Letras de un Adolescente

Capitulo V Mártir de mis decisiones

El final que duele… pero libera

Al llegar la noche,
como siempre, Luciano apareció pasadas las 00:00.

Me saludó como siempre…
¿Con amor? No lo sé.
Ya me daba lo mismo.
Ya no sabía lo que sentía.

Las horas fueron pasando.
Nuestro silencio lo decía todo.
Se le notaban los nervios.

La televisión encendida
parecía lo único importante.

Más allá de todo,
mi corazón latía tan veloz…
que me costaba respirar.

Mi cerebro estaba nublado,
sin poder ver con claridad.
Me ensordecía por momentos.

Jugaba con un mazo de cartas,
tratando de calmar mis nervios,
mi dolor,
mi confusión.

El reloj marcó las cinco de la madrugada.
Luciano tomó su abrigo.
Lo acompañé hasta la salida.

Trató de besarme.
Lo observé.
Y una frase resonó en mi cabeza:
“Si amas, déjalo libre.”

Ya no quería pelear más por su amor.
Si él era feliz en otros brazos…
solo debía dejar que pasara.

Mi corazón se entristeció.
Junto con mi alma.
Me sentí asfixiada.
Me sentí morir.

La despedida había llegado.
Pero esta vez…
no sería:
“Hasta pasado mañana, amor. Te me cuidas.”

Esta vez sería para siempre.

El pecho se oprimió.
Mi boca quiso sellarse.

Pero esta vez…
mi corazón y mi razón se pusieron de acuerdo.

Era el momento de dejarlo ir.
De parar esta agonía.
De empezar a vivir.

Y sin más pensarlo,
lo dije:

Brisa: Corazón… me parece que ya está.
Acá se terminó todo.

Él me miró.
Sus pupilas se tornaron tristes.
Llenas de dolor.
De melancolía.

Pero nada preguntó.
Tomó mi rostro entre sus manos.

Luciano: Te amé.
Te amo.
Y te voy a amar… siempre.

Mi corazón colapsaba.
De nuevo, a gritos.
Pidiéndome que no se vaya.

Que lo amaba.

Pero no dije nada.
Solo callé.

Él se retiró,
perdiéndose en la noche.
Pero esta vez…
para no volver.

Lo observé unos segundos.
El dolor sucumbió en mí.

Cerré la puerta.
Y me senté contra ella.

El llanto me conquistó.

Ahora sí…
sentía mi corazón explotar.

No podía respirar.
Mi cabeza estallaba.
El dolor era avasallante.
Jamás lo había sentido en tal magnitud.

Lloraba como nunca.
Sin poder respirar.

No encontraba forma de calmar este dolor
que parecía desfallecer.
Pero esta vez…
de verdad.

Esta vez…
no sabía si podría levantarme.

Caminé hacia mi habitación.
El dolor no daba sosiego.
Por momentos…
parecía morir en cuerpo y alma.

El dolor no acababa.
Y cada vez se volvía
más fuerte,
más entero,
más real.

Desmayándome por ratos,
por el dolor en mi corazón
que no paraba. Mi pecho parecía oprimirse cada vez más, me era imposible parar de llorar, el dolor esta vez se volvió del alma, imposible poder explicar con palabras, solo lo entenderán aquellos que han amado y padecido pero amado de verdad con corazón, cuerpo y alma. Destruyendo tu vida, tu psiquis como jamás lo esperaste Y que, cada día…
Se volvería más letal.

El correr de los días

La primera semana sin Luciano transcurrió normal.
Al parecer, era lo que quería.

Pero el correr de los días me demostró lo contrario.
El sufrimiento por su amor llegó como un mar eterno de dolor.

Las noches se volvieron un vacío,
y al volver el sol cada día,
me levantaba para ir al colegio.

Sabía que lo vería:
él estaba en su último año del secundario
y yo en el primero.

Todo se volvía más que confuso.
Más doloroso.

Parecía que lo amaba con el alma.
Lo veía cada recreo,
tan lejos de mí,
tan lejos…
porque yo así lo había preferido.
Así lo había querido.

Pero ese dolor se profundizaba cada vez más.
Cada vez más comentarios me llegaban,
Aún lejos, la gente me decía que lo veían con ella.
Esa morocha, que lo acompañaba a todos lados.
Al parecer, estaban muy enamorados.Y aun creyendo que yo le había hecho daño.
Que yo era la culpable de su dolor…
Aunque fue él quien me destruyó la vida.
Fue él quien me fue infiel con ella.

Y eso…
eso me dolía en el alma.
Porque yo le había entregado todo.
Y no recibí nada.
Solo su traición.
Su dolor.
Imposible de creer.
Imposible de olvidar.

Haciéndome creer cada día que la culpa era mía.

Pero no.

La culpa era solo de él.

Él fue quien me traicionó.
Él, quien decía que yo no lo amaba como él quería.
Él, quien me reclamaba por ese amor

que, según Luciano,
yo no le entregaba.

Según él,
yo no lo amaba.

Si supiera lo que sentía.
Si supiera que lo amé
y lo amo
con el corazón,
el cuerpo
y el alma.

Entregando hasta mi propia felicidad
con tal de que él fuera feliz.
Ya que, de seguro,
lo era con ella.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.