Libro 7: La formación y creación de un nuevo hogar

Periodo Xigm {Sigm} —alfa— (¿? ¿Años?)

Antes de que apareciera el universo Rómgednar, solo existía un planeta en medio de la nada; sin otros astros ni estrellas en miles de millones de trillones de años luz de distancia. Es imposible saber la edad de este mundo, porque no existe el tiempo; ni segundos, horas o días. Los únicos paisajes son desiertos y solo desiertos; sin ninguna señal de vida. Solamente hay arena y rocas; sumando que el astro se encuentra sumergido en la total oscuridad.

Si alguien o un grupo de gentes pudieran medir este lugar inhóspito, se percatarían que es unos cientos de miles de metros más grande que el sol; estrella ubicada en la vía láctea.

El lugar menos esperado para alguna aventura o cualquier hecho interesante… claro… a no ser que ocurra “algo”.

De pronto, en un instante y acompañadas de un efímero resplandor, aparecen doce entidades esféricas luminosas; con la llegada de nuevos habitantes, el tiempo empieza a caminar, pero sigue sin poder cronometrarse. Cada energía viviente mide cuatrocientos metros de diámetro; de colores diferentes y cada una con su nombre.

Las nuevas formas de vida son:

Écsejen (entidad femenina) de color rosa cálido.

Kéduc (entidad femenina) de color violeta de Parma.

Neultak (entidad masculina) de color azul mediterráneo.

Témunup (entidad femenina) de color amarillo chartreuse.

Quermu (entidad masculina) de color rojo escarlata.

Ítvicep (entidad femenina) de color café oscuro.

Déop (entidad masculina) de color verde loro.

Ÿéltniz {Illétniz} (entidad femenina) de color gris frio obscuro.

Wíegmr {Wígmer} (entidad masculina) de color naranja amarillento.

Úfyed (entidad masculina) de color plata.

Ékmiar (entidad femenina) de color salmón claro.

Ácber (entidad masculina) de color oro.

Ansiosos por escudriñar el nuevo lugar, todos ellos exploran cada rincón, cueva, barranco y duna. Muy pronto descubren que no hay ningún ser viviente más, aparte de ellos; cerciorándose por segunda vez que se encuentran solos, las esferas comienzan a planear cuál va a ser la siguiente actividad que van a realizar. Todos se reúnen para ponerse de acuerdo.

Quermu, Wíegmr y Ácber dicen exactamente lo mismo.

—Debemos de buscar otro sitio dónde quedarnos. Debe haber otro lugar.

Pero Kéduc y Ékmiar los detienen

—Nos quedaremos en este lugar —dice una.

—No hay otro lugar más que este —confirma la otra.

Neultak se une al debate.

—Propongo que empecemos a transformar el aspecto triste del planeta.

—¿Con que propósito? —indaga Écsejen, muy apática—. Podríamos dejarlo tal y como está; nos ahorraríamos el esfuerzo. No quiero gastar energías.

Témunup no soporta el comentario de su compañera, quien le dice severamente.

—¿No escuchaste a Neultak?, ¿quieres quedarte rodeada de este paisaje tan desolado y triste? Yo no podría estar a gusto, si es que te interesa oírlo.

Ítvicep interviene oportunamente, ya que a Écsejen le hizo enojar el regaño de su amiga y pronto iniciaría una pelea.

—Ya terminemos de hablar y empecemos con el trabajo.

—Para terminar rápido y ahorrar energía, yo diría que nos separemos —dice Úfyed que está detrás de todos los demás.

—Bien, entonces vamos a empezar.

Diciendo esto, Déop empieza a dirigir a los otros.

—Nos dividiremos en seis grupos de dos; cada par se encargará de un terreno determinado.

Ÿéltniz se le adelanta a Déop.

—Entonces yo seré la compañera de Ékmiar y lo más seguro, es que Úfyed será el compañero de Ácber.

Ellos mismos confirman la sospecha de Ÿéltniz; luego de despedirse de los amigos que se adelantan al trabajo, Déop sigue dando instrucciones a los demás.

—Nosotros nos dividiremos de la siguiente forma: Écsejen y Neultak, Kéduc y Témunup, Wíegmr e Ítvicep; por último, Quermu y yo. No perdamos más tiempo; tenemos una gran labor por delante.

Así empieza a cambiar el aspecto del planeta desconocido; ellos crean toda clase de vida vegetal y animal en todo el planeta, gracias al gran poder que poseen. Déop les ha dado un lugar determinado a cada par de compañeros; ya que no se han puesto de acuerdo, cada uno creará a su antojo las obras maestras.

Écsejen y Neultak deciden crear, utilizando su voz en forma de poesía o rima. Cada frase y prosa que de ellos emana, genera semillas o una cría de un animal en particular. Plantan cada semilla a lo largo de todo su territorio. A la segunda ocasión que emana otra frase de las esferas brillantes, las semillas germinan y se convierten en grandes árboles o en pequeñas flores multicolores; así aparecen en segundos bosques, praderas y demás vegetación que ahora adorna una parte del planeta; aunque no tienen gran afición por las selvas o la nieve. Ellos forman los bosques más extensos: Téfnir y Va-Ífhan; también crean la pradera Sivtiwe donde el árbol Lapqú es plantado; una especie de pino gigante, lleno de pequeños pájaros, nidos y flores de diversos aromas y colores. 




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