Agosto llegó junto al viento,
y el sol ya no era tan frío—quizás tibio,
denotando que la primavera ya se encontraba cerca.
Ángel llegaba siempre a la hora de la siesta.
Golpeaba,
y yo salía a recibirlo con un fuerte abrazo,
al cual él respondía levantándome unos cuantos centímetros del suelo.
—Ángel: Hola, hermosa. Hoy andaremos un rato en bicicleta, ¿te parece?
Y si no te parece… nos iremos igual —sonrió.
—Brisa: Ok… ¿Y hacia dónde iremos?
—Ángel: Al río.
—Brisa: Bueno… es algo distinto a caminar sin rumbo —sonreí—.
Ahora andaremos con rumbo… ¡en bici!
—Ángel: En bici —sonrió.
—Brisa: La verdad que es algo nuevo —sonreí—.
Me di cuenta por la otra bicicleta…
y por “él andará en bicicleta” —dije, sonriendo picarescamente.
—Ángel: Tampoco te burles de mí. Sabes que soy medio bruto…
Sonreí.
Él era esa mezcla rara de caballero y bestia.
Una mezcla extraña.
A veces era el caballero…
y otras, bueno… ni hablar.
Pero conquistando, lentamente, mi corazón de nuevo.
—Brisa: No digas eso. SOS especial.
—Ángel: Depende de cómo definas “especial” —río—.
Es una forma delicada de decir: bruto, torpe, bestia —sonrió con picardía,
moviendo sus labios hacia los costados.
—Brisa: Tómalo como quieras…
pero vamos antes de que refresque.
Después dialogamos qué tan especial eres… y en qué sentido —sonreí.
Partimos los dos.
El camino era hermoso.
El sol irradiaba espectacular para nosotros.
Llegamos a la bici senda,
que nos llevaba directo al río.
Al llegar, nos sentamos a la vera del agua,
bajo aquel hermoso sol,
que parecía más que perfecto.
—Brisa: La verdad… me encanta estar con vos. La paso muy bien.
—Ángel: Esa es la intención.
Que te olvides de todo…
y del dolor que Luciano te causa.
Y por lo que veo, ya estás mejor.
—Brisa: Sí… estoy mejor.
Pero… ¿Por qué siempre lo traes a Luciano?
No es necesario.
La estamos pasando muy bien.
No necesito que, cada vez que estamos bien,
me traigas su recuerdo.
—Ángel: Perdón. Te prometo que no lo voy a volver a nombrar.
Solo quiero hacerte una pregunta… y después dejo de molestar con el tema.
—Brisa: Ok, dime.
—Ángel: ¿Qué pasaría si él vuelve?
—Brisa: No creo que vuelva —respondí, entristecida.
—Ángel: ¿Y si vuelve?
—Brisa: No lo sé. La verdad que no lo sé.
Pero, por favor… no hablemos de él, ¿puede ser?
—Ángel: Sí, cómo no. Lo que vos quieras.
Sabes algo… es hermoso cuando estás así, apoyada en mí.
Pareces tan tranquila.
—Brisa: Sí… aunque no lo creas, vos me transmitís eso. Y mucho más.
Me observó con esos ojos brillantes como estelas.
Pero no dijo nada.
Solo continuó abrazado a mí,
mirando el atardecer que llegaba,
colocando este día entre los mejores… hasta el momento.
Partimos hacia casa.
Ya era tarde y yo debía volver.
Él, como siempre, me acompañó hasta la puerta.
Grande fue mi sorpresa al llegar.
Regreso al dolor
Al llegar, al parecer, no había nadie,
lo cual se volvió una situación un tanto incómoda.
—Ángel: ¿Te acompaño adentro?
—Brisa: No creo que haga falta.
De todos modos, gracias por estar.
Ángel se acercó lentamente hacia mi rostro.
—Ángel: Siempre voy a estar.
De eso, seguro.
Nunca lo olvides.
Mientras acercaba sus labios a los míos,
yo continué el trayecto… despacio,
con temor, con duda,
pero era lo que quería.
De pronto, alguien se acercó a pasos lentos.
—Luciano: Vaya, vaya… no perdiste el tiempo.
Nos separamos.
Para mi sorpresa, era Luciano.
Había vuelto.
—Brisa: “¿No perdiste el tiempo?”
¿Eso vas a decirme?
Te desapareces por meses…
¿Y yo no perdí el tiempo?
¿Qué esperabas? ¿Qué te esperará?
¿Hasta cuándo?
—Luciano: No te lo digo a vos.
Se lo digo a él.
Veo que no perdió el tiempo en caer como buitre
y enredarte en sus redes.
—Brisa: No hables así.
Él estuvo cuando vos no.
—Luciano: No creo que debamos hablar con este presente.
Ángel no se mostró sorprendido por su aparición. Eso sí: desde la primera palabra que Luciano pronunció,
lo miraba con Ira. Logre sentir el chasquido de sus dedos entre sus manos No estaba feliz con su regreso. Simplemente, lo tomó del cuello.—Ángel: Si tienes algo que decirme, lo arreglamos acá. No estuviste. Vos la heriste. Y eso me da rabia.
No te lo permito. Si no hubieras aparecido de nuevo… Estaría conmigo.
Pero no. Volviste para cagarle la vida otra vez. Para seguir jugando con ella como si fuera una muñeca.
—Brisa: ¡Basta, basta! —tratando de separarlos—.
¡Termínenla, córtenla! Se van los dos.
¡Aléjense de mí!
Ya está.
Se acabó para los dos. Chau.
Los quiero lejos de mí. Muy lejos de mi vida.
Ángel me observó con dolor.
—Ángel: ¿Eso es lo que quieres?
Está bien.
Editado: 25.10.2025