Ley de Atracción

3. El Colapso

Un mes más tarde…

Narrado por Massimo

 

Separo los primeros botones de mi camisa y una chica a mi derecha mete una de sus manos con largas uñas pintadas de negro. O eso creo ver a través de mis gafas oscuras, la música explotando con fuerza a través de mis oídos y las luces titilando al ritmo de las pantallas. Llevo una botella de agua en mi mano que se sacude mientras bailo y siento la manera en que los lásers de las luces me atraviesan el cuerpo y lo digo de manera completamente real, puedo sentirlo en el cuerpo.

Es extraño, pero vívido, potente, fascinante.

Prende la música y acalla los pensamientos.

En medio de esta maravillosa locura, noto también que una amiga de la chica que me desprende los botones en medio de la fiesta con todos posicionados delante de la cabina de DJ mientras dos bailarinas demuestran destrezas colgadas en arneses desde el techo con atuendos con transparencias y cuero. Una me asecha desde un lado, la otra por el otro extremo y dejo que me abran completamente la camisa. También llevan gafas oscuras puestas, botellas de agua y la música a todo dar latiendo con fuerza debajo de nuestra piel.

Ambas tocan mis pectorales, mis abdominales, luego se acercan entre ellas y se besan. La sensación es tan brutalmente excitante que la música parece golpear más y más profundo dentro de mi cabeza.

Puedo notar la manera hipnótico en que mi mejor amigo también se acerca a mí, posicionado a mi lado observa cómo las chicas delante de nosotros rozan sus lenguas, se abrazan y nos tientan con un deseo en pleno auge.

Ansioso de más nos acercamos a ellas, cada uno de nosotros toma a una y antes de besarme, ella saca una pastilla de su pequeño top, muerde la mitad y me coloca la otra mitad en la lengua. Le doy un trago a mi botella de agua, le convido otro poco a ella y bailamos al ritmo de la música que se apodera de nosotros en golpes intensos que parecen surgir desde nuestro interior. La excitación de la pastilla más las luces y la música hace que el contacto se vuelva más delicioso cada vez.

El calor me tiene sudando a mil, ella también, su amiga y el mío se agolpan aún más a nosotros mientras nos besamos apretados los cuatro más todo el tumulto de gente que explota a nuestro alrededor con la fiesta.

Ella deja de besarme y me quita la camisa, me la ata a la cintura y eleva mis brazos con sus manos aferradas a mis muñecas.

Más alto.

Más alto.

Más.

Carajo.

Más, más, más.

Las luces parecen atravesar nuestros cuerpos como un láser que realmente tiene el poder de tocarnos.

Seguimos bailando, esta vez su amiga se acerca a mí y nos besamos entre los tres, mi amigo se aferra detrás de una de ellas y la besa por el cuello, la atrae a su boca y noto que me está mirando, hacemos contacto visual mientras cada uno se concentra en su chica y esto sigue a tope.

En un instante mi amigo se acerca a mí y me dice al oído:

—¿Tienes…?

—¡¿Qué?!—me vuelvo a él y me quito las gafas oscuras para verle al menos mover los labios y hacer un esfuerzo de lectura.

—¡¿Que si tienes condones?!

O eso creo que me dice.

Saco mi billetera y encuentro así que le paso uno y se lo guarda. Encuentro otra pastilla, no estoy seguro de cuánto llevamos, pero ansío seguir sintiendo el efecto en mi cuerpo ya que los movimientos van quemando la sustancia.

Mi amigo me baja la mano con la billetera y mis cosas.

Niega con un movimiento de su cabeza, se ha puesto las gafas encima y me niega con un movimiento de su cabeza.

Tiene las pupilas dilatadas y la mandíbula mascando chicle (o eso parece).

Una de las chicas se acerca a él y le da un chupetín, se lo mete en la boca y luego ella lo chupa también.

Observa lo que sucede y ambos se alejan en dirección a los baños.

Quedo a solas con la otra chica que es la segunda a la que besé. Es rubia, muy alta, tiene una delantera maravillosa y el top deja ver una cintura diminuta con un tatuaje que empieza entre sus costillas y un aro en el labio inferior. Al acercarla a mí, la toco con mi torso desnudo y sudado, notando que también tiene un piercing en el ombligo.

No lo tolero más, me meto la pastilla en la boca y ella me da agua de su botella. La mía se termina y la arrojo al suelo.

Su mano baja por mi cintura y me toca, consiguiendo que mi virilid*d responda de inmediato. Me desabrocha el cinturón y explora aquí mientras la música sigue vibrando a tope.

Otras personas sudadas con poca ropa se acercan, se golpean a nosotros, parecen seguir extasiados cada uno en el contacto del cuerpo a cuerpo, pero sin ocuparse de lo que sucede a su alrededor. Algunos que están cerca en el mismo estado que nosotros se agolpan, tocan, bailan, sudan, no sé si son hombres o mujeres o qué, todos somos lo mismo, todos somos uno en este momento.

Ella me sigue estimulando y la música, la luz, la sustancia en mi cuerpo haciendo detonar los efectos, todo es increíble. 

Más alto.

No sé ya cuánto he tomado, pero ha valido la pena.

Más alto.

Me siento en la gloria.

Ella me besa, se agolpa a mi cuerpo y nos vamos contra una de las barras de los costados.

Más alto.
Se engancha a mis hombros y mis manos deslizan hacia arriba su corta falda.

Más alto.

La necesidad de mis sentidos hipertrofiados por estallar ya nos tiene a ambos húmedos hasta la médula y sin dejar de besarnos mi masculinidad encuentra la su oportunidad y entra.

Más alto.

Tan caliente.

Tan sensual.

Tan suave.

Tan exquisita su carne.

Más alto.

—¡OH!—grita contra mi boca.

Le muerdo el labio inferior.

—¡OH, CARAY!—insiste, pero sigo y sigo.

Y sigo.

Hasta que la gloria se cierne ante nosotros poniéndonos a ambos a gritar, a jadear entre los cuerpos húmedos y el infinito que nos apresa a ambos.




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