Libro 7: La formación y creación de un nuevo hogar

Época de la gran confrontación (3304 años)

Empieza una nueva era, llamada Época de la Gran Confrontación (E. G. C). Los 50 000 fieles que fueron rescatados antes de acabar el periodo de la devastación, son llamados por Húnem; ellos estaban escondidos adentro de una cueva gigante, ubicada en la cadena montañosa de Íixcad. Él los lleva en medio de la ciudad, junto con un tísegop llamado Quífvoc {Quífoc}.

—Bienvenidos a mi humilde hogar —les dice Kijuxe muy feliz—. Antes de que todo fuera un caos, recuerdo que cambiaron una sección de mi libro y añadieron una sección nueva al final; quiero que un grupo de cinco, ayude a Quífvoc a detallar esas ediciones que hicieron.

—Sí señor —responden ellos.

—En cuanto los demás, les exijo que ayuden a los éphimits en su trabajo. No quiero a holgazanes que únicamente duerman o descansen; solo podrán hacerlo cuando yo se los permita, y yo mismo los despertaré. Solo tendrán el privilegio de comer de las plantas y frutos; agua hay de sobra.

—Sí, su majestad —responden los ótbermins, no muy contentos.

—Tardaré en preparar su nuevo hogar. Necesito que se mantengan ocupados.

Entre que sus hijos trabajan, Guírn solicita la ayuda de los espíritus y esencias, ordenándoles cambiar totalmente el panorama de Erpímnev. Madogis no tiene ningún inconveniente, en que su némesis se encargue del planeta que él formó; necesita recuperar fuerzas. Para entretenerse, empieza a leer el libro de “Sabiduría perfecta”.

En el año 70 (E. G. C) el astro está listo.

Kijuxe esparce a los ótbermins y unas cuantas familias de la fauna, encargándoles poblar el planeta. Gracias a los conocimientos adquiridos en el periodo pasado, los ótbermins avanzan velozmente (tecnológicamente hablando); pero más conscientes de su entorno. Para el año 1000, ya se había llegado a un equilibrio aceptable para Kijuxe. Itqas-Jisuis y ótbermins, coexisten pacíficamente con la naturaleza y la fauna.

Recuperadas todas sus fuerzas, Madogis envía a los pocos cilnlumoíts que le quedan hacia Erpímnev; los acompañan un grupo de qumksos. Igual que la vez pasada, los soldados engañan a los ótbermins con muchos dioses falsos; para mala suerte de ellos, la misma treta rara vez funciona dos veces con la misma víctima. Varios ótbermins se las ingenian para combatir fuego contra fuego; ayudados por los primeros capítulos de “Las leyes de Nusueri”, explican que aquella infinidad de dioses son el mismísimo Kijuxe. Descubierta la trampa, los cilnlumoíts (que están disfrazados de ótbermins) no dan más vueltas al asunto; confiesan que Tevfocpu también puede cambiar de voz y forma, pero que la vida con él es mejor.

El planeta se divide en dos: fieles de Kijuxe y seguidores de Tevfocpu. Una guerra sin frenos se inicia; pero en esta ocasión, las dos facciones reciben apoyo de sus generales supremos, desde Nusueri y Omdípmuc. Reciben refuerzos todo el día y parte de la noche.

En el año 1 500, se pide una tregua indefinida en el astro solitario; ambos bandos ya controlan ciertos territorios, apareciendo los primeros países. Húnem y Madogis aceptan la tregua, reteniendo los pelotones de reserva en sus mundos.

En el año 2000, varios ótbermins sufren una evolución, debido a la fe en sus dioses; ellos pasan a ser epsuolhimfs {epsuolimfs} y coeflhóms {coeflóms}; profetas de Kijuxe y vasallos de Tevfocpu respectivamente. Ellos pueden comunicarse sin problemas, claramente y a cualquier hora con su dios poderoso; son los dirigentes de los ejércitos en Erpímnev. La paz dura 800 años hasta que se reinicia la guerra, que dura otros 504 años; por esas fechas, Madogis ha terminado de leer el libro prohibido, aburriéndose muy pronto.

Aunque todos los coeflhóms están en contra de la decisión de su gran líder, no tienen otra opción más que obedecer; dan las instrucciones a los demás soldados seguidores de Tevfocpu, rindiéndose completamente.

Extrañado y confundido, Kijuxe no sabe qué hacer; mientras planea una estrategia en su palacio de Nusueri, escucha a su némesis; quien se encuentra en el reino de Omdípmuc.

—Sabes… esto ya es tedioso y ya no es divertido. Tus voucs pueden crear vida hasta el infinito y yo también.

—Tus creaciones carecen de vida; son marionetas huecas.

—Tal vez, tal vez; pero lo que quiero decir, es que podemos seguir atorados, siendo espectadores de la destrucción mutua de nuestros juguetes, y seguir así toda la eternidad; dudo mucho que tú sí lo estés disfrutando.

Guírn se queda meditando por unos momentos.

—Mira —sigue hablando Madogis—, te propongo una opción satisfactoria para ambos. Desde que enviaste a tus hormigas a…

—Se llaman ótbermins —lo interrumpe Húnem.

—Como sea, como sea —dice Tevfocpu, sin importarle la información—; ellos pudieron llegar a una armonía pacífica con los animales y la naturaleza. ¿Por qué nosotros no podemos hacerlo? Espera… Sí lo logramos. Recuerda esa tregua de 800 años.

—Lo que intentas decirme, es que hagamos las paces y dejemos la guerra a un lado —supone Kijuxe.




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