé en el daño que esto me ocasionaría.
Mi mundo cayó sobre mí de golpe,
destruyendo mi vida
y convirtiéndola en una oscuridad absoluta.
Cada día que pasaba, su familia venía a preguntarme qué había pasado,
si se había peleado conmigo.
Yo no sabía qué decir.
¿Y qué diría, si él no me había explicado nada?
La incertidumbre me cubría por completo.
Ya nada era lo mismo.
Las semanas y los días pasaron.
El cartel de “se busca” sonaba en cada rincón,
como si la tierra se lo hubiera tragado y los días me mostraron el peor de los males y el dolor se agudizó por completo al golpeteo de Edgardo —Esta Bri, tengo que hablar con ella.
Corrí disparada al escuchar su voz—¿Qué paso? ¿Está bien?
Edgardo—Si está bien, solo siéntante, él no quiere hablar con nadie, solo te aviso para que te quedes tranquila—Retiro de casa.
Caí desbastada el suelo, —No quiere verme, ¿quizás necesita tiempo?, no lo podía creer, a su vez estaba alegre porque estaba bien, pero a su vez me había clavado el puñal más grande de mi vida y el dolor se volvió carne Ya los días y las noches eran lo mismo.
Jamás dormía.
Mi cuerpo se estaba cayendo en mil pedazos.
La comida no quería entrar por mi boca.
La locura…
la locura de la muerte quería sentir.
Sin él, mi vida no servía.
No tenía sentido.
Prefería morir y no llorar más.
No sufrir más.
Más allá de que el colegio era de todos los días
pero nada más.
Ya casi ni amigas tenía.
Ya casi estaba desapareciendo…
del dolor y la angustia.
Por él.
Por su amor.
Por su locura.
Por mi locura.
El día me trajo a mi hermana a mi desesperación de amar y no amar, de simplemente no tener ni idea de lo que había pasado, los días se habían convertido en semanas, las semanas en meses y mi vida en un solo infierno, creado por él, mi único amor.
Editado: 25.10.2025