La esfera de calor que se formó en la palma de la mano de la criatura genera tanto calor y presión por su maná que toda forma de vida es vaporizada al instante. Steindra sabe que podría sufrir una herida mortal si golpea de lleno a su cuerpo, pero no le importa ya que la vida de seres inocentes, que para él tienen un valor incalculable para la tierra, están en peligro y su decisión es recibir cualquier ataque y golpe si es para protegerlos.
Doromak disfruta humillar al dragón dorado antes de disparar la bola de fuego. Su ira contenida por tanto tiempo bajo su mando, y el que haya sido vencido infinitas veces la expulsa sin que le interese lo que digan los demás.
Incluso Erezzia empieza a notar que el nuevo líder de los destructivos está perdiendo la cordura y lo toma del hombro para que se calme. Doromak entra en sí y sacude su cabeza. Luego mira a Alammor, Granikus y Dashbaran y ordena que se aparten, pues el ataque es muy peligroso y que al instante en que libera la esfera caliente de energía mágica pura, lo mejor es huir lo más rápido posible. Antes de que eso ocurra, Doromak piensa que lo mejor es tener una última conversación con su anterior líder, todo en frente de los demás:
—¿Por qué Steindra? Eras una colosal fuerza que respetábamos y seguíamos. Ahora mírate. Eres la sombra de lo que alguna vez fuiste. Intenta evitar que ese refugio de mierda sea destruido o que tu poder mágico no afecte a los de tu alrededor y por eso te contienes. ¿Acaso vale la pena haber traicionado a tu raza?
Sin embargo, Steindra permanece callado, no porque desafíe a Doromak, más bien porque no siente que tenga sentido responder a una decisión que él tomó y nunca se arrepintió ni se arrepentirá jamás:
—¿Así es como vas a terminar? Tirado en el suelo, sin ofrecer resistencia y tu nombre manchado entre las legiones del emperador Dramonzuk.
—Si…eso es lo que…me depara el destino…lo asumiré con gusto. —exclama Steindra. Su voz no refleja ira o frustración. La mirada es amigable, serena y casi como si demostrase que acepta su propia muerte. Esto irrita por demás a Doromak.
—Que imbécil eres. Podrías zafarte de esto y escapar para no volver a aparecer. Sabes que los humanos no te aceptarán por más que te plantes como el bueno de la película. Al final, nuestra existencia es tomar mundos y hacerlos nuestro. No protegemos, destruimos o conquistamos. Matamos o sometemos. Los cazadores nos dan caza o nosotros a ellos. ¡De eso se trata esto!
Entre los escombros, suelo, y arboles marchitos hay sangre seca de hace tiempo cuando los primeros ataques eran feroces y sin cuartel. Muchas personas no murieron solamente por las llamas de los dragones, sino por ser devoradas, mutiladas, atravesadas entre otras cosas. La sangre está por todas partes como símbolo de la matanza ejercita por las huestes de Dramonzuk.
Entonces, la sangre seca empieza a moverse y regresa a su estado liquido normal puesto que la composición sigue siendo la misma y una manipulación perfecta puede darle un uso concreto. La sangre se va acumulando en el aire formando secretas esferas y luego lanza con punta fina. Estas se ocultan mientras avanzan hacia donde están los dragones.
Ninguno se da cuenta salvo Steindra.
Una de las lanzas es enviada contra la espalda de Doromak. Sus escamas, al ser extremadamente duras, repelen sin problemas el ataque de la sangre solidificada en forma de lanza:
—¿Huh? —se da media vuelta el dragón al igual que sus compañeros. —¿Qué mierda es eso?
Detrás y por arriba de ellos encuentran cientos y miles de lanzas. Como si fuera producto del karma y venganza de los fallecidos por culpa de los dragones, todas las lanzas sangrientas apuntan a sus cuerpos. Erezzia averiguar de donde provienen y si su conjurador está cerca, pero en cuanto se mueve apenas, una decena de lanzas la siguen. Esto la detiene.
Granikus podría simplemente usar su cuerpo duro y blindado para aguantar los ataques y hasta proveerle a sus compañeros una manera de evitarlos. Pero no está en la naturaleza de esos monstruos la colaboración, sino la competencia y la lucha a muerte. Existen casos como el de Steindra, pero es la excepción a la regla y única.
Alammor piensa en escapar con su velocidad. Lastimosamente quien pierde de la situación es Dashbaran, ya que se encuentra fuera de su especialidad que es el mar. Su cuerpo al ser similar al de una serpiente, es de marcha lenta y a pesar de poseer escamas duras, un ataque continuo es peligroso.
Sin embargo, ningún intenta hacer algún movimiento sospechoso. Ven la peligrosidad de esas lanzas:
—Erezzia ¿puedes usar tu magia localizadora? —pregunta Doromak.
—Podría, pero tengo que moverme para eso. Además, no es tan eficaz como la de Steindra. Puede que el conjurador sea más poderoso de lo que parezca y esté a kilómetros.
—Si ese es el caso no tardará el emperador en darse cuenta de que un humano usa magia avanzada. —dice Alammor.
—Dudo mucho que el emperador esté por la región. —exclama Doromak.
—¿Por qué lo dices? —pregunta Dashbaran.
—Me contó hace unos días que debía regresar a Europa porque la resistencia allá está causando demasiados problemas.
—¿Te refieres a la antigua emperatriz salvaje y la sede de Victory en Europa? Maldita sea. Alianza entre humanos y monstruos, me da asco y nauseas. —exclama Erezzia.
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Editado: 01.09.2025