La batalla en el interior de la dimensión que ha adaptado la forma de un abismo carente de vida y deprimente se recrudece. Cada microsegundo y hora desvirtúa la concepción de tiempo según le parece a la diosa oscura.
Martín intenta presionar el cuello de ella y dar fin a la pesadilla, pero la sola sonrisa lleva de líquido negro brotando de su boca mientras las carcajadas asolan el corazón del mucho. Ella se burla, no hay mirada maternal o calidez sino oscuridad, destrucción, muerte, y juego.
Las lecturas de Martín y Estela en algunas noches de novelas sobre entidades maliciosas fuera de la comprensión humana se hacen realidad ante su inocente y humana vista. Si se aparta de ella, la diosa es capaz de acelerar el tiempo una vez más y el destino de él sería peor que el que le mostró antes:
—¿Qué pasa mi cielo? no te estarás cansando ¿verdad? —exclama ella en tono de burla.
—Cierra…la boca. —responde mientras pone todas sus fuerzas en el cuello de la desgraciada manipuladora. Sin embargo, nada parece indicar que vaya a morir. Esa dimensión es su mundo y las reglas las pone ella.
—Ya veo. Sigues sin comprenderlo.
—¿Comprender qué?
—Nada de lo que hagas va a lograr que mi existencia sufra algún peligro. ¿Por qué no asumes la responsabilidad de tu raza y haces lo que te he pedido? ¿huh?
—¡Nunca lo haré! ¡ya deja de hablar maldita sea!
—Ja, que violento.
Posa los dedos gordos de la mano sobre la garganta y empuja con todas sus fuerzas. Usa la marca del emperador para mayor fuerza y poder. No obstante, sigue sin poder ocasionar el daño necesario. Empieza a sucumbir ante la desesperanza.
Sus ojos empiezan a arder como si expulsara maná de ellos color carmesí y lentamente se vuelve en un tono blanquecino. Destellos parecidos a relámpagos blancos sale de la superficie de su piel. Es casi imperceptible para él, pero la diosa, ella no es ajena.
La fuerza del cazador se comienza a sentir por parte de la entidad oscura:
—¿Q-Que está pasando? Su fuerza ha aumentado. Eso debería ser imposible porque mi control sobre está dimensión…solo yo puedo lograrlo. ¿Qué demonios hace este maldito insecto?
En ese momento, una luz se abre paso entre las tormentas oscuras de ese mundo creado para hacer sucumbir a la desesperación a los mortales. La diosa mira y se queda perpleja. Jamás ha ocurrido que una criatura a la que ella considera como inferior y menos que un insecto, fuera capaz de modificar ese espacio.
El shock hace que extiende su mano, empujando a Martín. Él sale despedido, golpeando su cuerpo contra el suelo varias veces. Esa reacción acabó quemando el pecho de Martín como un fuego que no tuvo piedad por su semblante mortal.
Cuando se levanta el joven, ve a la diosa jadeando y con una expresión de pánico que jamás había visto desde que tiene consciencia de ella. Ahora no está intentando seducirlo con falsas promesas, ni presionando para lograr su cometido tampoco se burla de él. Ella está preocupada, una emoción que una entidad no tendría que mostrar, pero se dibuja de oreja a oreja.
El primer impacto emocional lo dio Martín sin siquiera saber que hizo.
En busca de olvidar lo que acaba de pasar, chasquea sus dedos borrando esa luz del cielo, pero el daño está hecho. El joven cazador da un paso, mientras que la diosa retrocede dos. La distancia se alarga en favor de Martín, pues le demuestra que es quien tiene la ventaja, aunque ¿Por cuánto tiempo?
—¡A-Aléjate de mi basura humana! —grita la diosa con incomodidad.
—¿Qué sucede? ¿Por qué está gritando de esa manera? —se pregunta Martín.
—¡Te dije que no te acercaras! —golpea con la palma de su mano el suelo ennegrecido y a continuación toda la dimensión se sacude y ventiscas furiosas arremeten contra el humano.
Martín se detiene. Nota que algo anda mal con la diosa. Su semblante la hace parecer muy vulnerable. Ya no hay marcha atrás para él. Debe matarla para acabar con todo lo que ha provocado en su mundo:
—No. Ya jugaste demasiado con nosotros creyendo que nuestras vidas no valen nada. —da otro paso y otro. La diosa apenas retrocede uno, sintiendo el terror verdadero.
—¡Aléjate! ¡basura, criatura insignificante! ¡no eres nadie! ¡nunca lo fuiste!
Martín no responde. Frente a él, los dedos de la diosa se alargan adoptando la apariencia de unos tentáculos. Su espalda se parte para dejar salir a cuatro alas demoníacas y su cabello se alisa y los ojos se vuelven negros y corrosivos al punto de que brota liquido negro de ellos acompañando a la boca. Ese líquido adopta características viscosas y se amontonan sobre los pies de ella.
El vestido, a la altura de la barriga, se rompe dejando ver cómo se forma una boca en forma vertical en la zona de la barriga. La criatura que está frente a él representa la verdadera identidad de la diosa. La envuelve pura energía oscura en forma de espiral y viscosidad negra asquerosa. Martín siente asco por ella y un estúpido por haber creído en las palabras que le profesó durante mucho tiempo sin saber la clase de ser. Como si hubiera pactado con el mismísimo diablo.
Sin mediar palabras, extiende su mano ahora compuesta por tentáculos y de la nada todo se vuelve oscuro:
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Editado: 15.08.2025