Ley del Millonario

13. Hambre de Poder

Narrador Omnisciente

 

El reportero se ha convertido en una estrella de la noche a la mañana.

Desde que esa nota salió, no ha parado de recibir mensajes y apenas ha conseguido pegar un ojo en toda la noche revisando con mucho entusiasmo que todos los portales se hacen eco de su noticia y varios quieren conocer la fuente, pero está dispuesto a mantener el hermetismo.

Y es que nunca había escrito una nota que le pudiera traer tamaña repercusión, el portal de noticias de la firma FERRARI le ha comprado la propia nota que acaba de venderles tratándose de la misma familia quienes están a cal y canto rasguñando paredes con tal de obtener respuestas y armar el rompecabezas de Beatrice De Ferrari.

Muchísimas notas se hicieron eco de su información, vuelve a estar la cara de esa mujer en el inicio de todas sus redes sociales y se siente orgulloso de que figure él como el redactor estrella que puso esa información en lo más alto.

Algunos comentarios y portales de noticias de segunda señalan que ha sido algo pagado por el mismo Massimo Ferrari quien posee las pruebas de cómo sucedió todo, otros señalan que éste fue quien la mandó a matar mientras que los comentarios más conspiranoicos intentan resolver el crimen desde blogs aparte donde hablan sobre vinculaciones gubernamentales y mafiosas de la familia que tomaron represalias mediante un ajuste de cuentas, lo que él acaba de publicar con detalles del crimen.

Cinco invitaciones a programas de televisión y una suma de dinero jugosa a cambio de revelar la fuente.

No lo hará.

Sería ir en contra de una normativa legal, públicamente hablando, a ojos de todo el mundo. Pero a toda ley se hizo una trampa y es que existen modos de hacer parecer que la fuente se filtró mediante un hackeo o cualquier situación anónima así como hay muchos datos de libre circulación que tienden a llegar a los medios o a las redes sociales antes que a los departamentos de investigación legítimamente determinados.

Si Beatrice no fuese la difunta esposa de uno de los magnates más importantes de toda Italia, nada menos que el joven propietario del canal, portal y productora multimedios con mayor alcance del idioma local, su noticia no valdría tanto.

¿Tiene miedo? Sí.

¿Pero la adrenalina y la ambición le ganan terreno a cualquier temor que pueda sentir ahora mismo? Sí.

¿La Ley le caerá con todo su peso encima? Es probable. Pero es consciente también de que técnicamente hablando no ha violado ninguna normativa legal y que de momento no cuenta con un abogado que pueda cubrirle, pero podrá pagarlo con una reserva que apartó del pago recibido por la fuente para publicar su nota.

Así, desarmado, en su bicicleta atada a una cadena fuera del edificio y con su viejo morral de cuero, sin abogados ni nada, es que entra en el edificio de Ferrari y le sorprende que sea visto por todos como si fuese una estrella.

Al llegar, la recepcionista lo aparta y le pide a la gente de seguridad que sea escoltado hasta un ascensor lateral el cual le permite ascender hasta la oficina del jefe mayor sin mediar dificultades de otros empleados del edificio con intenciones tendenciosas.

En cuanto la gente de seguridad lo aparta, teme que lo asesinen. Sería una muerte limpia. Nadie le va a llorar, supone.

Observa por las paredes vidriadas del ascensor su aspecto que intenta ser formal, pero que la vida con sus infortunios le hace ver como un improvisado, como un joven tendencioso de cabello rubio despeinado y una barba de varios días que necesita urgente de un estilista que pronto podrá pagar. Claro que sí, tiene el dinero, es una estrella, necesita un cambio de aspecto que le ponga a la altura, pero quizá deba ahorrar para el abogado y sus honorarios.

Jamás necesitó uno.

Para necesitar abogado es porque sabes que te has metido en problemas.

No sabe cuánto le cobraría ni mucho menos si existe la posibilidad de que si alguien quiere hacerle problemas, pueda comprar a su defensor potencial.

Deja de hacerse ideas absurdas, sabe exactamente lo que va a decir, mantiene su grabador escondido funcionando en un calcetín y el otro en su morral.

Es lo de siempre.

Sonríe hacia sus adentros, esperando que no haya detector de metales en la entrada a la oficina, pero lo descarta.

Su cabeza divaga con una imagen. La de su hermana. Lydia.

Una vez que llegan a destino, abren las enormes puertas del despacho donde se encuentra una ovalada mesa de reuniones con los poderosísimos Viktor Pascal y Massimo Ferrari rodeados de al menos seis abogados trajeados con carpetas, computadores y papeleo sobre la mesa.

—Señor Russo—le saluda Víktor—. Un placer volver a vernos. Adelante, pase, tome asiento.

“Rayos” piensa hacia sus adentros. “De pasar a ser un donnadie a formar parte de este círculo ahora mismo, lo cual puede ser una caída hacia el abismo o ser salvado en avión de primera clase. Una u otra opción, solo depende de mí.”

Y puede que tenga razón.

Meterse en problemas fue la alternativa que le llevó a empezar a cumplir sus objetivos.

Definitivamente algo hizo mal.

O bien.

Muy bien.

Cuando te metes en los juegos del poder, hacer las cosas de manera excelente implica que algo salga mal, pero la clave está precisamente en ocultar aquello que huele mal.

Hasta que la pudrición se haga insoportable y ya no estés ahí para responder por la basura que tendrán que hacerse cargo los demás.

 




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