Narrado por Hyacinth
Dios Cristo, Massimo me ha besado estando ebrio y me ha encantado. ¿Qué significa esto? ¿Me he aprovechado de él?
Le he acompañado a la cama para que se ponga en reposo y porque el alcohol por fin parece haberle hecho un efecto esperado, le ha caído el sueño de golpe, he detenido su acto de besarme porque ¡me gusta! Aunque yo no le gusto a él y sé que mañana estará arrepentido de haberlo hecho.
Además, si esta situación avanzaba in crescendo, puede que luego ambos tengamos algo por lo cual arrepentirnos luego.
Me contrataron para cuidar a dos bebés, especialmente la abuela de los niños y terminé cuidando del padre de esos bebés.
Un magnate millonario, bombón entre bombones tan estresado que parece estar soltando cargas eléctricas a medida que permanece en mi regazo descansando y me resulta placentero a mí tocarle el cabello.
Je, je, qué conveniente.
Debo calmar la voz de mi cabeza que realmente se está regodeando con esta situación e intento distraerme mirando el móvil.
Lo primero que me aparece en el inicio del buscador de internet es la noticia de la esposa de Massimo, la difunta esposa, de hecho, quien me impacta con cierta sensación de acidez así que lo quito de inmediato y me pongo a leer el libro de “Cambia tu Vida” descubriendo que el autor ha sacado una nueva parte que sigue con sus teorías.
Lo cual me sugiere algo…
Ya que este libro me ha ayudado mucho a mí, no descarto que también pueda ser de ayuda para Massimo. Un poco de luz y tranquilidad a sus días puede que sea muy óptimo en su oportunidad de sobrevivir al caos que le está torturando día tras días.
Desestimo la posibilidad de empezar esta noche la lectura del otro libro y le compro a Massimo un ejemplar que le llegará de ese libro. Se lo dejarán en menos de veinticuatro horas por su domicilio y pedí que vaya a mi nombre, firmado. Ya luego habrá tiempo de darle explicaciones de por qué lo elegí.
Me vuelvo al otro libro y releo por donde había quedado. Ya era hora de que saliera una parte siguiente porque me gusta tanto que en la relectura ya me lo sé de memoria a todo lo que contiene y me fascina porque no importa qué sea lo que esté sucediendo o el torbellino que me esté atravesando, sé que funcionará similar a una caricia para mi corazón lleno de interrogantes.
“El Péndulo Universal se mantiene siempre en movimiento, la Ley funciona de ese modo, de un extremo a otro con los vaivenes de la vida. ¿No te ha sucedido que parece estar todo extremadamente bien, pero los miedos llegan, te aterran, te hacen sentir que estás en peligro y ese paraíso emocional en el que andabas se convierte en una voluntad de desgracias, miedo y horrores? De ahí que el Péndulo tiene su propia manera de ir y venir, por lo que meditar para encontrar ese equilibrio es esencial si no quieres dejarte arrastrar para marea de los desgraciados que sí tienen su cabeza puesta en ese vaivén. Tú tienes el poder de alcanzar el equilibrio entre las polaridades. Pero reconocer que existe la presencia de ambos polos no significa que debas negar las polaridades, sino por el contrario, aceptarlas. La única manera de no tener miedo a la oscuridad es abrazarla tan fuerte, tan fuerte que tu luz la va deshacer. Como cuando cierras las ojos, ¿al principio no ves que todo es negro? ¿Y qué sucede luego? Comienzas a ver esas pequeñas partículas de luz parpadeante que luego se vuelve estable y te sumerges en el placentero mundo de los sueños o te diviertes observando las formas de esa sustancia amorfa, creadora, que nace desde tu interior…”
Llaves.
La puerta.
El ruido me llega a los oídos y me espabila de la lectura en la que estaba sumergida, comprendiendo la polaridad universal entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad. Eso que existe dentro de cada uno.
Como mucho cuidado para no despertarlo, ubico a Massimo de costado la precaución de si llega a vomitar y le dejo dormir.
No sé qué hora es ya, pero es probable que esté cerca de amanecer.
Una sombra se recorta desde la entrada a la habitación y el perfume de Gigi, la madre de Massimo, me llega a las fosas nasales impregnando todo.
—Cielo—susurra ella.
Le dejo y me voy con Gigi Ferrari hasta la sala.
—Hola, buen día. ¿Qué hora?
—Cariño, no has dormido absolutamente nada.
Bostezo y miro la hora en mi móvil.
Las cinco.
Rayos.
—Imagino que usted tampoco—asevero.
Suspira.
—Hay que seguir.
—Así es, señora.
—Cariño, te he girado un adelanto de medio mes por todo lo que has hecho por nosotros. Considéralo un cargo extra, a fin de mes tendrás tu mensualidad intacta.
—¿Qué? Señora, yo…
—Chist, ni se te ocurra retrucar nada. Lo que has hecho por él es asombroso, siempre le dije a tu madre que tienes una magia que te hace especial. Desde pequeña que eres luz, cariño. Tu llegada al mundo fue un milagro.
“Luz.”
Sonrío por la casualidad con el libro.
—Gracias, señora Ferrari. Usted siempre me ha valorado mucho y me hace sentir muy bien. Agradezco lo que hace por mí.
—Es infinitamente menor a lo que tú haces por nosotros, creía que Massimo podía no dejarte entrar y tu madre de convenció de que sí lo lograrías. De hecho, ahí lo tienes, durmiendo como un bebé.
—Literalmente como un bebé: lloró hasta quedarse dormido.
—Algo así. De hecho, se quejaba y tenía lágrimas en los ojos. Pero se embriagó antes.
Echo un vistazo a la mesita de noche y ella me advierte:
—Ya puse la botella en el bar. Consideré varias veces deshacerme de todo el alcohol de esta casa, pero es imposible. Creció viendo a mi marido embriagarse con Bourbon como alternativa para superar los problemas.
Se abraza los codos.
Tenemos en común que mi padre también lo hacía, de esperarse ya que son mejores amigos con el padre de Massimo, pero yo no lo elegí para mi vida sino todo lo contrario.