Limit Breaker: Tokyo Dungeon

Capítulo XXIII: Encaprichada con el código

Unos días más tarde en las oficinas de la líder de la organización, Indira prepara los contratos para aquellos empresarios interesados en los servicios de los Cuchillas Rojas. Según los contratos que se suelen firmar en Mera Peak, existe una única cláusula que obliga a la parte contratante a realizar no solo pagos exorbitantes y condiciones que en ocasiones suelen ser irreales, sino que todos los recursos de esas empresas estarán disponibles para los gurkas siempre y cuando exista una amenaza. Esta única y extraña condición no se suele utilizar, pero Indira tiene la intuición que por primera vez será necesaria.

Indira: “Así que estas de vuelta. Han pasado unos días ¿sabes? ¿en dónde estabas?” — mira hacia la puerta

Ildra: “Eso no te incumbe” — entra a la oficina con cara de pocos amigos

Indira: “Te encuentro molesta ¿puedo saber por qué?”

Ildra: “Tú sabes la razón. Me regañas y ahora tomas a una mocosa ciega como tu amante ¡¿estás demente?!” — golpea el escritorio con sus manos

Indira: “Hey, hey, cuida tu boca, Ildra. Estas siendo demasiado grosera sobre cosas que no entiendes”

Ildra: “Entonces ¿Por qué no me iluminas?”

Indira: “No tiene caso que lo sepas. Es cosa mía y de Sryza”

Ildra: “Sryza ¿huh? Si que caíste bajo Indira”

Indira sienta que Ildra actúa de manera extraña, casi como si estuviera preparando algo contra ella. No es como si la misma Ildra actuase de forma extraña, puesto que es una persona realmente complicada de entender. Puede actuar de una manera muy distinta a la que piensa. Puede pensar algo contrario a la forma en que actúa. Esa misma contradicción la ha vuelto un miembro, que a pesar de ser rango bajo como para ser de los altos mandos en la organización, realmente impredecible y casi invaluable.

Sin embargo, son esas actitudes reprochables las que hacen pensar algunas veces que Ildra no debería estar en los Cuchillas Rojas. Indira ha pensado desde hace mucho tiempo en obligarla a tomarse vacaciones o una misión larga y tranquila para que alivie sus pesares.

Indira: “Di lo que quieras. Dame tu informe. ¿Cuál es la nueva aldea que atacaron y masacraron?” — pregunta, molesta

Ildra: “¿Disculpa?” — sus manos y cuello sudan. La sorpresa de que Indira desconfíe de esa forma de Ildra, aunque sea puramente verídica, hace que se enoje aún mas

Indira: “¿Piensas que soy estúpida? Se que llevas ordenando que los cuerpos de exploración y rastreo ataquen aldeas, maten, violen y secuestren personas. Te he dicho algo muy serio la última vez, pero no lo entiendes. He estado lidiando con tus cagadas desde hace tiempo”

Ildra: “¡Eres tú la que no entiende Indira! ¡¿acaso sabes que se siente haber sido violada durante casi un día por al menos 5 personas y que se vayan turnando con otras 5 más?! ¡No, no lo hiciste porque te escondiste como bien dijo tu mami, pero a mí no me salvó nadie! Las últimas palabras de mi madre fueron gemidos de dolor mientras le jodían su vientre con los puños de esos bastardos mientras que a mi padre le cortaban los miembros lentamente y obligado a ver como su esposa era ultrajada y luego en su último suspiro ve la condición en que su hija acabó después de eso. Me decepcionas Indira” — aprieta su puño y hace muecas como si quisiera destruir todo el lugar con sus propias manos, producto de su inestabilidad mental y emocional.

Indira mira el enrojecido rostro de Ildra. Piensa en detener la discusión, pero por un momento se queda pensando en que todo lo que ha dicho es cierto, y solo ella sabe lo que sufrió a manos de hombres tan salvajes y despiadados. Sin ella, la organización seguiría siendo conformado por incivilizados hombres que solo viven en la mugre, matan por matar y violan por violar, sin importarles el dinero, poder o fama.

Solo ella sabe cuan rota está Ildra y nada puede hacer para apaciguar tanto dolor e ira.

En otras palabras, Indira no se siente capaz de decir algo con tanto fundamento como lo que dice su amiga. Pero entre tanta queja y la difícil situación de permitir o no a alguien de rango menor el dejarle la palabra durante tanto tiempo, Indira la detiene finalmente.

Las palabras deben ser contundentes y justas. Desde las montañas cerca del Everest hasta Katmandú y las aldeas más alejadas, nadie duda de las capacidades de la fuerte líder de los gurkas, siendo temida, respetada o solicitada, ella debe demostrar que cualquiera que dude de su fortaleza y liderazgo no será tolerado:

Indira: “Lo que fue pasado allí se queda. Ahora estamos tratando de imponer orden” — le explica con calma y sin caer en intercambio de palabras violentas o insultos. Pero con la intensidad que merece su cargo

Ildra: “Ah si, ya veo. Negociando con terroristas, manejando corrupción, drogas, asesinatos, ese es el orden que has escogido. Todo eso mientras te ocultas en las montañas cuando yo soy la que da las ordenes como representante tuya” — se señala a sí misma

Indira: “¡Hey, espera un momento! Yo jamás te delegué las funciones ni nada. Tu eres la que se tomó esa atribución en mi nombre siendo que nunca di tal cosa. En todo caso mereces un castigo demasiado fuerte”




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