Limit Breaker volumen 7: La cacería final

Capítulo 8: En el interior del horror

En el vacío oscuro, helado y difícil para permanecer por más de diez segundos para cualquier ser vivo, Martín mira perplejo a aquella figura que lo acogió en su etapa de mayor inocencia.

La mujer tiene apariencia perturbadora, con liquido negro brotando de su boca y ojos. Su vestimenta, la que siempre era de color blanco y emanando luz, está rasgada y color negro. El cabello largo danza como si hubiera viento soplándole.

La diosa imperial se acerca flotando hasta Martín, pero este se intenta alejar debido a la desconfianza que desarrolló desde esa vez que tuvo la conversación y dejó muchas dudas acerca de a quien apoya o sus intenciones:

—¿Por qué te alejas de mí cariño? —pregunta ella con sonrisa serena.

—¿Quién demonios eres? —pregunta Martín alzando la guardia.

—¿Estás seguro que no lo sabes? —responde, apareciendo de repente detrás de él.

Martín se sobresalta y gira sobre sus talones, alejándose instintivamente:

—Tu… ¿Qué eres? —pregunta, lanzándole una mirada de reojo.

—No es exactamente lo que quiero discutir contigo, pero creo que puedo responderte esa pregunta. —contesta con calma sospechosa. — Aunque si lo hago…tendrás que tomar una decisión.

—¿Qué clase decisión?

Chasquea los dedos.

El vacío alrededor se desvanece y es reemplazado por un vasto bosque verde. El cielo cambia bruscamente de día a la noche en un parpadeo y constante. Su figura comienza a distorsionarse, revelando una forma pura, blanca, hecha de luz en forma de vestido pulcro y finas telas:

—Supongo que ahora sí podremos conversar. —dice mientras avanza hacia una roca y se sienta con tranquilidad. Siempre esbozando una cálida sonrisa, pero generando también una profunda desconfianza en el cazador.

Su voz, su actitud, incluso el aura que emana, son tan amables y pacificas que literalmente Martín siente que acercarse podría ser peligroso:

—¿Y bien? ¿Qué hago aquí?

—Estás muy cerca de la verdadera pregunta. —responde ella. —Verás, necesito que hagas algo por mí. Algo que, por lo que soy, no puedo hacer yo misma…pero déjame explicártelo de una forma que puedas comprender.

La diosa extiende su mano y debajo del suelo se abre un pequeño estanque y de allí diferentes visiones de eras y mundos dispersos que fueron cayendo. Todas concuerdan en algo puntual, una figura central que levita sobre la destrucción que mira indiferente. Un héroe para esos pueblos que los ve perecer sin derramar una sola lágrima.

Esas visiones hacen que Martín no pudiera soportarlo más y quita la mirada del estanque. Se aleja unos metros y acaricia su cabeza sin entender que está pasando. Luego se voltea a mirar a la diosa con mayor desconfianza que antes:

—¿Qué son estas visiones? ¿a quienes pertenecen? —pregunta con síntomas de agitación.

—¿Tu qué piensas?

—¿Huh? —se vuelve a acercar al estanque y mira con mayor detenimiento las turbulentas aguas. Las visiones se repiten en otro mundo. Una y otra vez destrucción, muerte y genocidios. —Son de esas personas.

—Así es.

—¿P-Porque me muestras esto? ¿Qué tengo que ver con esto?

—Cariño, cariño, las visiones que acabaste de ver son de seres iguales a ti, que recibieron mi benevolencia. Muchos a punto de morir. Otros al llegar al límite de su paciencia y entrados a la desesperación.

—Otros solo por ser niños. —interrumpe en voz baja.

—Exacto. Tu caso, es quizás, el más especial de todos y de eso quiero que hablemos. Tu eres…el caso más exitoso.

—¿Caso más exitoso?

—Claro. Piénsalo bien ¿sabes cuantas veces he probado esto y mucho se convierten en criaturas salvajes con la intensa sed de sangre y destrucción? Oh, tienes que ver cuan magníficos se ven al comienzo, pero luego buscan al origen de todo solo porque creen que sus poderes son suficientes. Patéticos.

Martín se marea y cae de rodillas mientras se vuelve pálido. Piensa en todo lo que ha vivido e incluso la insistencia de los emperadores para con la tierra. La pelea contra Dramonzuk y Astapoh así como con esas palabras del emperador de los dragones antes del cataclismo donde le advirtió sobre una verdad que desconoce.

Muchos recuerdos alcanzan su mente que no le pertenecen a él sino a otros seres que provienen de otros mundos. Decenas, cientos, miles de mundos y miles de millones de existencias apagadas en un instante son esa verdad inmaculada a la que se refería Dramonzuk.

Martín no aguanta más la presión y acaba vomitando sobre el suelo. Todo esto mientras la diosa sonríe con expresión burlona.

Su cabeza da vueltas y las piernas no le responden. Intenta pararse sin éxito. Solo se logra apoyar con sus puños contra el suelo.

La diosa toca delicadamente la superficie del estanque con la yema de los dedos y en un instante se evapora como si las llamas de la destrucción acabasen con las visiones de manera natural y se fundieran con ellas:

—¿Lo entiendes ahora? Nada es por accidente y eso me lleva a lo siguiente…necesito que elimines a esa piedra en mi camino llamado Dramonzuk. Puedes llamarlo un interés común contigo. Sobre todo…por lo que ha estado haciendo a tu mundo.




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