Lía y Eríck una coincidencia deliciosa Capítulo 6: El Número
El día siguiente llegó demasiado rápido para Lía.
Desde que entró a su turno, no podía dejar de pensar en que Erik podría aparecer en cualquier momento. Cada vez que la puerta del restaurante sonaba, su estómago se encogía… y cuando no era él, se sentía tan ridícula como aliviada.
—Relájate —le dijo Marta, su compañera, mientras acomodaba las charolas—. Parece que esperas a un inspector.
—Ojalá fuera un inspector. Eso sería menos vergonzoso —respondió Lía, apretando los labios.
Marta arqueó una ceja. —¿Vergonzoso por qué? ¿Por un chico que te invitó a salir?
Lía giró rápido la cabeza. —¡Shhh! ¡No digas eso tan fuerte!
Pero justo antes de que pudiera seguir regañándola… la puerta se abrió.
Y era él.
Erik entró con la misma sonrisa tranquila de siempre, pero esta vez sus ojos la buscaron de inmediato. Y cuando la encontraron, él levantó la mano en un saludo suave que a ella casi la desarma.
—Ándale —susurró Marta, empujándola por la espalda—. Ve a atenderlo. No muerde… creo.
—No me empujes… —murmuró Lía, aunque ya estaba caminando hacia él.
Se detuvo tras el mostrador, respirando hondo antes de hablar.
—H-hola —saludó, intentando parecer normal.
—Hola —respondió Erik, sonriendo de lado—. Vine por lo de siempre… y quizá porque pensé que te vería.
Lía sintió cómo se le calentaban las mejillas. —Ah… sí… claro.
Mientras preparaba su pedido, Marta se acercó a ella por detrás y susurró sin discreción alguna:
—¡Dile lo del número! ¡Ándale!
Lía la fulminó con la mirada, pero algo en su cuerpo decidió obedecer antes de que su cerebro pudiera decir que no.
Cuando regresó con la bandeja, respiró hondo y lo dijo de golpe:
—¿Me das tu número?
Erik parpadeó, sorprendido. —¿Mi número?
—S-sí —dijo ella, intentando sonar profesional—. Es para… saber si vas a ir o no… el día que descanso. Digo… para que me avises… si vas a ir… o si no vas a ir… o…
Se estaba ahogando en sus propias palabras.
Pero Erik, en lugar de reírse, apoyó los codos en el mostrador, acercándose un poco.
—Claro —dijo con una sonrisa tranquila—. Me gusta que seas tú quien lo pida.
Sacó su teléfono, le dictó el número, y Lía lo guardó con manos temblorosas.
—Listo —dijo él—. Escríbeme cuando salgas hoy… si quieres.
—Sí… digo, no sé… pero sí —balbuceó ella.
Erik tomó su bandeja, pero antes de irse añadió:
—Me alegra que me lo hayas pedido tú.
Cuando se alejó, Marta apareció de inmediato.
—¿Ves? ¡No era tan difícil!
Pero Lía solo podía pensar en una cosa:
Ahora tenía su número. Y eso hacía que todo se sintiera mucho más real… y mucho más emocionante.