Ley del Millonario

11. Quédate conmigo...

Narrado por Massimo

 

Les he sacado a todos a patadas, cada una de las personas que ha estado cerca de mí en todo este tiempo me ha parecido una mentira, una tras otra, traición tras otra impregnada de horror, de enojo, de insensatez.

¿Cuál de todos ellos fue primero? ¿Por qué no me habían informado antes que esto sucedería? Viktor me llamó a las once de la noche para avisarme que la nota saldría, tuve algunos llamados perdidos de él a lo largo del día, pero no pude atenderle por estar enfrascado una investigación que estaba dando con los mismos resultados que se estarían publicando apenas horas más tarde sin que sea yo quien entregue la novedad.

“¿Por qué no lo detuviste?” le solté a Viktor a su tiempo para que haga algo con esa noticia, pero ya era tarde. El directorio es el encargado de velar por la salud económica de la empresa, tienen su propio equipo que asesora el rubro y si la noticia no salía con nosotros, puede que la competencia se hiciera de ella y la publicase antes.

Me dio todo los motivos, además de que nosotros podríamos controlar los detalles para evitar que quieran difundir malversaciones.

“¿Quieres revisar la nota antes de que salga?” me propuso.

Por supuesto que, aunque me pusiera un video completo de cómo fue la muerte de mi propia esposa, yo no sería capaz de procesar lo que ahí estaba viendo. Mejor era que lo revisara él o el equipo de Redacción con la cabeza completamente fría.

“Lo siento, amigo, pero la noticia más temprano que tarde verá la luz y porque nuestras familias son amigas desde siempre y porque tú eres mi socio, mi amigo y prácticamente un hermano para mí es que te digo que esto debe publicarse, sí, pero con nuestro portal de noticias y que los demás levanten la información. Además de que tiene que ver con un asunto personal que te involucra”

Personal se queda chico, a decir verdad.

“El directorio solo quiere ver las finanzas crecer a medida que las visitas de la nota se difundan por todas partes” le contesté “Pero comprendo el punto al que vas, Viktor, lo que sí quiero cuanto antes es a ese jodido reportero independiente sentado en mi despacho en una hora y saber quién rayos fue su fuente.”

“Sabes acerca de la ley de protección de fuentes anónimas.”

“No me importa. Todo tiene su precio, la voy a conseguir, quienquiera que le haya provisto de esa información le ha confesado un crimen y eso no puede quedar así. Es mi esposa, carajo, era…mi…esposa…”

“Amigo, sabía que era necesario que hables con él, así que lo he citado a primera hora de la mañana.”

“No. Le quiero ya.”

“¿Le sacarás información a golpes? ¿Lo sacarás de su casa a las patadas y le pedirás que vaya contra le ley de fuentes anónimas para ayudarte a resolver tu situación? Sé que es algo complejo, sé que es doloroso, amigo, pero haz las cosas bien, por favor. A primera hora estará aquí y una hora antes, nuestros abogados vendrán también para asesorarnos de todo, estarán presentes inclusive en la conversación con el reportero.”

“¿Aceptó presentarse?”

“Sí, por escrito, antes de comprarle la nota.”

“Hijo de… ¿Cuánto pidió por la nota?”

No me lo dijo. Me pidió que trate de descansar esta noche, asunto que no me parece en absoluto algo viable, no quiero descansar, no quiero irme a dormir, no es posible hacerme a la idea siquiera.

Me la he pasado bebiendo whisky desde entonces y ya no sé cuántos vasos fueron, sin hielo ni nada, solo dejar que eso me queme por dentro.

—¿Massimo?

La voz llega desde la sala de mi apartamento.

¿Alguien acaba de entrar?
Ya le he dejado en claro a mi madre que no quiero a nadie aquí, que se larguen todos ahora, ¿por qué…?

—Massimo, por Dios.

Ella aparece en la entrada a la cocina.

He sacado a todas las empleadas, con qué derecho la niñera se acaba de meter en mi casa para avasallar.

—¿Qué haces aquí?—le digo, o eso creo que he dicho, porque mi voz está ronca, ahogada y mi lengua un poco arrastrada.

—A…acompañarte… Por todos los cielos, ¿cuánto bebiste?

Con ella, aparece el segurata de la puerta.

—Señor—me saluda.

—¿Por qué carajos permites que alguien entre a casa sin mi permiso?

—Fue pedido de su madre.

Claro, porque ella tiene las facultades necesarias para permitir avanzar sobre mi vida. Con el negocio, han sido muchos viajes y luego de lo de Beatrice, alguien tuvo que salir a responder muchas situaciones de mi vida diaria.

—Largo—le digo al tipo de seguridad.

Ella se vuelve a él.

Y asiente.

—Está bien, puedes marcharte.

—Cualquier cosa, estaré al pendiente.

—Muchas gracias—le dice ella, en cambio mi agradecimiento no es tan agradable:

—Ya vete de una vez.

Silencio.

Se marcha.

Ando hasta la sala y me siento en el sillón grande con un vaso en la mano.

—¿Los bebés?—me pregunta.

—Duermen.

Se va hasta el cuarto de mis hijos y luego regresa tras corroborar que se encuentran bien.

—Echaste a las empleadas de la casa esta noche—me dice, sentándose a mi lado.

Apoyo los codos en mis rodillas con la mirada en la mesa ratona de vidrio que tengo frente a mis ojos.

—Necesitaba estar solo.

—Y lúcido también.

Acerca su mano a mi vaso y si fuese cualquier otra persona, reaccionaría muy mal, pero a medida que me habla con la voz aterciopelada, dejo que saque el vaso de mi mano y lo incorpore sobre la mesa.

—Se viene un día de mucha exigencia, bastante complejo y nos tienes a todos para ayudarte, ¿sí? Pero solo podremos si tu te ayudas a ti mismo y no creo que quieras empezar el día ebrio o con resaca.

Cielos, tiene razón.

Me vuelvo a ella, de costado.

Está sentada a mi lado en el sillón grande y luego de que deja el vaso y regresa a su lugar, quedamos demasiado cerca.




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