Ley de Atracción

5. Massimo Idiota

Narrado por Massimo

 

¡Por todos los cielos!

Salgo a toda prisa hasta el lavabo, pero me doy contra una puerta.

—¡Demonios!

—¡Hijo!

Mi madre viene tras de mí e intenta alcanzarme. Lo consigue y abre la puerta del baño luego de que me haya dado en la frente contra la puerta cerrada.

Ella saca un paño de papel suave y me seca los ojos.

—Creo que me entró en la boca, ¡me entró en la boca! ¡Cielo santo!—. En verdad pienso en soltar un rosario de insultos, pero me limito a no hacerlo porque soy consciente de que mi madre aborrece los insultos y las palabrotas.

Podría sentenciar que pocas veces en mi vida he querido decir todo lo que en verdad deseo ahora mismo.

—Tranquilo, cariño. Es solo orina de bebé. De tu hijo, para ser exactos—. Ella me ayuda a llevarme hasta el lavatorio y me lava, pero me encargo yo mismo de tomar el jabón y limpiarme. Esto es realmente asqueroso.

Y humillante.

—No es necesario que me sigas enseñando—le advierto, mirándola por el espejo una vez que tengo la vista despejada.

Mamá se cruza de brazos con el paño aún en la mano. Luego de un suspiro, lo arroja al suelo y me sigo lavando con jabón.

—Pero sí es necesario que tu aprendas.

—No, tengo empleadas que lo hacen en su lugar.

—Realmente creo que los niños pueden ayudarte en este momento, Massimo.

—¡Uno de ellos acaba de orinarse en mi cara mientras intentaba cambiarle el pañal!—le suelto, presa de la indignación.

Ella emite una risita.

—Okay, ¿es en serio? ¿Te produce risa mi situación?

Ella se sigue carcajeando y asiente.

—Por supuesto, ¡son criaturas!

—Claro, pero creía que eso solo sucedía en las películas.

—¿Crees que yo no te cambiaba los pañales a ti de pequeño o a tus hermanos y no me llevé a cuestas algún evento…desafortunado?

La verdad es que no me apetece hacerme esa clase de imágenes mentales ahora mismo.

Me enjuago la boca con agua haciendo gárgaras, me cepillo los dientes y hago buches con enjuague bucal del más fuerte mientras debo seguirme tragando el sermón de su parte:

—Cariño, entiendo que tengas tiempos muy acotados como para hacerte cargo a tiempo completo como lo hacía Bea, pero tienes que asumirlo más temprano que tarde. Te necesitan y claro está que necesitas de ellos también.

—No menciones a Bea, por favor—le pido, a sabiendas de que es un puñal que se me clava en el pecho su nombre.

Afirmo las manos a los costados del lavatorio y ella insiste:

—Soy tu madre y nadie en el mundo te conoce mejor que yo. Sé que lo de Bea te dolió, pero lo que más querría ella en el mundo es que sientes cabeza con tus hijos y no hagas los escándalos como…bueno, el que hiciste anoche.

Carajo, lo sé.

Fue realmente vergonzoso, pero no puedo asumirlo de manera diferente, me dolió incluso a mí que pasara.

Ojalá nunca hubiese sido de esa manera.

Pero ya está hecho.

—Tranquila, mi empresa está preparada para resistir eso. Lo hicieron público otros medios porque son unos envidiosos, no llegan ni a los talones de mi canal—le aseguro.

—No lo digo solo por los medios. Casi me muero cuando supe todo lo que estaba pasando y, por suerte, nos llamaron para buscarte antes de que cayera la prensa.

—Mamá, basta. Ya está, ya sucedió.

—¿Y volverá a pasar?

Silencio.

No lo sé.

—Hijo—añade ella, volviéndose a mí para tomarme de las manos—, ahora mismo hay otra empleada terminando una tarea que tú deberías hacer y no porque sea una obligación moral sino porque te ayudará a ti. Te ayudará también a limpiar tu imagen.

—¿Qué dices?

—Hablé con una amiga…

—Oh, no.

Ya sé quién es.

Lara.

—Mamá, deja de ventilar nuestra vida privada. Si quieres desheredarme, hazlo, no necesito pedirles nada a ustedes—. Lo cual es cierto porque de los tres hermanos que somos, soy el único que ha sabido hacer su propia fortuna mientras que ellos aún viven del riñón de mis padres.

—No te preocupes que ya lo hiciste tú solito, a lo de andar ventilando tu…intimidad. Pero le pedí a Lara un favor.

—¿Qué? No me interesa.

—Hijo, tendrás ayuda, ya verás que sí. Podrás corregir tus errores.

—Claro, sí, dame tiempo.

—Es que tendremos otra ayuda de…

¡Boom, boom, boom!

Los golpes en la puerta suenan como estruendos.

—¡Dónde estás! ¡Abre la puerta ahora, Massimo!

Está furioso.

—Le pedí que no viniera—suspira mi madre.

Es papá.

 




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