En el otro extremo a cinco kilómetros del refugio, una criatura masiva de unos veinte metros de alto, piel gris con venas de lava y una fisionomía bastante intimidante se levanta de su siesta y sacude su cuerpo lleno de escombros. De frente a sus patas yacen esqueletos de personas a las que devoró o dejó morir para su deleite.
Tal cual un animal gruñe y luego rasca su barriga. Puede comportarse de manera tierna, como un gigantesco panda, pero es una verdadera máquina de matar y destruir que puso patas para arriba a casi toda Asia continental con su poder mágica.
Un cierto aroma atrae su atención que proviene en dirección al refugio del Pedro Bidegain. Sus ojos se abren, porque ese olor le es familiar, pero necesita corroborarlo así que empieza a moverse lentamente mientras es seguido por más dragones. Son cientos que en fila o volando, siguen a la bestia con una intención o instinto asesino propio de los monstruos genocidas.
En el estadio de San Lorenzo, la tensión es abrumadora. Los refugiados no pueden avanzar porque los monstruos arácnidos observan y cazadores que vigilan están en medio de la entrada a la enorme estructura que albergaba a más de 47.000 personas en épocas de paz.
El monstruo arácnido con apariencia de hermosa mujer, pero con perturbadores ocho ojos escucha acerca de su poderosa señora por parte de Steindra. Al principio duda, pero siente que debe preguntar:
—¿Cómo es que la conoces a mi señora? ¿Quién eres?
—Soy Steindra, antiguo líder de los destructivos cinco. Yo conocí a Arakneida mientras viajaba por las tierras desérticas cubiertas de montañas mientras ayudaba a los focos de resistencia. —responde en tono solemne cosa que llama la atención a la criatura frente a él.
—¿Cuántas personas son las que hay detrás de ti?
—Poco más de ciento veinte.
—¿Entre civiles y cazadores?
—Si.
—¿Hay más monstruos aliados?
—No.
—Humm…disculpen. —se acerca tímidamente Bautista.
—¿Tu eres?
—Bautista y ella es Luciana. —señala a su amiga quien también se acerca.
—Supongo que son los lideres de este grupo de refugiados.
—Si. Venimos desde Mataderos. —responde Luciana con timidez. No puede ocultar su nerviosismo al ver a Keoma y Steindra frente a ella, dos monstruos de alto nivel.
—Soy Keoma, uno de los ocho ojos de Arakneida. —se presenta ella. Se asoma a un costado y ve que hay niños entre los civiles y cazadores. —Vamos, entren. Esos niños tienen que comer y descansar. Que los cazadores se unan a los que están vigilando y protegiendo el perímetro. Necesitamos toda la ayuda disponible. —se voltea y mira a uno de los cazadores que parece ser el líder de ellos. —Hugo ¿podrías?
—Por supuesto Keoma. Por favor, entren que en breve habrá una tormenta.
Hugo y los demás cazadores, un grupo de casi cincuenta, permiten el paso a los refugiados de Mataderos. Los llevan hasta el campo de juego pasando por alambrados, muros de bolsas llenas de arena, roca, y tiendas de campaña de lo que fue el anterior refugio hecho de manera deficiente y que llevó a su caída:
—Steindra. —Keoma lo mira curiosa y prejuiciosa. —Hace meses no sé nada de ella. Tampoco pude contactar a los demás ojos.
—Si tu pregunta es sobre si pude volverla a ver la respuesta es un no. Parece que está transportándose todos los días.
—Perdón, pero ¿puedo preguntar quién es Arakneida?
—Creí habértelo dicho. —dice Steindra.
—Pues hubo ocasiones, pero nada concreto. ¿Es alguien importante? —pregunta Bautista.
—Ella es la emperatriz de las arañas y el veneno. La más poderosa de los familiares de Martín y una de las generales de la resistencia. También es mi creadora. —exclama orgullosamente.
—En pocas palabras, es uno de los pilares de la humanidad en estos momentos. —dice Steindra.
—Esa es una obviedad. Entonces díganme, Bautista, Luciana, ¿pueden ayudarnos a defender el refugio cuando llegue el momento y si es necesario? —pregunta Keoma.
Luciana no puede creer que otro monstruo como Keoma se vea tan hermosamente intimidante pero sus palabras están llenas de honestidad a la vez que no encuentra una pizca de hostilidad. Su pensamiento de que puede haber más monstruos luchando por la humanidad está reflejada en la imagen de Keoma y varias arañas ayudando a las personas a llevar sus cosas o transportando en sus espaldas a niños, ancianos y heridos. Es conmovedor para ella.
Keoma le invita a que vaya con Bautista hacia dentro del estadio. Ella asienta y toma de la mano a su amigo, sabiendo que el refugio le trae recuerdos muy amargos, a ambos de por sí. Carlos se asoma por un costado y los carga a ambos como si fueran unos niños. Luciana lo maldice por eso, pero luego sonríe.
A medida que se acercan al campo de juego, Bautista recuerda lo que fue esa masacre en la que tanto él como su amiga perdieron a toda su familia en un ataque repentino de dragones colosales que barrieron en llama y sangre toda vida dejando esqueletos negros y cuerpos calcinados.
Lo primero que se le viene a la mente es que posiblemente vea aun esos cuerpos desparramados pero la sorpresa de que no quedó nada es tal que sale corriendo y sus lágrimas caen al suelo. Es alivio o consternación da igual porque una parte de su pasado ahora quedó atrás. Él esperaba encontrar aún los cadáveres de sus padres o los de Luciana, pero el césped sigue igual de amarillento y las tribunas con el mismo color gris y lo que alguna vez fue azul y rojo con el escudo dibujado allí:
#1973 en Fantasía
#1198 en Novela contemporánea
aventura magia accion drama y violencia, fantasía drama misterio romance acción
Editado: 04.06.2025