No sé qué diablos hago despierto. Sin sonar mi alarma, sin gritos, ni siquiera el gato que usualmente camina por el techo. "Al carajo", murmullo mientras me levanto y abro las cortinas. El amanecer se está desplegando, y calculo que son alrededor de las cinco. Cierro las cortinas bruscamente y me dirijo al baño. Al salir, siento un frío penetrante y me visto rápidamente con un abrigo blanco, joggers negros y zapatillas. Cojo mi mochila, las llaves y el teléfono, y salgo de mi habitación. Intento no hacer ruido, entro al cuarto de Emma y le pongo una alarma en el teléfono a máximo volumen conectada a siri antes de bajar y salir de casa.
Con los auriculares puestos, camine hacia el parque. Me siento en un columpio y observo el amanecer. He pasado un rato aquí, reflexionando, cuando una voz familiar interrumpe mis pensamientos.
—Buenos días.
Giro la cabeza y me encuentro con Daniel.
—Buenos días —respondo, intentando ignorarlo.
—Tengo buenas noticias.
—Nada que venga de ti es bueno —miro de nuevo hacia adelante, fingiendo desinterés.
—No dije que fuera bueno para ti.
—Entonces, ¿qué es?
—La buena noticia es que obtendré los puntos extras —dice con una sonrisa.
Genial, Javier y su avaricia.
—¿Por cuánto se vendió tu hermano? —pregunto con cierta amargura.
—Toda mi mesada más algunos juegos. Son como ciento cincuenta y tres dólares.
Mesada. Apenas me dan cinco dólares para ir a la tienda, ¿de dónde saca el dinero?
—¿Cumplirás tu parte del trato o qué? —se para frente a mí.
Me quedo pensando unos minutos. ¿Aceptar o quedar como un idiota que no cumple lo prometido?
—Cumpliré —me levanto para irme—. Hoy después de clases —camino en dirección a la escuela, poniendo mi música al máximo.
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Ya ha pasado un tiempo desde que hablé con Daniel. La gente está llegando, así que entro al salón, que está vacío, a esperar.
—¡ALEJANDRO GABRIEL CRUZ DÍAZ!
Ahora como la cagué.
—¿Sí? —respondo nervioso mientras me quito los auriculares.
—¿Por qué demonios no respondes? Ayer casi me muero y tú ni siquiera leíste el mensaje. —se acerca "enojada".
—Perdón, me dormí temprano.
—Estoy cabreada. Ven conmigo. —me jala de la mano y me lleva a un salón vacío—. Recuerdas lo de Camila y Nicolás, ¿verdad? Bueno, ayer Camila me escribió diciendo que le gustaba Nicolás y que tenía planeado decírselo.
—¿Y quieres que la ayude? No entiendo.
—Jean, el mejor amigo de Nicolás, me dijo que ese idiota ya tiene novia.
—¿Qué?
—No sé tú, pero yo no voy a dejar que le diga nada a ese imbécil.
—¿Deberíamos decirle? No quiero que quede lastimada.
—Yo tampoco, pero siento que la voy a lastimar más ahora que sé que le gusta... No quiero que pase lo mismo que con ya sabes quién.
—Pero imagina cómo se va a sentir si su mejor amiga no le dijo apenas se enteró. —me quedo callado pensando en qué decir—. Jean se confundió, pensemos así. Además, conozco a alguien que me puede confirmar.
—Solo ruego porque sea una confusión.
Maia tiene claro lo que puede vivir Camila, entiendo su preocupación.
—Tranquila, vamos a clase. Iré a averiguar más tarde. —pase mi brazo por sus hombros.
Ambos caminamos al salón, y mientras nos acercamos, se escucha el bullicio. Ya está lleno. Maia y yo nos sentamos, iba a guardar mis auriculares en la mochila cuando me doy cuenta de que hay un papel sobre mis libros... otro sobre...
Lo abro y encuentro una carta.
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Hola, ¿cómo estás? Espero que bien. Hoy te vi muy temprano en el colegio intente evitarte para que no me veas. Para eso quiero esperar, quiero que llegues a sentir algo por mí, algo más que una amistad o algo por el estilo.
Me gustaría mucho que respondieras las cartas (no es obligatorio, entenderé que no quieras). Puede ser una nota o otra carta, como gustes.
Renté un casillero del colegio, es el 229 en el segundo piso cerca del salón de química. La clave es 2212. Ahí te deje un regalo. De hecho, hay uno esperándote. Las cartas pueden aparecer en cualquier lugar, así que no te sorprendas. Espero que te guste el regalo.
Atte. Tu admirador "secreto"
Pd: Creo que te falta el libro de Inglés (no revisé nada, es que es el libro más grande y no está).
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Estaba releyendo esa carta; al parecer, no era una broma. Alguien realmente estaba interesado en mí. Mis mejillas se calentaron estaba probablemente estaba rojo.
—¿Qué tienes ahí, Ale? —pregunta Maia.
—Una carta... —digo distraído.
—¿Otra carta? —pregunta sorprendida.
—Sí... —estoy distraído, releyendo la carta hasta que siento un golpe en mi cabeza. —¡Au! —grito, sobándome la cabeza—. ¿Por qué fue eso?
—Te estaba hablando y solo dijiste "sí", quiero saber.
—El de las cartas rentó un casillero —le paso la carta—. ¿Sabes cuánto cuesta rentar un casillero en esta basura de colegio?
—No, ¿debería?
—Son 40 dólares cada trimestre
—Significa que tiene plata —responde devolviéndome la carta—. Irás a ver cuál es tu regalo, ¿verdad?
—No lo sé. Puede ser una broma, y estoy perdiendo mi tiempo.
—¿Y si no lo es? ¿No crees que te perderías de algo bueno?
Pienso en lo que dijo Maia. ¿Y si es algo bueno y solo estoy pensando en el lado negativo?
—Lo buscaré en el recreo —mentí y me rasco la ceja.
—Oye, en la posdata, ¿qué decía?
—Que no tenía mi libro de inglés. ¿Por?
—Porque tenemos inglés a la primera hora.
—Me cago en... —digo en voz baja y golpeo mi cabeza contra la mesa.
—Pobre de ti —dice dándome palmadas en la espalda como si me consolara, pero en verdad se está burlando.
Ya han pasado las tres primeras horas —dos de inglés, una de matemáticas— y ahora estoy sentado en una mesa comiendo con mis amigos. Estuve inútil durante las horas de inglés y en matemáticas me estaba durmiendo. He pensado mucho en lo que dijo Maia durante la clase. ¿Qué tal si es algo bueno? ¿Qué puedo perder al ir a revisar el casillero?