Nuevamente, el tiempo ya no puede medirse; ya que ahora solo hay dos planetas en medio de la nada; en uno siempre es de día, mientras que en el otro siempre es de noche. Ya no hay seres inocentes en el campo de batalla, lo que significa que ya no hay necesidad de ataques constantes y lentos.
Ambos dioses ordenan un ataque frontal con una gran parte de sus ejércitos; los mismos Húnem y Madogis dirigen a los soldados. Ellos se enfrascan en una pelea pareja, intercambiando golpes todo el tiempo; usan armas de diferentes estilos, pero rara vez atinan con sus movimientos. Cuando ya están muy cansados, sus soldados les ayudan para regresar a Nusueri o a Omdípmuc.
Esta rutina se repite en millonésimas ocasiones.
Desafortunadamente a Tevfocpu se le están terminando los cilnlumoíts, que son mucho más fuertes que los qumksos, y ya no tiene criaderos para una producción continua. Al final, decide enviar únicamente a los qumksos al campo de batalla.
La guerra termina siendo monótona y aburrida.
Tratando de cambiar la situación, Madogis intenta crear un nuevo mundo; sabe que no tiene el poder suficiente, pero ya está harto de la situación. Apenas si logra terminar tres cuartas partes; se cansa demasiado y decide abandonar el proyecto. Kijuxe se da cuenta y decide terminar el trabajo, con ayuda de los doce voucs, creando el planeta Erpímnev, de 500 000 km de diámetro.