Llega el año 29 930.
Húnem y los voucs acaban de visitar a los ótbermins en diferentes planetas. Guírn acaba de salir del mundo Nette, cuando ve algo preocupante aparecer en la ciudad de Siopu Dimítvoem.
Un gran ejército de seres negros alados cae de los cielos, dirigiéndose a la casona Puitvi de los éphimits; se acercan a la parte trasera, justo a la ventana que se encuentra ahí. Varios llevan cargando un gran martillo, empezando a derribar la pared.
Parecen copias de los tísegops… pero tienen orejas puntiagudas, ojos rojos brillantes y son calvos; de vestimenta, únicamente usan un primitivo taparrabos.
Apresurando a los dioses menores para acompañarlo, Kijuxe se dirige a toda prisa al lugar.
Ya casi llegan, mas otro suceso detiene el avance del dios omnipotente.
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En Nette, hay una ciudad conocida como Zefnu, que está ubicada a los pies de una alta meseta. Ahí vive un útbermin solitario; Ácdim es su nombre, y ha levantado su hogar en lo alto de la extensa montaña plana, cerca de la orilla; obteniendo una vista esplendorosa de los alrededores y de la ciudad de abajo. Está alabando a Húnem, cuando da vuelta atrás.
Una gran nube negra en los cielos se está acercando.
«Una lluvia se acerca», piensa tranquilamente el útbermin.
Va a ser un aguacero; la nube es bastante extensa, midiendo kilómetros y kilómetros en todas direcciones.
¿Por qué las esencias del agua quieren llevar tanto líquido a ese lugar? Han exagerado demasiado. Normalmente, los “algodones” de los cielos se vuelven gris oscuro cuando están llenas de agua; esta nube es de un negro absoluto. El manto oscuro, avanza hasta cubrir a Ácdim y a la ciudad de abajo; pasan varios minutos de espera, mas no cae ninguna gota de lluvia. En lugar de eso, la nube baja al nivel del suelo, convirtiéndose en neblina negra espesa.
Los ótbermins de Zefnu, apenas pueden ver más allá de su nariz. Ácdim tiene el mismo problema; pero nadie se preocupa, simplemente están muy atentos, aprendiendo del nuevo suceso.
Mientras camina cautelosamente, el útbermin solitario se topa con un par de ojos luminosos, color azul ultramar; Ácdim se queda en su lugar, preguntando inocentemente.
—¿Quién eres?
La respuesta no es la que esperaba. Una risa malvada se escucha por todos lados, al mismo tiempo que los ojos desaparecen.
Instantes después, Ácdim siente que algo se está introduciendo adentro de su cuerpo de tierra. Al principio se mantiene calmado, para después conocer una nueva sensación desagradable: el dolor. Aprieta fuertemente los dientes, tratando de soportar el feo malestar en todo su ser. Segundos después, hay que agregar una palabra a las ya conocidas: el miedo.
Muy preocupado, el útbermin corre hacia dónde cree que hay una ladera, esperando que sus amigos de la ciudad sepan que hacer. Lo que no sabe, es que la comunidad de Zefnu es un caos total; los ótbermins corren por todos lados, tratando de quitarse esa cosa extraña que los está consumiendo. Gritan y lloran por ayuda… pero ya es tarde.
En su afán por llegar abajo, Ácdim tropieza; cayendo del borde de la meseta, desde los 350 metros de altura.
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—¡Rápido! ¡Hay que ir a Nette! ¡Mis hijos están en peligro! —ordena Húnem, adelantándose a los doce Ócneims.
Tratan de objetar e ir hacia Nusueri, mas al último momento no lo hacen; escuchan y obedecen a su rey.
—¿Peligro? —pregunta Ékmiar—. ¿Qué significa esa palabra?
Entre tanto, los seres negros en Nusueri ya han logrado derribar una parte de la pared, teniendo al alcance el preciado tesoro: el libro prohibido. Varios entran y roban los escritos, tirando la tela blanca que los cubre en medio del camino.
Ningún tísegop intenta hacer algo… solo hay dos valientes éphimits que intentan recuperar el peligroso objeto; sus nombres son Kobedap y Ócnum.
Hubiera sido más fácil, si los enemigos no tuvieran una nueva herramienta: armas de batalla; más específicamente: espadas cortas. Apenas se acercan a ellos, los sirvientes son atacados y heridos de gravedad, para después estallar en una pequeña luz efímera. Kobedap y Ócnum, se convierten en los primeros mártires de Nusueri. Siguiendo con su retirada, los seres negros se dirigen al planeta Écimf, adentrándose en uno de los tantos túneles.
Aunque no pasa nada fuera de lo común, los conocimientos prohibidos se esparcen por todo el universo Loe Medvie; los ótbermins ya saben cuáles son, pero no pueden entenderlos.
A cientos de miles de kilómetros de Zefnu, la Úrisd Juff pasea junto a varios ótbermins. De la nada, recibe un fuerte empujón, enviándola hasta la ladera de una montaña cercana; el báculo Xeyuv que traía en la mano se le cae, justo donde estaba parada. Un extraño ser se acerca al objeto dorado y lo recoge.
Si les diría que es Ácdim, de seguro no me creerían… pero es la verdad… al menos lo era hace poco. Ha sufrido una metamorfosis muy drástica.