Limit Breaker volumen 7: La cacería final

Capítulo 18: Asalto en el desierto de Gobi parte 2

El desierto de Gobi se sacude por el implacable despliegue mágico proveniente de Leza, ex emperatriz a salvaje y, físicamente hablando, la segunda más poderosa. Ahora convertida en familiar de Martín, ella ha jurado ser leal a toda costa ya que la salvó de ser consumida de las formas más despiadadas posibles en Roma. Él se ha convertido en alguien digno de respeto.

Leza se posiciona al lado de Arakneida, con el hacha en su mano y descansando contra su hombro. Arakneida, por su parte, ya se encuentra transformada en su forma más poderosa, lista para usar su magia de araña y también de sus uñas emite magia de veneno, algo muy poco usual en ella ya que jamás se ha sentido cómoda usándolo. Sin embargo, hará todo lo posible para proteger a Martín y Estela.

Los últimos destructivos que quedan miran el cadáver de Granikus, que se va desintegrando lentamente. La expresión de aquellos tres es de indiferencia, no les sorprende la muerte del grandulón, pero tampoco es algo que les provoque gracia. Doromak dirige su mirada hacia Leza, su expresión es muy furiosa con venas hinchadas en el rostro y apretando su puño lanza un grito sonoro que resuena por todo el desierto.

El dragón rojo se acerca dando pisadas verdaderamente fuertes. Deja un camino con pisadas en llamas. Erezzia y Alammor cruzan miradas de preocupación, pues saben que, a pesar de su rango, enfrentarse a Leza y Arakneida puede resultar peligroso. Aunque Leza ya no sea una emperatriz su poder no es algo para subestimar y lo mismo pasa con la soberana de las arañas y sus hazañas frente a Esfutyox y Glermorog, ambos asesinados por ella.

Doromak, finalmente, alcanza a pararse frente a frente con Leza. Le sostiene la mirada siendo apenas un poco más alto que ella. El dragón muestra sus colmillos y de sus fauces se ve como las llamas se amontonan y buscan salir disparadas de allí:

—¿Crees que te temo, Doromak? —pregunta Leza. Su semblante sigue firme.

El aura de ambos choca provocando que la zona vuelva a temblar con extrema violencia. Todo eso hasta que Arakneida exclama:

—Leza. —indica a la entrada de la cueva.

—Si, comprendo. —mira hacia atrás, donde está el refugio.

—Con que así ¿eh? —piensa Doromak, dándose cuenta de lo que ocurre. Las preocupaciones de ambas es algo que puede explotar para su conveniencia.

Doromak agita sus alas para retroceder y de su boca expulsa una llamarada explosiva en dirección hacia el refugio. Leza apenas reacciona, pero en el camino, Arakneida se apresura para interponerse. Cruza ambos brazos y las patas en su espalda ofrecen una resistencia al clavarse en el suelo y empujando al frente.

Las llamaradas le dan de frente y estas se desvían a los costados. El daño es enorme pero no se inmuta ni se desmaya. El dolor puede ser brutal para ella, pero se mantiene firme para proteger a su señor.

Leza pasa a la acción e impulsa hacia Doromak con el hacha en mano blandiéndola desde atrás. Alammor decide interceptar a la ex emperatriz salvaje y le da un zarpazo al costado del cuerpo que la manda a volar contra unas montañas. Ella atraviesa la geografía y destroza parte de ella.

El dragón plateado se mueve con enorme velocidad y antes de que Leza caiga contra el suelo, le da un coletazo contra el rostro. La toma de la pierna con sus garras y avienta contra el suelo formando un cráter. El fuerte impacto es tan feroz que ese mismo cráter se abre varias veces.

Alammor se detiene. Retrocede lo suficiente como para mantener una prudente distancia. Nota que algo anda mal con Leza así que de su columna salen varias pues intercaladas unas de otras. Sus garras y dientes sobresalen aún más y el color plateado se torna en un tono negro.

Leza se pone de pie y sonríe. El aura se torna hostil y su sed de sangre claramente visible. Alammor teme por su vida, pues acaba de molestar a alguien que no debía. Ella está dispuesta a conversar y sacarle algo de información para usarlo:

—¿Qué pasa? ¿Por qué te alejaste? ¿no ves que quiero conversar? —pregunta irónicamente no pudiendo contenerse del todo.

—E-Eres un monstruo. —dice Alammor con voz temblorosa.

—Vamos, quiero que me respondas unas cosas. Descuida, no te mataré…al menos no aún.

—¡Tsk! ¡¿acaso crees que te temo?!

—Eso es lo que veo. —exclama Leza mientras lleva el hacha hacia el hombro. —¿Por qué vinieron hasta aquí?

—¿Qué?

—Vamos, ya te dije que en estos momentos quiero que hablemos.

—Tu sabes muy bien porque estamos aquí.

—Por Martín.

—¿Por qué estás con ellos? Se supone que eres de los emperadores más respetados y ahora eres familiar de un humano. ¡¿Es acaso una broma?!

—Oye, oye…—lo mira con enojo. Esas palabras de Alammor en verdad molestan a Leza. —Escoge bien tus palabras dragoncillo o te juro que tu cabeza va a terminar rodando antes de que te des cuenta.

Alammor se queda inmóvil, siente el temor de cualquier criatura inferior. Por más que lo intenta, no hay nada a su alrededor que le sirva para obtener ventaja. No es como sus compañeros de los destructivos, es brillante y solo Erezzia puede llegarle a los talones a él.

Fuerte. Poderosa. Orgullosa, son características que por alguna razón Dramonzuk respeta y estima de Leza, pero tiene un lado oculto, uno salvaje y sádico que es cuando alguien apreciado por ella está siendo amenazado y no importa quien sea, si ella considera que debe hacerlo, es capaz de matar al instante.




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