Limit Breaker: Tokyo Dungeon

Capítulo XXXVIII: Ataque al castillo

El grupo de Nekomina atraviesa la maleza y llega por fin hacia lo que a lo lejos es la entrada el castillo gurka. Adornado por una puerta de metal, torres de al menos 10 metros de altura, banderas rojas para alertar a quien tenga el valor de acercarse a ese lugar.

La defensa no es para nada del otro mundo y hasta las patrullas parece escasear.

Nekomina empieza a sospechar que algo ocurre y ordena detener el avance a la espera de confirmación:

Nekomina: “Esto es demasiad extraño. Espero que el desvío que se tomo el grupo de Ichika, Yujin y Kyubo no les haya encontrarse con enemigos” — piensa en voz baja

De repente, la puerta de la entrada se empieza abrir de allí un enorme grupo de gurkas con traje y armas que consisten en cuchillas características de la organización aun en su época más moderna continúa siendo la insignia. Al frente Indira los lidera hasta el medio de la carretera que se usa para viajar en época de lluvia o nevada hacia la ciudad o pueblo mas próximo. Indira mira a un lado y luego hacia el otro y finalmente hacia donde se encuentran los árboles y vegetación donde esperan los yakuzas.

Nekomina ordena a su gente que haga silencio y esperen la señal para iniciar el ataque:

Nekomina: “Indira y parece ser un pequeño ejército de gurkas. Supongo que debe ser la mayoría”

Indira: “Ya eres grandecita para jugar a las escondidas ¿no te parece Neko?” — eleva su voz — “¿Por qué no sales y nos vemos cara a cara? Hace tiempo que no nos vemos. Seria bueno que esta reunión sea personalmente”

Nekomina: “¿Y si no quiero? ¿Qué vas hacer? ¿matarme como lo hiciste con mi hermana?”

Indira: “Eso no fue lo que paso y te consta. Esos trolls y orcos fueron demasiado para ella”

Nekomina: “Tienes una lengua muy filosa con los temas más sensibles”

Indira: “Di lo que quieras, pero sabemos como son las cosas. Así que ¿Por qué no sales y me confrontas? Siento tu presencia y solo tu podrías liderar un ataque contra mi castillo. Hace tiempo que debimos zanjar nuestras diferencias”

El rostro de Neko se pone serio y camina hacia la carretera al encuentro de Indira. Los yakuzas la observan sin entender que hace y esperan la señal. Entonces, uno a uno camina detrás de ella a pesar de nunca haberles dicho que la sigan en una clara demostración de lealtad. Los números son desalentadores con más de 150 gurkas a un lado y 40 yakuzas del otro, ambos bandos listos para pelear:

Indira: “Hola Neko. Ha pasado tiempo desde la ultima vez” — mira fijamente a los ojos de la japonesa

Nekomina: “Si, sí que ha pasado tiempo” — responde con rostro molesto

Indira: “¿A que se debe tu visita? Imagino que entiendes que tu invasión a mi sede es una clara violación al tratado internacional”

Nekomina: “Que digas eso siendo que tu gente interviene en mazmorras extranjeras e involucras en atentados me resulta hipócrita de tu parte.

Indira: “Negocios son negocios y tienen sus consecuencias. ¿Qué negocios tienes aquí?”

Nekomina: “Ninguno en particular. Solo venimos a buscar a Kamal y su esposa. Además, tengo información que confirma la presencia de alguien importante que es mantenido como rehén”

Indira: “¿Sí? Dime quien es”

Nekomina: “Según la información proporcionada por el grupo rebelde al gobierno japones, ustedes tienen a rehén a la princesa Pulkala, nieta de Birendra”

Indira: “Jajaja, tienes que esta bromeando. Es verdad que la familia real fue reincorporada hace unos años, pero inclusive con su buen mandato no fueron tolerados. Al final de nuevo fueron aniquilados los que sobrevivieron a la masacre del 2001. Es imposible que haya quedado alguien”

Aunque Indira diga eso y parezca convincente, Neko desconfía en sus palabras mas que nada porque la información que el general de las fuerzas de autodefensa japonesa le entregó toda la documentación correspondiente e incluso, el Mossad ayudó. Por esa razón no es de extrañar que la nepalesa buscara la manera de negar las cosas. Sin embargo, algo la hace dudar:

Nekomina: “La información es fiel. Dudo mucho que nos hayan entregado información errónea pero tampoco parece mentira. Además ¿Por qué mentiría? A los gurkas les conviene deshacerse de la princesa que ahora debería tener entre 14 y 16 años. En verdad es demasiado confusa la situación. Tengo que tomar una decisión. Un paso en falso y podría irse al demonio la misión” — piensa

Nekomina ve ese desconocimiento por parte de Indira como algo ilógico porque su organización fue la que había orquestado en parte la caída de la neo-realeza nepalesa y además Indira formó parte del grupo que asaltó en su momento el palacio real. Sin embargo, sus ojos y expresión, su gesto corporal, todo concuerda con alguien que no miente y en verdad no sabe de qué habla la yakuza. Si hay algo que caracteriza a Indira es su honestidad para con aliados y enemigos. Si anuncia que va a matar, lo hará sin piedad y si promete algo, lo cumple, aunque fuera dar un salvoconducto para un enemigo que recibió tal promesa. Es una gurka inusual entre los inusuales, pero no quita el hecho de que su brutalidad con los años haya llegado a nivel tan brutales que ni los niños fueron perdonados en la masacre.




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