Kyubo se queda perplejo por la pregunta. Una desagradable sensación de saber la respuesta y a la vez que no quiere recordarla golpean su mente, pero naturalmente las esquiva al hacerse el desentendido.
Inmediatamente aprovecha el empeoramiento de la situación dentro del bosque, donde la niebla se vuelve más densa y casi irrespirable. Toma de la mano a Ichika y corre lejos de la zona profunda del bosque, mientras le indica a Yujin que los sigue para evitar perderse. Esto no cae del todo bien en el surcoreano, quien mira al yokai con expresión bastante seria, tomándolo como evitación ante una verdad que podría cambiar la relación en el grupo.
En cualquier cosa, la seguridad es lo fundamental y nadie querría quedarse en un lugar donde la concentración de maná empieza a crecer peligrosamente hasta corroer la vida de inclusive la vegetación y animales carentes de magia. Sin saberlo, la criatura detrás de todo acecha al grupo desde la cercanía.
Ichika sigue el ritmo de Kyubo, notando una cierta molestia en él a medida que corren hacia un lugar seguro:
Ichika: “K-Kyubo ¿estas bien?”
No responde, ni se inmuta, solo sigue su camino con los ojos hacia adelante.
Ella frunce el ceño a la nula respuesta de Kyubo, molesta al sentir como si fuera tratada como una niña pequeña. Le suelta la mano y se queda en su sitio, si avanzar un solo paso:
Kyubo: “¿Huh? Ichika, tenemos que irnos, rápido”
Yujin: “¿Ichika?”
Ichika: “N-No sé qué sucede, pero parece que no quieren decirme. Solo empezaron a correr, arrastrándome y sin decirme nada como si fuera un peso muerto” — dice molesta, entre jadeas después de estar corriendo por largos minutos sin parar, y aprieta su puño — “¡por favor no quiero que me traten como una niña que no puede entender que sucede!”
Kyubo: “N-No, Ichika, no lo entiendes. Tenemos que salir de aquí”
Ichika: “Al menos sé que estamos en peligro, pero no entiendo por qué. Kyubo, tu presentiste que algo andaba mal y Yujin, ya investigaste en el camino, pero yo solo me quede petrificada, mirando los cadáveres de los cazadores desaparecidos. Sigo viendo estas cosas tan terribles y mi corazón no aguanta. Por favor…no me hagan sentir que soy una carga que debe ser transportada” — se agacha y llora desconsolada. Los recuerdos de lo sucedido en el templo siguen frescos
Yujin le acaricia la cabeza para consolarla:
Yujin: “Lo sé, lo sé, Ichika. La razón por la que no queremos que sepas mucho es porque ya has sufrido bastante y no sería justo que eso continuase. Pero no teníamos idea de que te sentías de esa manera”
Kyubo: “Perdóname. C-Creo que no me preocupe mucho por cómo te sentías y he fallado en eso como tu protector. P-Pero quiero que sepas que no te considero una carga, al contrario, te protegeré sea como sea” — dice avergonzado
Debido a las altas horas del día, donde sin darse cuenta pasaron más de 5 horas desde que empezaron la misión, y la rápida movilización de la niebla purpura, deciden en conjunto irse a buscar refugio para tomar un poco de respiro, dormir y comer un poco.
Solo toman unos 30 minutos para encontrarse con una casa abandonada en medio del bosque. Esa casa algo destrozada, maderas viejas, puerta casi doblada pero que aún cierra y trapos sucios que antes servían como cortinas, dan apariencia de que no es una estructura nueva, sino que lleva más de 100 años de pie y que además funcionaba como lugar de rezo ya que posee a menos de 10 metros un altar al aire libre donde se rezaba a un culto de la deidad zorro, ser protector de la mitología japonesa que protege los hogares, así como ejerce influencia maligna dependiendo de la clase que sea.
Yujin es el primero en entrar a la tan maltrecha casa, encontrándose con un polvoriento y vacío, pero oloroso interior lleno de humedad. Ichika se detiene antes de cruzar la entrada y voltea a ver a Kyubo. Regresa a donde está este:
Ichika: “¿Qué miras?”
Kyubo: “Esto” — señala unas pequeñas figuras de zorro en el altar a metros de la casa — “es irónico que tales criaturas existan en este mundo” — dice sorprendido
Ichika: “Los kitsune son deidades locales pero que son adorados en todos los hogares del país. Son traviesos al tener poderes de convertirse en humano, pero a la vez que poderosos y sabios para aconsejarnos y no caer en desgracia o en manipulaciones de otros yokais”
Kyubo: “Sabes mucho de estos yokais”
Ichika: “Bueno, yo soy una Miko después de todo”
Kyubo: “¿Miko?”
Ichika: “Es el nombre con el que se conoce a las sacerdotisas de los templos que rinden culto a los kitsune”
Kyubo: “Ya veo ¿Cómo puedo?” — señala con expresión inocente
Ichika: “¡Oh, si!” — le toma las manos y junta ambas palmas — “debes hacer esto. Cierra tus ojos, junta las manos y pida por salud, familia o lo que desees en silencio. Siempre entrega algo que lleves encima para dar como ofrenda. Ellos no son codiciosos, pero les importa la buena voluntad de quienes rezan por su ayuda” — saca de su bolsillo dos monedas pequeñas y las coloca en el altar en nombre de ella y Kyubo
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Editado: 06.10.2024