Así permanecen las vidas de Nusueri, hasta que Kijuxe empieza a sentir un sentimiento de vacío, así que decide empezar a crear una nueva vida; les hace saber esta noticia a los dioses menores.
—Sobrinos, me he dado cuenta de que necesita nacer una vida nueva; la que he creado es demasiado perfecta.
Ÿéltniz pregunta.
—¿Qué van a tener de especial los nuevos seres, amo?
Déop también quiere saber algo
—¿Quién los va a guiar? —inquiere él con emoción.
—Nadie —contesta Guírn—. A estas nuevas formas les daremos independencia propia; pero no en este planeta. Les daremos sus propios mundos.
Se le niega por segunda vez a Déop, el poder controlar a otros seres; incrementando el enojo que antes había nacido en él.
Guírn pone energías a la obra, creando estrellas y nebulosas.
De un momento a otro, Nusueri se encuentra en medio de un universo, nombrado por los voucs con el nombre de Loe Medvie (hogar de los dioses).
Acompañando al mundo luminoso, uno a uno, van apareciendo planetas menores.
El primero en ser creado, es un mundo donde son enviadas las esencias de la nieve y los espíritus arbóreos; Kijuxe les ordena a las esencias, cubrir todo con una moderada cobija blanca y varios bosques. El astro es nombrado Píceyuv.
Le sigue otro planeta, donde los voucs Écsejen y Déop tienen la idea de formar un nuevo paisaje. Écsejen intenta llenarlo de bosques, pero los constantes sentimientos negativos de Déop, provoca que se consiga un lugar lleno de lagos de poca profundidad y helechos tristes; sumando los árboles dispersos que plantó su compañero. Es por eso, que los pantanos son un panorama muy recurrente de este mundo; ambos, bautizaron el astro con el nombre de Áfpmirl.
La siguiente estrella habitable tiene todos los paisajes de Nusueri, con la diferencia de que está cubierta por una neblina moderada y constante.
—¿Por qué lo ha hecho? —le pregunta Témunup a Kijuxe, una vez terminado el trabajo.
—Simplemente, quiero que la nueva vida pueda tocar las nubes. —Es la respuesta que da Húnem.
Cuando regresa a su palacio, pronto concibe el nombre adecuado para la nueva obra: Cemid.
Antes de crear el cuarto mundo, varios peces del lago Mérnapl piden habitar en uno de los nuevos hogares. Cumpliendo la petición, Guírn les ordena a las esencias del agua ir al nuevo planeta, para que llenen cinco octavos del territorio total con el líquido transparente; es bueno saber que pueden crear el elemento de la nada. En medio de la ardua tarea, llegan los espíritus de las montañas, quienes empiezan a levantar islas de todos los tamaños, llenando los tres octavos restantes del territorio con ellas. Para finalizar llegan los espíritus de la flora, con ayuda de sus hermanas cultivan árboles y flores tropicales en cada isla. Finalizando el trabajo, vuelven a Nusueri; no sin antes, nombrar al planeta como Nokne {Nókn}.
Siguiendo con las labores, aparece Xégpen {Ségpen}; bosques de todos los tipos, praderas multicolores y lagos de diferentes tamaños, son los únicos parajes disponibles en el quinto astro.
Algo viejo se asoma en el próximo hogar: desiertos de finas arenas café claro, sabanas y estepas cubren el sexto planeta.
—¿Cuándo le va a ordenar a un espíritu floral o arbóreo trabajar en este lugar? —indaga Quermu mientras camina junto a Kijuxe, en medio del desierto—. Faltan bastantes árboles y flores.
—No quiero que trabajen mucho en estas tierras. Solo una parte aquí o allá; nada más —responde él.
—¿Alguna razón especial, su majestad?
—Cuando llegué con ustedes, ya habían cambiado por completo el panorama original. Siempre había imaginado que era igual a esto; ¿y sabes qué?
Húnem se queda callado, mirando en todas direcciones.
—Me gusta mucho el paisaje —dice él muy feliz.
Ya estaba a punto de darle un nombre a las nuevas tierras, pero al final, le cede ese honor al vóuc acompañante, a quien se le ocurre el nombre de Émnliv.
Para finalizar, nace un mundo especial para los espíritus grises. En este planeta solo hay montañas, cañones, valles, cadenas montañosas, páramos y mesetas; obras maestras de los gigantes de roca. Las esencias del agua y la nieve, junto con los espíritus verdes de la flora, aportan un poco de cada elemento, ayudando a mejorar el paisaje. Todos ellos bautizan al planeta con el nombre de Nette {Netque}.
Por fin los voucs y Kijuxe pueden apreciar los trabajos terminados.
Mientras que los espíritus y esencias laboraban, los trece dioses esparcieron sus invenciones de antes a los siete astros secundarios: el vetqui, el bésnum y el ásnerm en sus dos colores (plateado y dorado).
—Ahora, llamemos a la nueva vida —comenta Écsejen.
—Aguarden —dice Guírn—. Hay un último pendiente por revisar, y necesito la ayuda de todos ustedes. Solo regálenme parte de su poder; yo me concentraré en crear las nuevas tierras.
Con los trece dioses trabajando al mismo tiempo, lentamente empieza a formarse un planeta similar de grande que Nusueri. Al terminar el astro, Kijuxe y los dioses primigenios visitan el lugar.